Un gallego talenteador Jesús Ibáñez (1) para
más datos "de izquierdas" (parece que en el Primer
Mundo todo vale el doble o más; aquí somos nada más
que singulares) señalaba que en la representación
política el gran ausente es el Pueblo: "La democracia
formal posibilita y limita la participación. Posibilita:
pues los ciudadanos pueden votar. Limita: pues los ciudadanos no
deben hacer otra cosa que votar. Es el componente totalitario de
la democracia" y citaba el teorema central de la representación
(según Michel Serres): "Sea un conjunto que introduce
un subconjunto que produce una ley, y el subconjunto por ella reproduce
el conjunto" /…/ "Representar es volver a hacer
presente -continúa Ibáñez-.Pero: sea un conjunto
(pueblo) que produce una Ley (¿?), y el subconjunto (Parlamento)
por ella (¿?) reproduce el conjunto (¿pueblo?)…Algo
no va. El pueblo no se reproduce a través de sus representantes
parlamentarios: se suicida".
Este desenmascaramiento de la mentira estructural del sistema democrático
(liberal-burgués como dijo el maestro Sampay cuando era nacionalista)
se ve potenciado en la crisis argentina en la que la cáscara
liberal, al calor de esa crisis, no logra siquiera hacerle creer
al pueblo, que habla en su nombre. Así, la representación
política queda reducida al gallinero parlamentario nacional
y a sus equivalentes locales, que nadie respeta y que en cualquier
momento puede ser usado de carpa para distintos reclamos; a un poder
judicial hostigado (no sin cierta razón en algunos casos)
por organizaciones de variado tipo algunas encabezadas por seguidores
del hindú Soy Bobo, grupúsculos curiales, piquetes,
reclamantes de justicia (¡!), patotas sindicales con el reloj
(de arena) atrasado, etc.
Y el Poder Ejecutivo, por su lado, comienza a dar la impresión
de acelerar y frenar al mismo tiempo mientras confunde a su "izquierda"
con su "derecha" y viceversa.
¿Y EL PUEBLO QUE?
Los distintos segmentos (que bien pueden fragmentarse aun más)
de esa entidad mayor que es el Pueblo de la Nación continúa
su vida sufrida, su labor cotidiana y se expresa como puede a través
de las organizaciones barriales, los comedores y centros de asistencia,
el reciclado de las sociedades de fomento, las marchas contra el
delito, etc., y con sus formas más prestigiosas de organización:
las ONG, de escaso impacto social y con un futuro previsible, como
el de las fundaciones. Todas ellas han venido a sustituir a las
"organizaciones libres del pueblo", expresiones de la
creatividad popular en una curva ascendente de inclusión
social. Estamos ante organizaciones maltrechas y de difícil
sobrevida cuya causa es el accionar de la cabeza podrida del pescado
(o de la Hidra) -el Estado de "baja intensidad"- ya que,
surgidas para contrarrestar su inoperancia, no logran articularse
como partes del un Plan político mayor, simplemente porque
el Plan no existe, ni proyecto, ni quien lo conduzca. No obstante
ello, como no hay mejor muerto potencial que aquel que quiere morirse,
y el pueblo ha renunciado a ello, la representación social
constituye hoy el más auténtico ejercicio de la democracia
en la argentina, pero su endeblez corre pareja con la muerte de
la política - la interna y la internacional.
El reencuentro de la representación política y la
representación social debe realizarse mediante el potenciamiento
político de los representantes de las organizaciones locales,
donde se han insertado muchos cuadros del Partido Justicialista.
La vía rápida, requiere la urgente normalización
del Partido, la inserción de esos militantes, la renovación
de los cuadros intermedios, la eliminación de los feudos
parlamentarios, y elecciones internas todas las veces que sean necesarias
para movilizar al pueblo tras sus dirigentes QUE DEBEN PROPONER
UN PLAN POLITICO, ECONOMICO Y SOCIAL DE COYUNTURA INSERTABLE EN
PROYECCIONES SUSTENTABLES DE MEDIANO PLAZO.
Hay que llegar nuevamente al corazón de cada uno de los
argentinos, satisfaciendo sus necesidades materiales y espirituales,
recuperando la dignidad del trabajo, y el sentido de pertenencia
útil al grupo del que forma parte.
Hoy percibimos la acechanza de nuevos pactos de cúpula (como
los de Menem-Alfonsín que nos trajo el Estatuto Colonial
de 1994, el de Menem-Alianza para cerrarle el paso a Duhalde, el
de Duhalde y los gobernadores para cerrarle el paso a Menem e imponer
a Kirchner…¿ahora el pacto Duhalde/Kirchner?). ¿Para
qué? Para cerrarle el paso a la expresión partidaria,
para seguir desplazando a los militantes en beneficio de los punteros,
para continuar la lenta destrucción del peronismo ocultada
por el jueguito de las elecciones, donde el PJ es su propio oponente,
retrocediendo con cada "victoria" electoral al trágico
destino de los partiduchos liberales, que, perdidos de la política,
solo atinan a hablar de moral, sin propuestas.
El "mecanismo" democrático no alcanza, porque
no hay democratización de la economía -que se articula
tibia y difusamente en la representación social, un verdadero
ejercicio de democracia directa sin destino, porque no logra "engancharse"
en las tomas de decisiones políticas-.
La intersección estructural de ambas, es la tarea de sobrevivencia
de la Nación y de la recuperación movimientista del
peronismo. Su fracaso, hará surgir un "nuevo hombre"
argentino, pero a escala latinoamericana: la instalación
definitiva de la cultura infame de la pobreza.
Está en crisis el presidencialismo y su apéndice,
el Parlamento, y la representación social no alcanza. Se
requiere poner en estado de ebullición a los millones de
argentinos que están dispuestos al trabajo productivo y al
esfuerzo por el bien común. Se requiere una conducción
estratégica firme y cuya finalidad haga suya el pueblo. Ante
su calor se quemarán como chinches los burócratas
de la política.
Queremos finalizar con el Ibáñez del comienzo: