La educación argentina pasó a engrosar el largo listado
de las distintas formas del asesinato, y no precisamente considerado
como una de las "bellas artes", como ironizaba Thomas
de Quincey.
Esta destrucción física del potencial vital de la
Nación estuvo precedida y va acompañada por el suicidio
de los adolescentes, la drogadicción, las enfermedades potenciadas
por los "medios de comunicación" (bulimia, anorexia,
la hipocresía del "sexo seguro" parecida a las
campañas de cigarrillos: "fumar daña la salud…pero
compre cigarrillos") y uno de sus ámbitos privilegiados
es la escuela, regada con cerveza y vino/vitriolo.
Los establecimientos de enseñanza se transformaron en calderos
donde potencialmente borbotea sangre, esperando el balazo o la puntada
para derramarse.
El ámbito de socialización donde íbamos a
aprender algo se ha convertido en un depósito, donde los
depositantes-padres (fracasados del "ambiente espiritual de
los 70") no saben que hacer y los depositarios-maestros (una
casta degradada socialmente cuyo último refugio es el perimido
y corporativo Estatuto Docente) se encuentran con una multitud de
ojos con personas atrás que no tienen el mínimo interés
por los contenidos -de los que sospechan, con fundamento, que no
sirven para la vida- pergeñados por los herederos de Ramos
Mejía y los becarios de la Fundación Gugenheim y la
CLACSO, entre tantas otras (las "fundaciones" del imperialismo
leyeron bien a Gramsci).
La escuela argentina, si exceptuamos el período 1947/1955
es la digna heredera de las consecuencias de la Reforma Universitaria
del 18, repudiada en sus resultados por sus propios actores: Saúl
Taborda, Deodoro Roca… ¡y sostenida por los que se consideran
discípulos de éstos! que siguen comien
do del cadáver reformista, suficientemente adobado para hacerle
perder su sabor original. Justo es reconocer que personajes de "otro
palo" como Adriana Puiggrós o Hugo Biaggini (y los pendeviejos
pseudoguevaristas candidatos a versión ridícula del
ya ridículo José Ingenieros) no le van a la zaga.
La muerte de un adolescente da tanta prensa como la teta de una
putita exhibida en los "medios" y es tan efímera
en la pantalla como el pezón siliconado. La muerte de la
muchachada es espectáculo, y como tal, volátil.
La runfla político-universitaria sigue jugando a lo que
creen que saben, en todos los planos de "las altas casas de
estudio", agarrados todos a alguna "caja" y amparados,
históricamente, por las extensiones politequeras del momento:
radicalismo alfonsinista, Menem-UCD o kirchneristas de la última
hora, sin olvidar a los grupitos incalificables de "filo-fascistas"
o admiradores de Guevara/Trotsky (¿Sabrán la diferencia?)
que naufragan entre el tetra-brick y la marihuana. La inteligencia
al poder.
Si el Estado ausente y la corporación sindical de los "maestros"
elaboraron la cuesta abajo, los adolescentes y los jóvenes
se tiran por ella, la mayoría con disculpable inconciencia
y otros con placer. Abajo, los espera el flautista de Hamelin. Con
excepciones más o menos valiosas, el nivel medio y la Universidad
ya los ha transformado en cuasi-marginales de dificultosa inserción.
Al estilo norteamericano y francés, Menem les dejó
a los "progresistas" el manejo de la Universidad y las
distintas "cajas" (¿Quién investiga hoy
a Schuberoff y al "pollo" que dejó para que le
cuide las espaldas?): "Perro con hueso en la boca, no ladra
ni muerde", decía el dictador Porfirio Díaz.
Un profeta de la Universidad Argentina.
El Estado debe intervenir en todos los niveles, en especial saltándose
la cacareada "autonomía universitaria" que solo
sirve para robar y difundir contenidos "académicos"
absolutamente inútiles socialmente, cuando no directamente
cipayos.
La "libertad de cátedra" no puede ser un monumento
a la masturbación ni servir de cobertura literaria a los
desastres de la cúpula. El límite de aquella libertad
es el daño al educando y al pueblo que sostiene con su trabajo
la fiestita académica.
No se advierte hoy ninguna política activa ni nacional ni
provincial con la audacia necesaria para superar la crisis educativa
con los medios idóneos (que debiera comenzar por sacar a
patadas en el culo a cuanto tecnócrata multinacional pulula
por las oficinas públicas) y transformar el inexistente Ministerio
de Educación en la vanguardia de la recuperación de
la educación pública, con un profundo sentido nacional
y al servicio del pueblo.