"No podrán decir que no les he dado
mi vida..."
No hay otro caso igual en la historia del espectáculo argentino.
A partir de 1940 y hasta la fecha Rosa María Juana Martínez
Suárez viuda de Tinayre, nacida en Villa Cañás,
provincia de Santa Fé el 23 de febrero de 1927, se lanzó
con ganas al negocio. Luego de su triunfo en Los martes, orquídeas
(Francisco Mugica-1941), le consiguió un puesto a su hermano,
José Antonio Martínez Suárez en los galpones
de LUMITON, en Munro.
Su gemela, María Rosa, se había quedado en ARGENTINA
SONO FILM. Habían sido rebautizadas Mirtha y Silvia Legrand
por el influyente representante Cerebello y habían ganado
sendos concursos de carnaval en los corsos de Avda. de Mayo en años
sucesivos. En 1939 la triunfadora fue Silvia y en 1940, Mirtha.
Todo esto es historia conocida. Lo que no se ya dicho hasta el momento
es que la dama que nos ocupa es la única farseuse que tuvo
el cine argentino, en la medida en que en sus mejores películas
es lo que no es. Trabajó de estrella desde el mismo día
de su nacimiento y fue aquel 23 de febrero en Villa Cañás
donde comenzó su carrera.
Ya nadie recuerda las treinta y cinco películas argentinas
en las que intervino y muy pocos vieron la que filmó en España
-Doña Francisquita (Ladislao Vajda-1952)-. Esta
estrella que siempre trabajó de estrella y que no tuvo otra
vida a pesar de las extensas notas sobre su dicha conyugal y sus
dos hijos, estuvo desde el vamos dispuesta a casase con un director.
Consiguió a Daniel Tinayre. Se casaron en mayo de 1946 y
vendieron la exclusiva a Radiolandia. La dama y su consorte hicieron
muy buena letra bajo aquel gobierno peronista. Raúl Alejandro
Apold, nada menos, declararía que en el Festival de Mar del
Plata, edición 1954, ella andaba siempre colgada de su brazo.
Esto figura en la historia que sobre el peronismo publicara la revista
Primera Plana.
Nada empañaba la felicidad de esta señora que se
debía a su público y que carecía de existencia
sin él. El cine de los años 40 y 50 del siglo XX la
tuvo como estrella absoluta, acostumbrada a desnudar su alma en
cuanto reportaje le hicieran. El director Carlos Schlieper, que
la dirigiera en dos películas exitosas, la veía como
una señora de casa muy particular, en tanto y en cuanto era
la imagen que proyectaba desde sus comedias. Nadie se atreve hoy
día a hablar de su ferocidad para la competencia, una dolencia
crónica que la aquejó desde su más tierna edad.
Con el derrumbe de las fábricas, allá por 1955, se
vio obligada a abandonar sus roles tradicionales y a someterse a
la manipulación de Daniel Tinayre, quien la utilizó
en algunas películas que provocaron grandes carcajadas en
los cines -desde En la ardiente oscuridad (1959) hasta
Bajo un mismo rostro (1963)-. Entre 1955 y 1958 se dedicó
con éxito a la televisión aunque siempre en su carácter
de comediante. Luego del tremendo fiasco al que tomó Con
gusto a rabia (Fernando Ayala-1965) decidió dar por
terminada su etapa cinematográfica.
Le quedaba el teatro. Los negocios de Tinayre marchaban, en este
sentido, viento en popa. Sin embargo, se sabe, el teatro no alcanza
para quien se alimenta de un público multitudinario. Hizo
de todo en la TV y hasta se atrevió a cantar. Ella, su gemela
y Tinayre fueron expulsados de Canal 13, PROARTEL, luego de algunos
capítulos de un desastre llamado Carola y Carolina. Para
seguir con las humillaciones, se vio obligada a entonar La morocha
con peluca ad hoc y la depresión alcanzó su punto
culminante cuando integró el elenco de algo titulado Buenos
Aires de seda y percal con saldos y retazos de la vieja industria.
Su gemela eligió olvidarse casi por completo del negocio
y en la jungla televisiva algunas de sus declaraciones serían
recordadas durante muchos años: "Me molesta la gente
que se compra un auto en cuotas". Ni ella ni José,
quien asesorara un panfleto antiperonista mayúsculo como
Permiso para pensar (Eduardo Meilij-1989), poseían
la máscara de la por entonces muy feliz señora de
Tinayre.
LA PEQUEÑA SEÑORA DE PÉREZ
En el otoño de 1968, en uno de aquellos programas monstruosos
de los domingos por la tarde, en El juego de los matrimonios participaron,
enfrentados, ella y Tinayre junto a Elcira Olivera Garcés
y Abel Santa Cruz. Empataron en cuanto a recuerdos. Alejandro Romay,
dueño de canal 9, en un aparte, la incitó a que volviera
a la TV. Ella declaró que no estaba dispuesta a seguir con
los papelones. Se iniciaron las conversaciones pertinentes y aceptó
ser la conductora de Almorzando con las estrellas. En el primer
programa estuvieron Amelia Bence, Daniel Tinayre y Alejandro Romay
como sus invitados. Era algo insólito: se comía en
cámara mientras se deslizaban dislates de grueso calibre
y Tinayre pedía que la cámara no se olvidara de señalar
los manjares.
Esta frivolidad en imágenes duró varios años.
Aunque muy pronto Daniel Tinayre y su socio, Carlos Rottemberg entendieron
que el jet set de cabotaje se agotaba. No había tantos actores
importantes, ni intelectuales de calibre, ni gente de medio pelo
que fuera a pasar sus chivos. La colectividad es, al fin y al cabo,
reducida. Por otra parte, los años setenta exigían
otro target. Ergo, allí estaba José Ignacio Rucci
frente a Libertad Leblanc -los vimos-. A Rucci le sucedieron dirigentes
sindicales varios y también políticos preparados para
dar el zarpazo. La figura que nos ocupa se comportaba como buena
anfitriona mientras Tinayre y Rottemberg consultaban los horóscopos
para saber qué iba a ocurrir en el país.
Luego de las elecciones de 1973 la señora Legrand fue expulsada
de la TV. Fingía la misma inocencia de sus añejas
películas de LUMITON, cuando andaba por los albañales
de la cursilería. Concedemos que había sido una óptima
farseuse cinematográfica pero en TV se había convertido
en una manipuladora algo compulsiva. Era y es muy amiga de sus amigos:
en 1971 logró que levantaran el programa de Radio Belgrano
que conducía Hugo Guerrero Marthineitz. Acompañó
a Malvina Pastorino a ver al Ministro del Interior para que así
ocurriera. ¿El motivo? El peruano parlanchín había
puesto al descubierto los dos finales de La valija (Enrique
Carreras-1971) y Sandrini, en turbulentos negocios teatrales con
Tinayre, había clamado venganza. Del mismo modo, consiguió
una pensión vitalicia para la viuda de Francisco Petrone,
quien muriera en 1967.
LA PATOTA
La ex vendedora de fantasías no había tenido en cuenta
que el programa televisivo se había transformado en una vidriera
peligrosamente ambigua y, más aún, que el mismo había
comenzado bajo un gobierno que intentaba cerrarle los puentes al
peronismo. Hizo antesala, movió diversas palancas y consiguió
una entrevista con María Estela Martínez de Perón.
La misma no se llevó a cabo porque llegó el golpe
de marzo de 1976.
Entonces suspiró aliviada. Su programa regresó con
la anuencia de Massera y de Martínez de Hoz. Ella declaró
en cámara que el mismo no resultaba caro ya que tenía
siempre el mismo decorado (sic). Su comportamiento bajo la dictadura
fue de absoluta mansedumbre, tal como ocurría con todos aquellos
que trabajaban en los medios masivos de aquel entonces. No hubo
alusión alguna a la larga lista de compañeros suyos
prohibidos, exiliados o desaparecidos. Tal vez no fueran sus amigos.
Por otra parte, se mostró fervorosamente patriota a la hora
de la guerra de Malvinas.
Todo esto no le sirvió de mucho: entre 1984 y 1989 fue a
parar al incipiente cable y a tomar café servido en una mesa
ratona. Daba lástima. No obstante, sufrió su propio
exilio con estoicismo y esperando buenas nuevas mientras despuntaba
el vicio en incursiones teatrales. Al llegar Carlos Saúl
Ménem arribó también Almorzando con Mirtha
Legrand. Había pasado por todos los canales, incluyendo
al oficial. La diversión incluía ahora al mismísimo
Ménem, siempre dado a la farándula, a ministros varios,
algún actor televisivo y a periodistas llamados comunicadores.
Fue a partir de entonces, de aquel primer gobierno de Ménem,
que la ex pupila de LUMITON comenzó a mostrar sus uñas,
garfios, zarpas y toda la artillería de la que dispone. Quienes
supongan que el cerebro de la dama no funciona y que todo le es
dictado se equivocan. La señora tiene una posición
política bien tomada y hace gala de ella. Por esta razón,
el desfile postmodernista de madres y abuelas de Plaza de Mayo por
ese programa es, indudablemente, algo esotérico. Se sabe
que Legrand apoyó fervorosamente a la dictadura instaurada
en 1976 y, para demostrarlo, se llegó hasta el obelisco con
el objetivo de celebrar el Mundial de Fútbol 1978. Como tantos
argentinos, ella desconocía qué estaba ocurriendo.
Es que la señora sabe cuándo y dónde se debe
estar. Nos da pena que esta excelente comediante del cine de las
fábricas se haya transformado en una octogenaria que baja
línea de manera abrupta. En estos momentos favorece al campo,
cómo no. Pero sus fundamentos tienen más que ver con
alguien que tiene un piso en la Avda. del Libertador y una discreta
morada en San Ignacio, Uruguay, que con los fundamentos que esgrimen
los sectores agroganaderos. Su hermana, Silvia Legrand, fue declarada
La Mujer del Año en 1956 por el presidente Lonardi,
algo que debiera figurar en el Guinnes de los records. La distinción
se debió, quizás, a que el marido de la gemela era
un militar de alto rango, en total acuerdo con los momentos que
vivía el país. .
El hermano José es ahora Director del Festival Internacional
de Mar del Plata. Nos parece, teniendo en cuenta la trayectoria
de Rosa María Juana, que ella no es ajena al destino de sus
hermanos. La pregunta que nos parece pertinente es ésta:
¿por qué el programa sigue manteniéndose en
el aire, lo copian en otras latitudes, se la invita a España
-en 2005, aunque ella no aceptó por razones de dólares
y factores políticos ibéricos que torcieron el rumbo-?
Cuando se encargaba de vender quincallería -la primera etapa-
nuestros padres eran muy jóvenes, tal como ella. Un angelote
rubio de ojos claros consumido por una pequeño burguesía
ávida de una cierta elegancia muy próxima al churrigueresco.
Ella, a su vez, y luego de su casamiento, siguió entregándose
al público pero, siempre astuta, no permitió que la
devoraran.
Ya crecida y al llegar a los treinta años se había
convertido en una comediante de primer agua. Al revés de
lo que ocurría con su colega Delia Garcés -clase 1919-
quien nunca ocultó su tendencia hacia los Zavalía
del país, Legrand tiene de si misma una imagen altamente
democrática. Cuantos más, mejor. Las mujeres que comenzaron
admirándola en su etapa LUMITON tienen hoy día su
edad. Pero ella, siempre sumando, elige a franjas etarias más
jóvenes. Si nadie la mirara, si el rating fuera bajísimo,
si no se la consumiera como a una mercadería algo rancia,
¿seguiría en el aire? Permanece, gracias a diversas
cirugías, en un curioso estado de momificación osificada.
El problema reside en que sus opiniones son cada vez más
urticantes porque, como ocurre con todas las neuronas que envejecen
de manera despiadada, ha concluido por sacarse la careta. Ha concluido
por ser tan sincera como sus hermanos.
Aflora en estos momentos un monstruo al que es imposible contradecir
y que defiende a ultranza una posición netamente argentina:
la de los sectores que surgieron de la nada y llegaron. Por lo tanto,
se encuentra aliada a quienes fueron lo suficientemente magnánimos
para que esto ocurriera. Su vida privada no existe. A Rosa María
Juana la fagocitó la viuda de Tinayre. Los problemas de su
matrimonio pueden ser consultados en las revistas de los años
60 y, en la prensa más cercana, los que ha vivido con sus
hijos y nietos. Nos da lástima y vergüenza: sólo
tiene a ese público que la observa cotidianamente con la
esperanza de llegar a pasar los 80 en medio del fasto y de la pompa
que la rodean. Ella declara frente a cámara: "No
podrán decir que no les he dado mi vida."
Es una Norma Desmond -la protagonista de Sunset Boulevard/El
ocaso de una vida- pero sin grandeza, incapaz de jugarse por
algo que no sea un espacio que la mantenga en circulación
hasta el final. Si para ello debe aplastar a quien se le oponga,
iniciar juicios a los que la critican, delatarlos con la ayuda de
la cámara, no vacilará en hacerlo. La estamos viendo
desde que nacimos y es realmente una lástima. Esta Esposa
último modelo que saliera de El retrato podría haberse
mantenido con el viejo programa para demostrar que Soñar
no cuesta nada. Sin embargo, se ha internado por un camino y sigue
deambulando Con gusto a rabia.
Abel Posadas