"Debo confesar que tengo especial indulgencia
con las personas distraídas; sus olvidos y equivocaciones
me conmueven en lugar de impacientarme, y estoy pronto a disculpar
a Tiberio Claudio de todos los crímenes (falsos, tal vez)
que le imputa Suetonio, por haber preguntado al sentarse a la mesa
poco después de que hiciera ejecutar a su mujer: "Por
qué no está la emperatriz?".
José Bianco, "Las Ratas".
Apagado o fuera del área de cobertura.
Sorpresa, asombro. Esto parece manifestar el poder oficial cuando
se anoticia que carece de elementos suficientes para gestionar la
totalidad de las variables políticas. Toda la apuesta pica
destinada a encolumnar a las masas, sus dirigentes y representantes,
detrás de una cuestión complementaria (las retenciones
al agro) en relación a la cuestión principal (el destino
del país), ha quedado diluida en los ingentes esfuerzos invertidos
para mantener el paradigma de la invulnerabilidad o, si se quiere,
de la permanente victoria.
Es que, a contrario de lo que propugnan los manuales de estrategia
(de negocios, militares, de acción política), se ha
invertido tanto capital en obtener un triunfo en la llamada "pelea
con el campo" que las heridas y eventuales pérdidas
que se registren al final de la batalla pueden tener efectos permanentes
e inclusive superiores al logro conseguido.
Si no fuera por la absoluta falta de ingenuidad que tienen los
protagonistas de la escena nacional, uno podría ser -como
el personaje de la obra de Bianco- indulgente con las distracciones
que padecen algunos funcionarios del Gobierno, principalmente cuando
reclaman una cuota de entrega y lealtad a quienes, o los han desconocido
tiempo atrás como interlocutores o les han "rifado"
el porvenir electoral en el tiempo próximo.
Es que la conocida frase de acompañamiento hasta las puertas
del cementerio cobró vida (valga el termino) con toda su
amplitud. El riesgo de quedar atrapado en las entrañas de
una posible necrópolis familiar hizo que toda una serie de
concejales, intendentes, legisladores, sindicalistas, gobernadores
y jueces, hasta hace poco propios o aliados, evitaran el completo
embanderamiento en la causa oficial, a pesar de las presiones sostenidas
para ello. El resultado fue el rápido reconocimiento de roles
que cada uno de aquellos ocupa en la sociedad, como forma de guarecerse
ante el chubasco convertido en temporal.
Sin embargo, esto no significa el prematuro reconocimiento de una
oposición, finalmente consolidada para enfrentar al gobierno.
Nada de eso, es algo mucho más profundo. Una especie de abducción
que sufrieron los integrantes de los otros "poderes" del
Estado para ocupar una posición "institucional",
palabra repetida hasta el hartazgo y que supone una seria equidistancia
de los objetivos particulares defendidos en la pulseada fiscal/agraria.
Este "balconeo" burocrático de la Cámara
de Diputados, de la Cámara de Senadores y de la Corte Suprema,
entre otros, no es nuevo. Generalmente, precede al momento en que
el poder de turno, comienza a perder sus rasgos monolíticos
y a generar sus propios anticuerpos. Lo nuevo es que haya ocurrido
a tan poco tiempo del nuevo mandato presidencial, entendiéndose
por esto tanto el administrativo como el del peronismo partidario.
Mensajeros de texto, uníos.
Si el gobierno hubiera observado con mayor detenimiento el rumor
de la calle, se habría evitado el asombro de descubrir, a
esta altura, la magnitud del proceso. En vez de enfrascarse en la
reutilización de términos como "oligarquía"
o "pueblo" que, si bien no han dejado de tener vigencia
emiten una complejidad actual que trasciende la comprensión
directa; tendrían que haber advertido que la guerra de trincheras
que imaginaron inicialmente (piquetes y cortes de ruta por un lado
y actos masivos y reiterados por el otro), derivo con rapidez en
una guerra de posiciones que concluyo dinamitando sus bunkers de
contención.
Esta modificación del juego de fuerzas tuvo un insospechado
protagonista: el e-mail. Más que nunca, los correos electrónicos
y mensajes de texto circularon para convocar "cacerolazos",
marchas a las plazas, a las intendencias, a la residencia de Olivos,
para comunicarse con los piquetes del campo, para responder a los
programas de televisión, para comentar las noticias en las
páginas web de los diarios, etc. Si los AK-47 figuran en
las banderas de algunos países o formaciones armadas como
símbolo y reconocimiento a su utilidad, el e-mail debería
lucir en el estandarte de quienes protestaron contra las retenciones
móviles. Las cacerolas o las carpas terminaron como elementos
secundarios, de distracción, meros ropajes de la acción
política. Lo definitorio fue el mail, porque su contenido
de ideas o estados de emoción se transmitió con inmediatez
e instantaneidad.
Ante tamaño instrumento táctico, el oficialismo respondió
con métodos tradicionales: ocupación del territorio
(la plaza de Mayo, la del Congreso) y de los medios de comunicación
tradicionales (radios, tv, diarios), pero no pudo con el mail. Como
los buques británicos ante la llegada de los Exocet durante
la guerra de Malvinas, cuando visualizaron la estela ya fue demasiado
tarde.
No es que debamos valorar el e-mail como el mayor instrumento de
actividad política contemporánea. Sino que su utilización
en esta contienda reveló un sentimiento de crispación
social unido a su necesidad de expresarse a través de medios
no controlados, directa o indirectamente, por el poder. Esta voluntad,
más bien de tipo burgués (para usar otro termino revalorizado),
se fue extendiendo al resto de la población, que les fue
agregando su frustración particular, generando a su vez un
estado colectivo de irritación que, cuando se quiso detener,
fue tarde, contraproducente.
Estas "grietas" en los diques de contención social
fueron ignoradas por el gobierno, quien se asentó en la respuesta
de sus filas, aguardando un respaldo abrumador que no llego. Y no
llegó porque, dejando de lado el apoyo formal que pueda significar
una ley, quedo en evidencia un universo inasible para propios y
ajenos como es el humor social, tan sensible luego del 2001, tan
sensible luego del 2007.
La maza sin cantera.
Una de las principales preocupaciones de Perón, cuando les
hablo a los congresales constituyentes de su partido, fue la de
inculcarles el valor que la fuerza del espíritu tiene en
la organización y sustentación de un proyecto político.
La comunidad de ideas, valores y objetivos, la capacidad de iniciativa
en el terreno y la rapidez para adaptarse a los frecuentes cambios
de la reglas de juego fue unas de las tantas innovaciones que les
presento como forma de hacer política de cara a los esquemas
tradicionales.
En el presente, estos elementos siguen teniendo importancia. Pero
no pueden ser aplicados con una óptica de movimientismo profesional
combinado con cierta esclerosis estratégica, denotada a partir
de levantar una bandera que algunos entienden, pocos explican y
casi nadie justifica. La reiteración de estos errores puede
llevar a un fracaso más profundo, de características
irreversibles, que deje a la posición oficial golpeando en
el vacío, asombrada por la ausencia de las presencias que
reclama y, en su ingenuidad, interrogándose por qué
no están.-
|