Sin prisa pero sin pausa, el pensamiento de Juan Domingo Perón
va siendo abordado desde distintas perspectivas y profundidades
por quienes encuentran en él un hito, un término (como
límite) o un obstáculo epistemológico. Este
proceso incluye el rescate de fuentes biográficas, documentos
desconocidos, impresiones icnológicas que navegan entre la
memoria y la transmisión oral, entre otras, para ir conformando
el vasto fresco tridimensional de una figura que, por lo polifacética,
se antoja a veces inabarcable. La mayor o menor simpatía
o animadversión por el personaje es fagocitada por la complejidad
de un proceso que lo tuvo como eje articulador: la modernización
de la Argentina. En tanto, sus viejos adversarios aún vivos
se esterilizan entre viejos rencores, confusión y mala fe
o, simple y llanamente, abocados al cultivo voluntario y soez de
la ignorancia.
Mientras en el "primer mundo" un libro sobre un muerto
ilustre es un aleteo del vuelo de Minerva, un acto de canibalismo
literario sobre escombros del pasado, aquí suele ser, aún
hoy, un intento fracasado de "ajuste de cuentas" con el
personaje en cuestión, fundado la más de las veces
en profundo desconocimiento de nuestra propia historia, en el que
el ocultamiento o destrucción de fuentes y la colonización
de los aparatos educativos no tienen la responsabilidad menor.
En la línea de los pacíficos admiradores del General
Perón se inscribe el folleto, muy bien impreso, de Piñeiro
Iñiguez. Continuando una línea de interpretación
inaugurada por Fermín Chávez, el autor desgrana las
fuentes teóricas en las que abrevó Perón y
cuya evaluación más destacable es el pragmatismo que
presidió su utilización al servicio de la Nación:
"Un método argentino para resolver los problemas argentinos".
Esto último... algo incomprensible para los asaltantes de
la Universidad de 1955 cuyos restos y descendientes se encuentran
aún enquistados como un tumor en la Universidad actual.
Pero entremos de lleno en la obra, evaluando lo que a nuestro juicio
son sus aciertos y sus errores. En este plano resulta discutible
la ambigua afirmación de Piñeiro Iñiguez relativa
al acompañamiento de la "tendencia profascista del golpe
del 30", por parte de Perón (pág. 22). De su
accionar previo y del informe que le dirige a Sarobe ("Algunos
apuntes en borrador. Lo que yo vi de la preparación y realización
de la Revolución del 6 de setiembre de 1930. Contribución
personal a la historia de a revolución" (son solo apuntes,
falta redacción) Cap. Perón -Buenos Aires, Enero de
1931) nada surge en ese sentido. El informe por su parte, se configura
como el acta de acusación y el documento de ruptura con la
doctrina del "estado mayor", tal como creemos haberlo
demostrado en "Perón. Guerra y Política-Las
fuentes Militares de `Conducción Política´".
No obstante lo cual el autor del folleto insiste en esta última
línea interpretativa (Perón como "oficial de
Estado Mayor") citando, con prevenciones, a dos "historiadores"
devaluados: José Luís Romero y el autor norteamericano
de lengua española (1) Tulio Halperín Donghi (págs.
40/41), aunque luego matice la "justa caracterización"
(sic) que desgranó el primero, incorporando nuestro autor
la figura del "intelectual militar" (2) para definir a
Perón.
Destacamos como un acierto entre las fuentes mencionadas, la del
historiador austriaco del pensamiento hispanoamericano Víctor
Frankl, a quien se le debe un importante trabajo sobre la doctrina
social de la Iglesia en la década de los 40 del siglo pasado,
publicado en la Revista "Universidad" que dirigía
el cura Hernán Benítez y de indudable influencia en
Perón (vale la pena leer el libro citado por Piñeiro
Iñiguez "El Peronismo visto por Víctor Frankl",
de Chávez, quien, aunque no cita ese trabajo, nos da una
acabada noticia de la importancia del Frankl y de sus vínculos
con el peronismo). En relación a este hombre del mundo católico
centro-europeo (por resistirse al "anchluss" hitleriano,
la anexión de Austria al Reich alemán, debió
exiliarse) su afirmación de que Perón habría
encarnado una "teología de la revolución",
y que Piñeiro Iñiguez pone como antecedente de alguna
manera de la "teología de la liberación"
latinoamericana, resulta una afirmación excesiva. De aquella
"teología de la revolución" , de orígenes
medievales, aunque luego la presidieran Francisco de Vitoria y Francisco
Suárez, no hay trazas en Perón. Esa teología
tiene un marcado acento conservador y empalma más bien, en
el s. XIX, con el pensamiento reaccionario español de Vázquez
de Mella y Donoso Cortés. Y este "filum" genético
tiene bastante poco que ver con la(s) teología(s) de la liberación,
inexplicables sin los sucesivos "aggiornamentos" de la
Iglesia y las recepciones del marxismo y la revolución cubana
por parte de los sacerdotes latinoamericanos. (pág. 32).
Si bien la obra no se presenta como un desarrollo exhaustivo del
Perón escritor, resulta destacable, aunque insuficiente,
la referencia al Perón historiador y su vínculo con
las corrientes historiográficas de la época (fundamentalmente
el mitrismo, cuya ejecutoria estaba a cargo entre otros, pero principalmente,
de Ricardo Levene). Aquí nos permitimos destacar la sinuosa
corriente historiográfica que articulaba desde el Ejército,
la doctrina de la "nación en armas", el culto del
"héroe (militar, en este caso, el gran capitán)
en la historia" y la presencia determinante del pueblo; que
se iba desprendiendo del mitrismo oficial pero aún con firmes
vínculos con éste (3).
Otro acierto a destacar son los capítulos dedicados al "APRA
y el peronismo" y a la Revolución Boliviana de 1943.
Las referencias a Haya de la Torre, al Kuomintang (las "tres
banderas" de Sun Yat Sen son un no lejano antecedente de las
del peronismo), y a figuras como el exiliado nacionalista revolucionario
boliviano Carlos Montenegro -quien dirigiera durante el peronismo
la Revista "VERDAD para Latinoamérica"
(1952-1953)- son fuertes incentivos para profundizar su estudio.
La consideración de lo que el "peronismo no fue"
(Cap. XXI), a su vez merece una consideración: sin duda el
peronismo no fue un "fascismo" ni ninguna de sus variantes;
en ello coincide el autor del folleto. Este dato letal de la realidad,
fácil de constatar desde aquí, desde la Argentina,
fue la pesadilla -en muchos casos interesada- de la mirada extranjera.
Mirada que -en nuestro País de capas medias colonizadas-
se instaló firmemente a través de la "docencia"
del italiano Gino Germani, un liberal reaccionario, antifascista
bastante tonto, que pasa por ser el fundador de la "sociología
moderna" en la Argentina (la que perece día a día
en la Universidad). Letra más, letra menos sus afirmaciones
sobre el peronismo forman parte de los resúmenes denostadores
que se reiteran sobre el mismo. Como dato "curioso" cabe
señalar que otros despistados calificaron al primer peronismo
de "comunista", "ateo" o "pagano"
(Julio Meinville). Y, última pero no la peor, se dedicó
una abultada tesis universitaria -cabalgando sobre el "tipo
ideal" de Max Weber- a demostrar que el peronismo no era fascismo.
El disparate es que esto no lo hizo un "scholar" anglosajón,
europeo continental o japonés, sino un argentino.
Un último reparo lo hacemos a la concesión periodística
de la manipulación de la historia, tan en boga en estos días
de la mano de Felipe Pigna, Hugo Chumbita, Pacho O`Donnell y García
Hamilton: "la noche más atroz de la dictadura sufrida
por los argentinos" en referencia a la dictadura militar
de 1976-1983 por parte del autor, omite considerar las masacres
en la Provincia de Buenos Aires (1829) perpetradas por el sirviente
del imperio británico Juan Lavalle y las del otro sirviente
y padre-fundador (del diario "La Nación"
y de la Argentina del "centenario"), Bartolomé
Mitre, en el Norte del País (1861/1863) y durante la Guerra
del Paraguay (1865/1866). Las muertes causadas por estos dos traidores
a la patria exceden largamente las provocadas por la mafia cipaya
civico-militar de los 70.
La memoria selectiva cuando ella está presidida por la ideología
circunstancial, es la primera traición del historiador.
Salvada esta perla negra, creemos que esta obra que reseñamos
debe ser leída como un primer paso a su profundización.
Es una punta de los varios hilos de Ariadna que nos permiten ingresar
al laberinto del peronismo. La voluntad de estudio y la percepción
sutil corren por nuestra cuenta. El Minotauro espera.
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