Sin
duda alguna la memoria es selectiva. En una primera instancia,
por cuestiones biológicas. Luego, por cuestiones ideológicas.
Si la primera es una "manipulación" inconciente,
la segunda es una manipulación a secas, instrumental.
En nuestro País, esta última sirve para embellecer
la muerte, aún después de haber llevado una vida
atroz. Así, el fin de un criminal, un traidor, un cipayo,
un elemento antisocial, se beneficia del adagio "un bel
morire tutta una vita onora". Personajes siniestros de
la historia argentina como Lonardi, Aramburu, Rojas, López
Rega, Santucho, Gorriarán Merlo, Galimberti, entre tantos,
fueron llorados por no pocos. Desde una perspectiva democrática-liberal
fueron subversivos, desde una perspectiva humanitaria fueron
proto-genocidas. Categorías que la hipocresía
de la colonia les reserva con exclusividad, pues de lo contrario
el riesgo de ampliar la inclusión alcanzaría a
una cantidad suficiente de civiles cómplices como para
llenar una provincia mediana. La exclusión por excelencia
es la del grupo de los plumíferos y los "artistas",
personajes cuya capacidad única e intransferible para
captar el "resplandor del ser" los haría inmune
al excremento de la historia. Así, apoyar a Aramburu-Rojas,
hacerse el distraído con Onganía y felicitar a
Videla son apenas consecuencias del "repudio moral al estado
de cosas en que estaba sumido el país": la lógica
pequeño-burguesa justificatoria del campo de concentración.
Y decimos pequeño-burguesa en un sentido restrictivo,
porque no se trata de los que tomaron las armas en uno u otro
bando, sino de los carentes de todo coraje civil, los acomodaticios,
los "izquierdistas de derecha" (y vuelta) capaces
de hacer la venia o elevar el puño, saturados eso sí
de "moral" y "angustia por este país".
En esta categoría milita ERNESTO SABATO.
El
tránsito mundano de Sábato está condensado
en unas pocas líneas: de la izquierda (colonial) a la
derecha (colonial); de la física (aprendida en Francia)
a la metafísica (también aprendida en Francia).
La izquierda estalinista siempre le desconfió, los trotskistas
igual (no dejan de ser graciosas las páginas que le dedica
Liborio Justo ("Lobodón Garra") en "Literatura
Argentina y Expresión Americana" (1977). Un
cuarto de siglo antes Abelardo Ramos lo ignoraba ("Crisis
y resurrección de la Literatura Argentina-1954").
Sábato como invento literario es un artefacto de SUR.
Sin la inefable Victoria Ocampo y el diario "Clarín"
don Ernesto hubiera sido un inexistente caballero. Pero no lo
es. La crítica a que lo somete Liborio Justo ("Nosotros,
que hemos leído ´Sobre Héroes y Tumbas´
como una penosa obligación, como podría leerse
la Guía Telefónica o el Código Civil..."
, ob.cit. pág. 138) puede resultar a su vez penosa, pero
hay que destacar que en los ambientes falsamente siniestros
que despliega Sábato en sus novelas aparece un previsible
muestrario de pequeños-burgueses "todo servicio":
con personajes para torturar adolescentes torturados, en manos
menos comprometidas alimenta igual la visión de un "mundo"
sin salida. Ese mundo no es otro que el de la hinchazón
egolátrica, el departamentito de dos ambientes y el proceso
económico que lo determina. "Incomprendidos",
controlando la angustia como pueden, consumidores de bosta cultural,
pasan el tiempo también como pueden esperando la "gran
revelación" (en nuestro País se ha presentado
políticamente con el regreso de Perón, el golpe
militar del 76, Alfonsín, Menem, la "Alianza",
Kirchner... y seguirá la lista por un largo tiempo).
Es decir la "angustia" siempre ha sido homogénea
y su objeto de deseo es la seguridad que brinda, en una primera
etapa, el oficialismo político... y vuelta a empezar.
Sin
bien los pujos antiperonistas de Sábato son anteriores
al golpe militar de 1955, el resumen de su esquizofrenia política
es su folleto "El otro rostro del peronismo- Carta
abierta a Mario Amadeo" (1956) donde simula polemizar
con este último -un personaje menor de la política
- con ademanes de intelectual civilizado, pero en realidad formula
en sus primeras 40 páginas una catarsis de su odio visceral
contra los trabajadores; para matizar el resto de las páginas,
con apelaciones a la "culpa colectiva". Ésta,
en manos de Jaspers y Croce fue una avivada para exculpar a
todos los alemanes e italianos, respectivamente. En la "pluma"
de Sábato fue la inauguración de una payasada
con larga descendencia. Ya un adelanto ("La patria de nuestra
infancia", incorporado luego al folleto) lo había
dado en el número 237 de SUR (nov./1955), rejunte paradigmático
de la mediocridad gorila.
En "El otro rostro..." Perón es caracterizado
como "demagogo", "resentido" (en esta no
se salva ni el Martín Fierro), "resentido social
-hijo natural como era-"(¿existen los hijos artificiales?)
"simpatizante de Hitler y Mussolini", "epígono
de la doctrina nazi", "tirano aborigen", "aventurero",
"falto de escrúpulos éticos y filosóficos"
(sic) (¿cuáles serían los escrúpulos
filosóficos, según el filósofo Sábato?).
También sienta la tesis de que las masas son "femeninas"
y que "... como en la Alemania hipercivilizada de los Einstein
y los Heidegger, las fuerzas irracionales irrumpieron con el
hitlerismo..." Parece que nuestro "filósofo"
no conocía quien era Heiddeger (que ya había pasado
por la desnazificación) aunque sí a Francisco
Romero al que alaba y quien, como Sábato, fue funcionario
de la Dictadura en 1955; además de tropa de asalto de
la Universidad junto con la otra "flor de romero",
su hermanito José Luís. A don Ernesto se lo premia
con la Dirección de "Mundo Argentino",
la célebre publicación que fuera de la Editorial
Haynes. Si en "El otro rostro..." se auto-publicita
como un hombre con "experiencia política" porque
estuvo en el "comunismo" (!) y en el "anarquismo"
(!!), esa "experiencia" no le permitió saber
de antemano que cualquier dictadura militar (o civil, o gobierno
democrático disfuncional, es decir, todos) tortura. Y
el hombre "ético", colaboracionista de asaltantes
del poder (como los "colabó" franceses con
don Adolfo), presenta su renuncia al funcionariado militar porque
el gobierno de Aramburu, torturaba. Cuando en 1956 publica su
"carta abierta" (1era ed. Julio/56 y 2da. ed. en Agosto/56)
se le "olvida" el asesinato de Juan José Valle,
de sus compañeros de intento de golpe y de los masacrados
en José León Suárez, todos entre el 9 y
12 de junio de 1956). El umbral de dolor del hombre "ético"
admitía el asesinato, pero no la tortura. (1)
La crítica
de este período, más letal incluso que la de J.
J. Hernández Arregui en "Imperialismo y Cultura",
a nuestra Maria Magdalena de cabotaje, la realizó un
ensayista de primera línea poco conocido: Agustín
Ferraris en "Pido la palabra-contestando a Ezequiel
Martínez Estrada, Mario Amadeo y Ernesto Sábato"
(Bs. As. Ed. Capricornio, 1957) (2).
Poco después nuestro exiliado de Santos Lugares paso
a ser funcionario frondizista, de la mano de su viejo amigo
Rogelio Frigerio; asiduo colaborador de la Revista "Gente"
y polemista con la "izquierda exquisita" de "El
Ornitorrinco". Sábato, como el pobre Cortázar
involucrado en las discusiones del "caso Padilla"
(3), era vapuleado por ex-estalinistas y otros retoños
del mismo palo: la muchachada "contornista" (Rozitchner,
Ismael Viñas, Masotta, Sebreli, Prieto, Troiani, etc.).
Cuando en 1973 el peronismo rompió las compuertas nuestro
hombre y su descendencia, cual hijos de Drácula, olieron
la sangre del paraíso: las masas peronistas estarían
preparadas para el liderazgo de este progresismo, un tanto afrancesado
es cierto, pero revolucionario y post-estalinista. Una muestra
del descalabro intelectual que imperaba lo dió el propio
Cortázar cuando visitó la Argentina en esa época:
se había ido (auto-exiliado) con el peronismo en el poder
en 1949 y volvía (sin que lo reclamaran) con el peronismo...
en el poder. Pocos de estos "intelectuales" acertaban
a explicárselo; no fue una causa menor de su deriva hacia
la "izquierda revolucionaria".
Sábato:
apologista de la dictadura militar
El
19 de mayo de 1976 Sábato, Borges, el cura Castellani
y (¿el escritor?) Ratti (a la sazón Presidente
-gracias a una alianza con el PC- de la SADE, "gremio"
tradicionalmente gorila y ridículo patrocinador de Juegos
Florales) se entrevistaron con Jorge Rafael Videla, acto solemne
que tuvo una amplia cobertura en los medios y acusaciones recíprocas
entre Sábato y quienes lo criticaron por este hecho.
Sábato
siempre se amparó en la publicación del diario
golpista "La Opinión", y en "La
Razón" y desestimó todas las otras publicaciones
que lo incriminaban. Lo cierto que este maestro de juventudes
hizo la apología de Videla, de la dictadura de la Junta
Militar, reflotando su -a esta altura- genético antiperonismo,
mientras se mostraba preocupado por la "cultura".
Hacia el final del Proceso pasó a ser uno de sus críticos,
sobre todo de la censura (de los muertos ni hablar), lo mismo
que su compañera de la CoNaDep, Magdalena Ruiz Guiñazú,
quien no tenía problema en departir amablemente con Albano
Harguindeguy.
Y llegó la CONADEP
Así como se le atribuye a don Ernesto la creación
de la "teoría de los dos demonios" no es menos
cierto que el astuto Alfonsín es el responsable de su
instrumentación. Al más que probable acuerdo con
el Departamento de Estado Norteamericano para limitar los juzgamientos
a las cúpulas de los "dos demonios" (uno de
ellos prófugo) con el objetivo de encubrir el colaboracionismo
de civiles de todos los colores políticos, sobre todo
con la Dictadura, siguió el informe del "Nunca
Más" (Buenos Aires, Eudeba, 1984, 1era. ed.
490 págs., que al parecer difiere con las posteriores,
que fueron "retocadas"). Su participación en
la Comisión que lo elabora (junto con otro grupo de gorilas
cuyo accionar antidemocrático se vio sobresaltado en
algunos casos por la matanza de familiares durante el videlato),
hizo olvidar por un tiempo su rol de felpudo militar. Su apoteosis
llegó con la concesión del Premio Cervantes (1984)
entregado en mano por el invento de Francisco Franco, el también
militar Juan Carlos I°. Luego, la Legión de Honor
en Francia (1987), el Premio Jerusalem en Israel (1989), el
Premio Menéndez Pelayo en 1997; todos a cargo de gobiernos
que reclaman por los asesinatos de sus connacionales a manos
de la dictadura que Sábato elogiaba. ¿Hipocresía?
Sin duda, pero don Ernesto embolsaba los dólares y volvía
a la Patria.
El resto, es el esfuerzo de los libreros de viejo en Buenos
Aires por transformar las primeras ediciones de los libros de
Sábato en artículos vendibles a precios europeos,
a raíz de que los de Borges se van terminando, los de
Cortázar no levantan vuelo y los de Bioy Casares no los
compra ni la familia.
Pero a nuestro viejo héroe, emblema de las agachadas
progresistas, ejemplo de veteranos entregados, la historia no
le da respiro: le roban no se sabe qué cosa de una caja
de seguridad en un Banco de la localidad de Martínez,
pero fue compensado con un cheque de $1.500.000.- que Cristina
Fernández de Kirchner le entrega a la Fundación
del Museo Sábato (Ver foto derecha de la contratapa).
Don Ernesto ha logrado como pocos construir su lápida
en vida.
Solo nos resta como pago del crédito que tenemos contra
su agitada existencia, que nos ilumine la cara con una sonrisa,
esta vez desde la literatura aunque sea periodística:
poder leer en el diario "Clarín" que, finalmente,
ha muerto.
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