"Aquel a quien los dioses quieren destruir,
primero lo vuelven loco."
Eurípides
Se han intentado múltiples interpretaciones sobre las
causas ideológicas, económicas e incluso psiquiátricas
de la devastadora pérdida de poder del matrimonio gobernante
en un tiempo record, que, medido desde el inicio del conflicto,
hasta la infausta noche del tauromáquico Cleto, apenas
supera los tres meses.
Como tributo a quienes, según Vidal Naquet, hace ya
más de dos milenios inventaron la política, nos
parece oportuno retomar algunas fuentes de la mitología
y la tragedia griega en el análisis de estos recientes
sucesos, para observar que nada ha cambiado demasiado.
En la cosmología griega, la vida humana estaba regida
por las Moirae (nombre que significa parte o lote), mejor conocidas
como Parcas en su equivalente romano, míticas ancianas
de desagradable aspecto cuya misión era tejer el hilo
de la vida y asignar a cada hombre la porción de fortuna
o de desventura que le correspondería como destino. Así,
Kloto iniciaba el hilado, Lakhesis medía el hilo, es
decir, la duración de la vida y la terrorífica
Atropos lo cortaba, produciendo la muerte.
Pero el hombre es, por naturaleza, envidioso de los poderes
y de la eternidad del Olimpo y reivindica para sí la
esencia de los Dioses. Allí aparece lo que los griegos
llaman Hybris, figura propia del humano que representa el exceso
y la violencia, la falta de mesura, generalmente en el acceso
a los bienes y placeres materiales, la pretensión del
mortal de exceder o superar aquella parte o porción estipulada
por el Destino. En política, su formulación designa
al déspota, tirano y opresor de los débiles, el
que ha confiscado la ciudad para su provecho.
Esta arrogancia imperdonable no puede pasar inadvertida, sino
que encuentra su merecido castigo en Némesis, la Diosa
de la Venganza, encargada de equilibrar el platillo de la balanza
aplicando los principios de la justicia retributiva, otorgando
mayores dones al desdichado y privando al venturoso de goces
no merecidos.
Pero antes, una previa humillación de los Dioses al
género de los mortales: no le alcanza a la perversa Némesis
simplemente con aplicar una pena a tamaño desafío,
sino que encuentra su mayor goce en la degradación de
la víctima, en el instante que precede a la expiación,
al hacerla tomar conciencia de que el final resulta inexorable.
Podemos preguntarnos cuándo cayó en Hybris el
poder oficial. ¿Habrá excedido su parte asignada
por el Destino cuando después de la pesca, el juego,
el petróleo, el agua, la electricidad, el transporte
en todas sus formas, fijó su atención en la producción
agropecuaria? Sólo el Olimpo lo sabe.
Pero hay algo que los responsables del Gobierno siguen haciendo
bien, aunque a todos sorprenda, aunque escape a la comprensión
de quienes se creen lúcidos y mentalmente equilibrados.
Hacen bien al mantener, contra viento y marea, esa férrea
negativa de la realidad, el empecinamiento en lo que prácticamente
todos los demás denominan error o fatal intransigencia.
Hacen bien y no sólo lo saben ellos, sino que lo sabemos
todos. Porque el reconocimiento de la Verdad, no es ni más
ni menos que el preludio, el minuto previo, al castigo del final.
Fingen quienes se dicen "coherentes", al expresar
que una rectificación K -o gesto magnánimo como
llaman los aduladores- traería alivio a los gobernados,
les permitiría respirar, aflojaría las tensiones,
permitiría modificar las cosas a un estadio de alegría
y prosperidad y el acceso a un futuro dorado, con cuántos
más bienes y fortuna podamos imaginar.
Todos sabemos que estas promesas de quienes se presentan como
sabios y racionales son falsas. Porque en la cosmología
griega, al contrario de la fe cristiana, nada detiene al castigo.
Carece del alivio de la redención o el gesto espléndido
del perdón. Y antes que todos nosotros, son ellos quienes
primero lo saben.
Por eso, en tanto han perdido el gobierno de los hechos, y
antes que una supuesta lucidez los conduzca al final irremediable,
se refugian en el único reinado que les queda: el de
las palabras. Como dice el ingenio popular, el papel sigue aguantando
todo. De este modo, construyen con el verbo, con la alusión
al "modelo de distribución", la "profundización
del cambio" y cuanta frase fútil les escuchamos
repetir, lo que ya no puede formularse ni en la construcción
política ni en el paradigma de una economía sustentable.
El Olimpo, no obstante, es un rival desigual y siempre tiene
resquicios por donde socava la perseverancia del voluntarioso
y desafiante Prometeo. Sus maneras son excéntricas e
inesperadas, dan por donde más duelen.
Todos esperan un contendiente político, gremial o con
poder económico que defina la encrucijada. Quizás,
la burla sea mayor, y el adversario se manifieste con la módica
usurpación del Reino de la Palabra.
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