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QUEMA DE PASTIZALES Y CORTINA DE HUMO

Recientemente una ola de incendios en el Delta bonaerense y entrerriano llamó la atención de todo el país. Pero no nos engañemos: esto sucedió solo porque el humo llegó a la ciudad de Buenos Aires y porque molestó a sus habitantes. Dicho de otro modo, el tema fue noticia porque generó preocupación en la Capital y no por lo que esos incendios implican desde el punto de vista ambiental para todos los argentinos. De hecho, las noticias se centraron más en cuántos incendios hubo, en dónde y qué nivel de toxicidad tenían que en tratar de esclarecer quiénes fueron los responsables y por qué esta vez el humo llegó hasta el corazón de “La Reina del Plata”.

 

Fuegos hubo siempre…

Desde que el ser humano lo descubrió, el fuego fue una de las herramientas más antiguas y fundamentales. Donde hay pastizales, se lo usa. En el Delta, por ejemplo, su aplicación es habitual entre los ganaderos. Quemando los pastizales se puede mejorar la pastura ofrecida como forraje para el ganado y, por consiguiente, se mejora la actividad productiva. Los ganaderos buscan lograr el rebrote, que es obviamente mucho más nutritivo que los pastos secos, tan poco apetecibles para el ganado. Por eso, el uso del fuego con este fin es una práctica de manejo de pastizales muy antigua, no sólo en los del centro-norte de nuestro país, sino en varias regiones del mundo, porque sus beneficios están suficientemente comprobados.

 

Fuegos buenos y fuegos malos

Es decir, que el fuego como herramienta puede ser muy útil. De modo que las quemas pueden ser buenas o malas según sean realizadas. Por eso, no hay que temerle tanto al fuego como a quien lo genera. Para que un fuego se realice responsablemente hay que contemplar varios aspectos. Algunos de ellos son: la temperatura del aire, la dirección y velocidad del viento, la humedad del aire, la precipitación y el contenido de humedad o agua del suelo. Estos factores, aunque están fuera del control humano deben ser conocidos y tenidos en cuenta. Además, hay que tomar otros recaudos ineludibles, como el saber asesorarse sobre cómo, cuándo y con qué técnica conviene usar el fuego (el INTA cuenta con técnicos especializados en fuego). Por ejemplo, los fuegos frontales con viento a favor queman rápido y afectan poco al suelo. Por el contrario, hacerlo viento en contra implicará que avance más lentamente. Lo importante es saber qué técnica conviene aplicar de acuerdo al tipo de pastizal y a las condiciones climáticas de la región. En función de ello se deberá determinar la cantidad y calidad del combustible, la fecha y estación del año y la hora de aplicación de la quema. Previo a ello, habrá que verificar las condiciones climáticas del día (en particular, la dirección y fuerza del viento), notificar a las autoridades locales y a los vecinos sobre el día en que se realizará el fuego (para que estén prevenidos), contemplar medidas preventivas (como contrafuegos) y contar con un plan de emergencias, contingencias o eventualidades (para no improvisar).

Está claro, entonces, que los cientos de focos simultáneos en el sur de Entre Ríos y norte de Buenos Aires no fueron hechos con los recaudos mencionados. Es más, son un claro ejemplo de una situación mal manejada. Y no solo por el fuego, sino por algo más grave: el desarrollo agropecuario no planificado, en pleno avance desordenado.

 

¿Planeamos o improvisamos?

Es muy sencillo: cuando no se planifica se improvisa. Nuestro país cuenta con unos diez millones de pobres y la única fórmula conocida para aliviar o resolver la situación de esa gente es con el desarrollo. Pero no cualquier desarrollo, sino uno sustentable, viable económicamente, solidario socialmente y ambientalmente responsable. No es lo que estamos viendo, desde ya, porque para que un modelo de desarrollo agropecuario sea sostenible se requiere de planes de ordenamiento territorial. Vale decir de un plan basado en el relevamiento y conocimiento del territorio geográfico, identificando sus distintas aptitudes y proponiendo las actividades productivas más adecuadas para ellas. Esto de la mano de una red de reservas naturales y corredores biológicos que garanticen el impulso productivo de la mano de la conservación de la riqueza natural argentina. Podrá imaginar el lector que estamos muy lejos de ver esto porque más bien vemos lo contrario: una expansión improvisada de la frontera agrícola, de la mano de los cultivos “de moda”, los que demanda el mercado internacional. Y no nos engañemos: la culpa no es de la soja, que es una pobre planta que hoy por hoy es una de las estrellas del mercado agrícola. Hoy es la soja y mañana puede ser el maní. Uno nunca sabe… Está claro, igual, que la culpa es del Estado argentino que no planifica y de los productores que acompañan la improvisación en lugar de garantizar suelos fértiles y agua potable a largo plazo. Cuando manda el dinero la necesidad no deja espacio a la razón ni a la planificación. Así nos va…

Sucede que estos incendios constituyen el síntoma indirecto de ese avance agrícola que desplazó a la ganadería hacia sitios hasta ahora marginales como el delta, donde ahora se habla de más de un millón de vacunos. Y es así como la práctica del uso del fuego llegó a esta región, donde hasta hace poco tiempo no era habitual. Por esto, el problema que hoy nos afecta, tiene una fuerte vinculación con la política de desarrollo agropecuario que tiene vigencia en nuestro país, donde muchas veces las consecuencias ambientales y sociales no están debidamente medidas.

Es fundamental que el diálogo accidentado entre el sector agropecuario y el Gobierno Nacional se retome incluyendo la problemática ambiental y social que el actual modelo de desarrollo está generando, y que de una vez por todas, se discuta cómo alcanzamos la sustentabilidad de las actividades productivas primarias. Una sustentabilidad, que debe abarcar los aspectos económicos, sociales y ambientales por igual. Y estas últimas no están siendo atendidas. Así lo reclamó la Fundación Vida Silvestre Argentina.

Por eso es fundamental que se defina un modelo de desarrollo equilibrado, no sólo regido por las leyes del mercado. Y ese modelo debe estar acompañado por un marco normativo adecuado (que prevea situaciones como la actual), capacitación, y mayores controles.

Mientras esto no ocurra seguiremos improvisando y pagando por ello.

 

¿Y los responsables dónde están?

Es importante que el Estado (municipal, provincial y nacional) identifique a los responsables de los incendios intencionales y les sean aplicadas sanciones desmoralizantes o desalentadoras. Mientras esto no ocurra, seguirán los incendios descontrolados. Los impactos de los incendios irresponsables son ambientales, económicos y sociales. Algunos de ellos, irreversibles. Y hay que recordar que este tipo de fuegos están penalizados por el Código Penal (arts. 186 a 189, delitos contra la seguridad común y estragos culposos). En la medida en que haya impunidad, esta situación va a continuar. Si lo que sucede no activa medidas de prevención por parte de Estado, de control y de aplicación de la ley -con sanciones ejemplificadoras y desmoralizadoras para los potenciales responsables- , lo que hoy es noticia se va a transformar en parte de la cotidianeidad.

 

Daños graves y expectativas grandes

La superficie afectada en esta ocasión fue cercana a las 100.000 hectáreas. Para los especialistas es alarmante, dado que arrasó con gran parte de una región ecológica específica, distinta a todas las demás de la Argentina: la denominada Delta e islas del Paraná, con ecosistemas frágiles y especies amenazadas de extinción como el ciervo de los pantanos.

Ante estos hechos, existe una necesidad: la de compensar los daños ambientales. Una forma concreta es creando y fortaleciendo varias reservas naturales. Por ejemplo, Entre Ríos debería crear una o varias reservas en el bajo Delta entrerriano, donde se encuentran, por ejemplo, las últimas poblaciones entrerrianas de ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus) cuyo hábitat natural, son justamente pajonales y embalsados como los afectados por el fuego. Por su parte, la Provincia de Buenos Aires debería redoblar la apuesta del Municipio de San Fernando para que el área núcleo de la reserva de la Biosfera del Delta tenga mayor nivel de protección que el actual. Y, finalmente, el Estado Nacional podría ampliar el Parque Nacional Pre-Delta y la Reserva Natural Estricta Otamendi, cuyas superficies son pequeñas frente a los desafíos y amenazas ambientales de la región.

Si la vocación por administrar los bienes públicos se antepone a los intereses particulares las autoridades provinciales y nacionales pronto podrán darnos más de una alegría.

 

¿Cómo seguirá esta historia?

Difícil saberlo. Hemos atendido este problema porque el humo llegó a la Casa Rosada. Podríamos tomar esto como un mensaje para aprovechar mejor este momento de definiciones de fondo en torno a la crisis del campo. En buena hora que se analice el tema de fondo, pero no es atinado dejar de lado el tema ambiental. De hecho, deberían ser invitados a las reuniones clave con las altas esferas del gobierno a los representantes de universidades, centros académicos, institutos de investigación, el INTA e, incluso, a las organizaciones no gubernamentales para que –juntos- contribuyan a delinear un modelo de desarrollo sustentable serio y en un país predecible. ¿Es mucho pedir?

Claudio Bertonatti

 

La nota de nuestro Colaborador Claudio Bertonatti, quien lleva puesta con pasión la camiseta ambientalista (que no es la de “Greenpeace” a la que son adictos los Mefistos argentinos de lo “políticamente correcto” o colonialmente saludable) esta presidida por la seriedad de un profundo conocedor del tema y por el optimismo de quien se resiste a creer que la realidad no puede mejorarse. Posiciones ambas que celebramos. Por nuestra parte queremos destacar que la búsqueda de responsables debe incluir a: 1) Todos los responsables: es difícil creer que un viejito con un bidón de nafta pueda quemar casi 100.000 hectáreas que incluyen vastos humedales (es decir suelos de baja permeabilidad cubiertos por agua poco profunda), 2) A Romina Picolotti, Secretaria de Medio Ambiente por incumplimiento de los deberes de funcionario publico y por falta de idoneidad en el cargo. (Como los dioses son dueños de un humor cruel, hay que recordar que Picolotti “nace a la política” con los cortes de los entrerrianos de Gualeguaychu contra las pasteras del Uruguay, cortes dinamizados en ese momento por…Alfredo de Angelis); 3) A Daniel Scioli, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, por los mismos motivos, aun cuando no se lo pueda someter a proceso judicial por ser felpudo del gobierno central (¿creyó que la quemazón era de otra Provincia?). El Gobernador menemista-duhaldista-kirchnerista, se parece demasiado a un frankenstein de la política: formado por cadáveres y casi termina en un incendio.
Por otra parte no es menos cierto que la quemazón desnuda, como bien señala Bertonatti, la irracionalidad de un sistema, donde falta planificación tanto del Estado como de los productores, lanzados a la caza irracional de la renta agraria sin importar sus consecuencias. Este es el capitalismo que tenemos, el “modelo de acumulación con inclusión” según la vacía terminología pseudo-“marxista” de la Presidente (quien quizá olvida, ¿o no?, que la acumulación originaria de capital que historio Marx se basaba en el latrocinio y en el despojo violento). La pregunta final de Claudio en su artículo, no es difícil de responder. Aunque ni el ni nosotros cejaremos en el optimismo.

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Lo último de Número 6 – Mayo 2008