Política

Has ut dicant fuisset percipit. At usu iusto iisque mandamus, simul persius complectitur at sit, aliquam moderatius elaboraret ne eos. Sea albucius definitionem ne.

/

EL DOLOR PARAGUAYO

A mediados de los años 40 el paraguayo Arnaldo Valdovinos publicaba en Buenos Aires “La incógnita del Paraguay” <Editorial Atlántida, 159 p.> y levantaba su acta de acusación contra el desconocimiento de la realidad de su tierra. En ella resultaban imputados propios y extraños. Comenzaba su diatriba con la exaltación de la lengua por excelencia, el guaraní, sus mitos, la población indígena, para culminar con las desgracias sociales y económicas que azotaban a la población. En el justo reclamo de Valdovinos tenía bastante que ver la reacción contra la superficialidad de ese gran confundidor que fue el peruano Luis Alberto Sánchez: éste, en su Historia de la literatura americana (Desde los orígenes hasta 1936) <Chile, Ed. Ercilla, 1937; 631 p.> se “ocupa” de la literatura local bajo el mote «La incógnita del Paraguay». Años después Roa Bastos acuñaría la expresión “isla rodeada de tierra” -lo que tornaba la insularidad paraguaya aún más profunda- y también levantaría su acta de acusación contra la desidia de los que él mismo llamaba “los indagadores de la cultura”. En medio, el brasileño Walter Wey retomaba el modelo de la extrañeza en La poesía paraguaya. Historia de una incógnita (1951) < Montevideo, Biblioteca Alfar, 1951, 109 p.>.

Lentamente, y luego de la Guerra del Chaco, propios –como Natalicio González- y extraños (aunque no tanto) –como Raúl Amaral- entre otros, “despejaban la incógnita”, que no era tal, sino grosera estupidez de la “intelligentzia”, el verdadero azote latinoamericano.

Claro que, Paraguay incluido, seguimos siendo los más desconocidos para nosotros mismos: ¿que significan para la burrada universitaria-periodística los siguientes nombres? Jenaro Abasolo, Clarence Finlayson, Juan Rivano, Ignacio Pane, Eligio Ayala, Oscar Creydt, Franz Tamayo, Almaraz Paz, Carlos Montenegro, Real de Azua, Mario Sambarino, Guillermo Stewart Vargas, Carlos Disandro, Eggers Lan, Manuel Gonzalo Casas…Y nos limitamos a pensadores del “sur del sur”. Remontar hacia Perú, Ecuador Colombia, y más allá, sería obligarlos a descular el misterio trinitario sin haber pasado por la iglesia.

Hoy las cosas se han emparejado y la burrada ejemplar es la misma en cualquiera de los países de “Nuestra América”. Si a la ignorancia le agregamos la estupidez y la incapacidad de nuestros gobernantes, estamos más cerca de comprender el drama que flagela por estos días al Paraguay.

 

DE STROESSNER, DICTADOR BRASILERO A LUGO PAYASO CON SOTANA.

La caída de las dictaduras latinoamericanas en la segunda mitad del siglo XX, fue sustituida por una forma más sutil de exclusión de pueblo: la democracia de partidos, generalmente con la alternancia de dos partidos en el poder y la subsiguiente disgregación de los mismos; alzando con sus remanentes – en combinatorias a lo Frankenstein- a distintos elementos marginales (en variadas facetas) a la presidencia de las naciones: Fujimori, Evo Morales, Kirchner, José Mugica, Ollanta Humala y por supuesto Fernando Lugo en el Paraguay.

La caída de Stroessner, culminando su ciclo impresentable a manos de un pariente rápidamente bendecido por el Departamento de Estado norteamericano, no hizo cesar la inestabilidad política a la que amenazaba finiquitar la “democracia”. Escándalos y asesinatos bautizaron al naciente republicanismo post-stroessner, pero con un detalle socarrón: era igual a los distintos escándalos y crímenes que se sucedían en las otras “democracias” latinoamericanas. Cuando el cansancio popular arrimaba la situación al límite del estallido, la corporación política aupó al curita Lugo, remedo subtropical del otro curita antillano, Jean-Baptiste Aristide, quien pasó de “teólogo de la liberación” a perro faldero de los EEUU.

El cura guaraní se alzó como alternativa ética –luego de enfiestarse con las acólitas de su parroquia, preñarlas y no reconocer a sus hijos- contra la corrupción de sus contendientes en las urnas. Una joda. Lugo demostró ser un inútil, como la mayoría de los gobernantes del cono sur. Un bandido más del sistema político.

Cuando en la década de los 50 Rodolfo Mondolfo decía a propósito de la Unión Soviética, que “el mal está en el sistema”, los chihuahuas del PC argentino lo tildaban de revisionista (como si eso, en la Argentina, significara algo): pero Mondolfo tenía razón. Hoy señalar que el mal de la “democracia” está en el sistema de partidos políticos acarrea como mínimo el mote de “anti-democrático” (como si eso en la Argentina de hoy y a la luz de la práctica del Gobierno, significara algo). Pero el mal está en el sistema: porque los delitos de los políticos profesionales, más allá de los detalles que aparecen cotidianamente en las tapas de los periódicos, son la consecuencia tolerada del sistema de exclusión del pueblo del gobierno, no de las consecuencias nefastas de los actos de gobiernos de los “políticos”.

Desde estas misma páginas se señaló el fraude a la voluntad popular consagrado por el artículo 22 de la Constitucional Nacional (“El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”) sobre el que se montó la legislación de partidos políticos; restringiendo siempre la posibilidad de una democracia crecientemente directa sustituyéndola por las “internas partidarias”, donde una minoría de crápulas sostenidos por dinero de origen oscuro pero no indeterminado, imponen “el candidato” a la totalidad de pueblo. El sistema en Argentina se vio bastardeado aún más mediante la designación a dedo (Kirchner por Duhalde) o la herencia familiar (Cristina Fernández de Kirchner por el marido). Eso sí, las “urnas” después “legitiman” (!!).

En Paraguay, la Constitución Nacional, el “cuadernito”, no le va a la zaga a la nuestra. El sistema es de representación y ésta es el de los partidos políticos

 

TU HISTORIA YA FUE CONTADA

Lugo, que llega al poder con una alianza de pequeñas agrupaciones políticas – la parcelación del “mal del sistema”- constituyó una gran decepción para los paraguayos: fiel al estilo declamatorio del progresismo zonal teñía la realidad con discursos utópicos, mientras el Paraguay de la riqueza en pocas manos crecía excluyendo a las muchas manos que la producían.

Lo curioso es que la inmigración paraguaya a la Argentina, a pesar de la crisis Argentina y del crecimiento de la economía paraguaya en el mismo período, no solo no se revirtió sino que aumentó: un signo de la concentración de la riqueza más allá del Pilcomayo y de exclusión económica, social y política.

El día anterior a la “echada” de Lugo por un golpe de estado “institucional” (no muy distinto que al que dio Fujimori en Perú o el Parlamento local, que integraba la actual presidente Kirchner, convalidando la atropellada contra de la Rúa), el felpudo kirchnerista Agustín Rossi hablaba del temor que generaba en los argentinos las actitudes de Moyano al convocar al paro del transporte de combustible y de caudales: es que el fantasma de la inestabilidad política más allá de la “legitimación” de las urnas se imponía hasta a estos energúmenos. Claro que la cólera (¿o miedo?) estalló con la insonora caída del curita. Mientras los astutos brasileros llamaban a la calma ante la “situación compleja” de Paraguay, los chimpancés del circo bonaerense rápidamente reclamaron lo imposible: la restitución del Lugo. La realidad se estaba volviendo espejo.

Nuestros vagos del “Congreso de la Nación” votaron el repudio, mientras los brasileros se acoplaban a la exclusión de Paraguay en la próxima reunión de “Unasur”, el sello de goma. ¿Cuánto daño puede hacer la exclusión de las reuniones de un “sello de goma”, mientras se siguen haciendo los negocios habituales? La diferencia la hace tener una clase nacional especializada en política exterior (Itamaratí) o un inútil sionista sirviente de dos patrones, al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino.

Mientras, Lugo –como tantos otros politicastros de su especie- busca su elección como Senador para escaparle a la justicia. El mal está en el sistema: lo que posibilita el delito es lo que protege a los delincuentes.

No está demás a estas alturas recordar otras payasadas gubernamentales de que avergonzarnos: El viaje de Néstor Kirchner a las selva colombiana ataviada con una primorosa vestimenta de cuasi-combatiente para el “rescate” de secuestrados de la FARC…y la vuelta con las manos vacías. O el viaje a Honduras para “reponer” al liberal reaccionario Manuel Zelaya, echado a patadas por otros reaccionarios más descerebrados que él…y la vuelta con las manos vacías. O el apoyo a Correa en Ecuador, hoy sólidamente dolarizado y “custodiado por expertos” del Ejército, que le permite al cholo norteamericanizado bramar “progresísticamente” mientras se entrega al poder imperial como una de las tantas prostitutas sudamericanas.

Tenía razón Marx, tiene razón Cristina Kirchner que lo repite sin comprender: la historia se repite como tragedia.

 

/

CRITICA DE LA “MILITANCIA”

Por ROMAN CORREA
En el país de la burguesía “tetera” cuya máxima expresión es la falsamente llamada Unión Industrial Argentina (ya que carece de los tres conceptos) seguida de cerca en ambición por el sello de goma llamado CGE, su pendant ideológico no podía ser otro que la “militancia” rentada. Si los primeros están prendidos como garrapatas a la teta del Estado y junto con sus funcionarios se dedican a esquilmar las arcas públicas (en nombre de la “producción” y el “trabajo”, unos, y del “modelo” y la “inclusión”, los otros), a los “militantes no les queda más remedio que simular la “lucha” (que nunca iniciaron) y, billetera mediante, apoyar a la “burguesía nacional” y al “estado popular”.

Contra toda lógica, ya que estamos desandando el siglo XX, rumbo al XIX para acercarnos a los arcaísmos bolivianos y nicaragüenses, la posmodernidad -algo deformada- llegó al puerto colonial: “el gran relato” nacional y popular se ha fragmentado en una multiplicidad de pequeños relatos virtuales donde conviven periodistas asalariados que se autodenominan “independientes” o “militantes” -en realidad tránsfugas de un vago progresismo literario que se han convertido al oficialismo kirchnerista (como si esto significara algo más que un salto hacia el plato de porotos) o en neoconversos de la oposición mediática (como si esto significara algo más que un salto hacia otro plato de porotos)-, junto a impresentables bandidos de la política que reciben el nombre de “legisladores” (¡!??), o bien “ministros”(¡!??) o “gobernadores”. Con ellos convive la figura de una Presidente que parece haber perdido el timón del barco y el dibujo de un Presidente extinto adentro de un traje de buzo.

¿Cómo se llegó a esto?

Los “militantes” (léase “la cámpora”, “la kolina” y cuanta intrascendencia política pueda nombrarse, autoproclamada “nacional y popular” mientras cobra sueldos del Estado, en forma directa o indirecta son como los comedores de deshechos ideológicos condenados por sus jefes a alimentarse en un CEAMCE literario: su ingesta es el desperdicio en mal estado hace tiempo echado al abandono.

La denominada “resistencia peronista” (1955-1973) se amasó con miles de militantes que no solo no cobraban (salvo cárcel y garrotazos) sino que las más de las veces ponían (plata y testículos). NO HAY MILITANTES EN NINGUN OFICIALISMO: O SON CUADROS O SON PUSILANIMES RENTADOS MEZCLADOS CON GRUPOS DE CHOQUE (alternativas estas últimas que no requieren ninguna preparación política, la que sí se le exige al cuadro político, sea cual sea el ámbito en el que le corresponda actuar). El peronismo tuvo de ambos, pero nunca confundió los conceptos. Los cuadros se fueron extinguiendo, biológicamente o por cooptación en las distintas “administraciones” del régimen “republicano” a partir de 1983. Lo que sobrevivió fue el pusilánime rentado y el lumpen todoterreno, apto para borracho del tablón, patota sindical o pechador del bandidismo al servicio de los “políticos democráticos”. Ni hablemos si trabaja de puntero, administrando “planes sociales” para enriquecimiento personal, propio y de Concejales e Intendentes.

Mientras el militante peronista (recordemos a César Marcos, Raúl Lagomarsino, a John William Cooke en su etapa nacional, a Héctor Tristán, el mayor Alberte o al Cnel. Federico Gentiluomo, entre los más conocidos que estaban clandestinos, pero en la superficie) mientras ese militante arriesgaba su vida y su hacienda, los “militantes” posmodernos aseguran ambas: la excusa es la defensa del gobierno “popular” fundando éste carácter en el voto -en la legalidad “democrática”- y no en la legitimidad de la justicia social y la independencia del País. Si privilegiaran éstas últimas y no practicaran la revolución de cartón su puesto de lucha (la verdadera, no la del jarabe de pico) es la del militante que combate en todos los frentes a un gobierno reaccionario. Entiéndase: antipopular.

En los 70 el narrador Pablo Urbanyi daba a la imprenta en el viejo Centro Editor de América Latina su libro de cuentos “Noche de Revolucionarios”. En el que da título al conjunto retrata a la pequeña burguesía adocenada, “revolucionaria”, mientras departe en una festichola nocturna en torno a la Revolución y a Carlos Marx, para luego dispersarse amablemente. Si me apuran me atrevería a decir que el fotógrafo era peronista.

De esa escoria intelectual congelada en el retrato de familia que provee Urbanyi, previo paso -los menos- por la “experiencia” sediciosa de la guerrilla, han sobrevivido burócratas actuales del kirchnerismo (algunos con cuentas pendientes de juzgamiento por crímenes de lesa humanidad) e ideólogos de la “carne podrida” como sustento ideológico del “militante”.

En los 90, el profesor de filosofía Feinmann -un glosador un tanto pedestre de mediocres ideas ajenas ¿o las vuelve mediocres cuando las expone?- ensalzaba la figura del “militante” desde una imagen que hoy resulta invertida -pero que el predicador electrónico no denuncia como fracasada-: “El militante respeta el trabajo. No porque sea un sometido, sino porque sabe que en el trabajo está su poder, su organizatividad (sic) y el sentido final de su militancia: la justicia social”. El “profe” está al borde del juicio popular: por incitación al trabajo.

Si con la “democracia” comenzó la fabricación de “militantes” (la “Coordinadora”, los “jóvenes brillantes” de Menem y su rama colateral de la UCeDe , luego los “shushi” capitaneados por Antonito de la Rua, y hoy “la camperita” (ver EL ESCARMIENTO N° 19) también con la “democracia” comenzó la extinción de cuadros de la mano de la defección de los “dirigentes” peronistas de la política nacional. El privilegio de la forma legal en lugar del interés nacional (que ambos términos de la ecuación pueden coexistir de manera no contradictoria lo demostró el peronismo de los 40 ) siguió practicándose en la década berreta que administró el matrimonio Kichner. El estallido de la política a manos de la economía (lo que presupone la endeblez de la política) está arrastrando también el esquema legal, “republicano” al que son tan afectos los profesionales de la política colonial y sus laderos, “opositores” incluídos: pretenden cumplir con “las reglas del arte”, sin reparar que luego viene la autopsia y ellos pueden ser el cadáver. Tampoco son cuadros, ni militantes; algunos pocos, también, apenas son “militantes” …“opositores”.

Es que el “kirchnerismo” (una formula de retórica vacía) privilegió el saqueo de las cajas públicas promoviendo la exclusión (“planes sociales”, trabajo en negro en complicidad con la burguesía tetera, miserabilización de los jubilados y de la vida cotidiana en los grandes centros urbanos, consolidando la vida miserable de las pequeñas comunidades de las provincias feudales) escudado en la declamación de una Presidente con una precaria formación política. La incorporación de la “escuelita pordiosera de actores” capitaneada por una estrellita televisiva en descenso no le ha agregado efectividad a sus mensajes, sino todo lo contrario.

Si el alimento ideológico para la gilada universitaria se constituye con la divulgación pseudorevisionistas de los Pigna, los O´Donnell, los lugares comunes de Galasso, los intentos gallináceos de periodistas de la historia devenidos carne muerta de “institutos” (como el Dorrego), las tonterías de profesores de filosofía que garronean el presupuesto oficial, o el galimatías de Ernesto Lacloaca y la Chanta Moffeta, todo ello promovido desde el Estado y a expensas de la cultura nacional, hay que reconocer que los “militantes”, por lo menos en este plano, no son del todo responsables. Apenas son un ejemplo del maridaje entre la tontería y la inmoralidad.

Lo llamativo del caso (también una expresión de la severa limitación humana) es que la fórmula se repite en países del siglo XIX como Bolivia y Venezuela: ideólogos de escaso vuelo teórico (como el de Linera en el altiplano, un “marxista” vergonzante pero que conoce el valor parisino de la ideología y de los euros) o la utilización de muertos que no pueden defenderse (como el caso de Ludovico Silva en Venezuela) confluyen en un cocido retórico que rodea de una pátina de mierda (como en el cuento “El sueño del Pongo” de Arguedas) a un payaso tropical que habla con un pajarito o a un indígena con pretensiones de monarca.

El vacío ideológico que así se produce -y el consecuente vacío doctrinario- se intenta llenar con el cocoliche marxistoide tan falso en sus orígenes -y consecuentemente en su práctica- como el cocoliche “democrático” en sus variantes “liberales” o “neoconservadoras” (máscaras en realidad que encubren el latrocinio “republicano”).

Los “militantes” fueron enviados a “luchar” en una guerra inexistente armados con un plato de sopa y un tenedor. Cuando el fraude sea insostenible y el alimento se acabe, el futuro es el hambre. Allí, ni el “dios” que profetizaba Heidegger ni el chapulín colorado podrá salvarlos.

La salida de este pantano será dolorosa, aunque no necesariamente larga. Como siempre el poder del cambio está en el pueblo, y dentro de éste en los sectores organizados que hoy, mal que les pese a muchos, están constituidos por las organizaciones sindicales a pesar de la descomposición que presentan por tramos (algunos parecen comicastros de la legua que, al igual que los actores felpudos del “kirchnerismo”, han reforzado sus rodilleras para cumplir mejor su cometido de alcahuetes). Aunque no alcance para seguir, si lo es para empezar.




/

CUANDO BORGES NO ERA BORGES (O la historia fraguada o por qué los “kirchneristas” son borgeanos)

Borges supo pasear literariamente por un amplio espectro de la ideología política que arranca con su celebración de la Revolución Rusa, sustituida al poco tiempo por su también emotiva adhesión al radicalismo Yrigoyenista: algo más tangible para un joven que se veía aupado al reconocimiento social desde un modesto origen en el que predominaban los laureles de un “patriciado” de tercera por sobre las “efectividades conducentes”. Claro que la cosa cambió cuando otros muchos, de aún más modesta condición, ocuparon sin permiso el confortable espacio semidesértico que los incipientes marginales de las clases medias querían disfrutar sin molestias mirando plácidamente hacia arriba. Lo que siguió es historia conocida. El terror orteguiano a las “masas” poco refinadas del peronismo, la protección económica-editorial de una dama afrancesada que abominó de su protofascismo italiano cuando los alemanes ocuparon París (“¡Ah, París”!) y la tríada griega (madre/sexo/ceguera) que dilapidó lo más vital de su existencia, fueron decantando al Borges celebrador de Pinochet y de Videla.

En 1926 publica “El tamaño de mi esperanza” donde recoge trabajos de diversa calidad aparecidos en revistas (Proa, Valoraciones, Nosotros). Es precisamente en “Valoraciones” (pp.222/24) donde publica el artículo que da título a la recopilación (editado por Proa, también en el 26) y que parcialmente reproducimos abajo.

En julio de 1968 aparece en el Boletín del “Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas” (2da. Época, I, 1) un “suelto” de Galo García Godoy titulado “Jorge Luis Borges ¿ROSISTA?” (pp. 4/5) pequeña obra maestra que sin la ironía que la atraviesa sería brulote.

Allí, nuestro ciego ilustre es primero celebrado como singular pionero del revisionismo histórico así como de valiente sostenedor del criollismo en “épocas tristes”, para finalmente ofrecerle la tribuna del Instituto y proponerle el tema de disertación: “Yo y Rosas”, elevando el ego borgeano al rango de potencia.

El salto necesario que le garantizaba la pequeña gloria buscada (la literaria) Don Jorge Luis lo dio con innegable muestras de fidelidad a sus “amigos” de la Revista “SUR”, gente de grandilocuencia democrática-barroca cuando de política se trataba, y de fría pasión por el asesinato de peronistas después del año 1955. En este plano se ubicaron por debajo de la demencia de Martínez Estrada, quien cuando tímidamente criticó los desmanes de Aramburu y Rojas, fue violentamente atacado por el mismo Borges sosteniendo que ninguno peor que Perón podía existir, ni siquiera Aramburu y Rojas fusilando inocentes.

Y a Borges no le quedó otro remedio que el de “quemá esas cartas”: Prohibió de por vida la reedición del “Tamaño de mi esperanza”: ¿Cómo seguir presentándose en sociedad cuando repudiaba “la segunda tiranía” (Perón) si había hecho la apología de la primera (Rosas) con denuncia incluida?

Alguien señaló –en una doble descalificación- que la “vida” del muerto está en manos de sus biógrafos, omitiendo considerar el papel de las viudas del muerto: Gracias a la cónyuge supérstite (La Gran Viuda) el libro volvió a circular extrayéndolo del manoseo masturbatorio de los coleccionistas alentados por otras viudas borgeanas (los libreros) las que, algunas (las menos) con lágrimas honestas siguen llorando la muerte del escritor.

Borges tuvo que traicionarse a sí mismo y tergiversar la historia para subirse al modesto panteón.

¿Cómo explicar si no los siguientes párrafos?

----------------
EL TAMAÑO DE MI ESPERANZA por Jorge Luis Borges
“A los criollos les quiero hablar: a los hombres que en esta tierra se sienten vivir y morir, no a los que creen que el sol y la luna están en Europa. Tierra de desterrados natos es ésta, de nostalgiosos de lo lejano y lo ajeno: ellos son los gringos de veras, autorícelo o no su sangre, y con ellos no habla mi pluma. Quiero conversar con los otros, con los muchachos querencieros y nuestros que no le achican la realidá a este país. Mi argumento de hoy es la patria: lo que hay en ella de presente, de pasado y de venidero. Y conste que lo venidero nunca se anima a ser presente del todo sin antes ensayarse y que ese ensayo es la esperanza.
¡Bendita seas, esperanza, memoria del futuro, olorcito de lo por venir, palote de Dios!
¿Qué hemos hecho los argentinos? El arrojamiento de los ingleses de Buenos Aires fue la primer hazaña criolla, tal vez. La Guerra de la Independencia fue del grandor romántico que en esos tiempos convenía, pero es difícil calificarla de empresa po­pular y fue a cumplirse en la otra punta de América. La Santa Federación fue el dejarse vivir porteño hecho norma, fue un ge­nuino organismo criollo que el criollo Urquiza (sin darse mucha cuenta de lo que hacía) mató en Monte Caseros y que no habló con otra voz que la rencorosa y guaranga de las divisas y la voz póstuma del Martín Fierro de Hernández. Fue una lindísima voluntá de criollismo, pero no llegó a pensar nada y ese su empaca­miento, esa su siesta chúcara de gauchón, es menos perdonable que su Mazorca. Sarmiento (norteamericanizado indio bravo, gran odiador y desentendedor de lo criollo) nos europeizó con su fe de hombre recién venido a la cultura y que espera milagros de ella.
Después ¿qué otras cosas ha habido aquí? Lucio V. Mansilla, Es­tanislao del Campo y Eduardo. Wilde - inventaron más de una pá­gina perfecta, y-en las postrimerías-del siglo la ciudá de Buenos Aires dió con el tango. Mejor dicho, -los arrabales, las noches del sábado, las chiruzas, los compadritos que al andar se quebraban, dieron con él. Aún me queda - cuarto -de siglo que va del nove­cientos al novecientos veinticinco y juzgo sinceramente que no de­ben faltar allí los tres nombres de Evaristo Carriego, de Mace­donia Fernández y de Ricardo Güiraldes. Otros nombres dice la fama, pero yo no le creo. Groussac, Lugones, Ingenieros, Enrique Banchs son gente de una época, no de una estirpe. Hacen bien lo que otros hicieron ya y ese criterio escolar de bien o mal hecho es una pura tecniquería que no debe atarearnos aquí donde ras­treamos lo elemental, lo genésico. Sin embargo, es verdadera su nombradía y por eso los mencioné.
He llegado al fin de mi examen (de mi pormayorizado y rá­pido examen) y pienso que el lector estará de acuerdo conmigo si afirmo la esencial pobreza de nuestro hacer. No se ha engen­drado en estas tierras ni un místico ni un metafísico ¡ni un sen­tidor ni entendedor de la vida! Nuestro mayor varón sigue siendo don Juan Manuel: gran ejemplar de la fortaleza del individuo, gran certidumbre de saberse vivir, pero incapaz de erigir algo espiritual, y tiranizado al fin más que nadie por su propia tiranía y su oficinismo. En cuanto al general San Martín, ya es un ge­neral de neblina pare nosotros, con charreteras y entorchados de niebla. Entre los hombres que andan por mi Buenos Aires, hay uno solo que está privilegiado por la leyenda y que vá en ella como en un coche cerrado; ese hombre es Irigoyen (…)”
---------------------

Como se ve, el abandono de la historia permite luego montarse en los “nobles odios” que profesaba Mitre –fundador de esta clase de religión- contra Rosas, y contra cualquier cosa que lo mente. Pero como la Historia, la narrada, tampoco tolera vacíos, se requiere la tergiversación como paso que sucede al ocultamiento. Borges la elaboró en forma de cuentos y mala poesía o evadiéndose en ensayo donde practicaba en cuotas el ajuste de cuentas con su pasado “rosista-criollista”.

Esta cultura borgeana de la mala fe intelectual ha creado escuela tras su muerte (esperamos que no quede instalada como “borgismo”): La negación del propio pasado, o bien la ocultación de sus aristas que puedan resultar a propios y extraños las más repudiables; sin la honestidad al menos de explicar la causa de los cambios o la naturaleza de las nuevas posiciones, es el pan cotidiano que alimenta a la nueva camada de viejos “progresistas”.

La pretensión de “refundar la historia” como apropiación del pasado, tal como fuera programada por la Escuela mitrista (algo mas que un epifenómeno del proyecto burgués colonial de los 80), hace sus primeros tanteos en la actualidad a partir de la reivindicación de los 70´, el macaneo histórico y la desesperación por crear una genealogía de la izquierda, condenada irremediablemente al fracaso. Todos los grupos y subgrupos, como en el árbol darwiniano, tienen un origen común (en este caso, político cultural: la barbarie, el extranjerismo) pero niegan tener un pasado común, que genera distintas líneas de interpretación historiográficas: las asediadas por el anarquismo, el estalinismo, el trotzkismo, el socialismo…mas todas sus variantes. Lejos de intentar integrarse al coro polifónico que expresa una cultura nacional, en este caso la argentina, la anteojera falso-clasista (hoy léase: la apología de los “movimientos sociales”) es elevada a veces a densidad teológica y con colorido de discusiones de Concilio, constituyendo el puente de plata que los lleva a la auto-alienación consentida sin culpas, y a rebuznar desde el otro lado del alambrado.

Su mejor ámbito para perpetrar esta especie de ejercicio profesional que constituye un medio de vida (en un sentido ecológico) lo constituye el mundo “académico”, con el que no temen intersectar, mediante una especie de técnica del “entrismo” puchereador, pero que tan malos resultados les dio siempre en términos de acción política. Así, conviven en forma alegremente exasperada con el vacío intelectual, la pesadez y las discusiones de la última moda en librerías. ¿La Nación, los trabajadores? Bien, gracias. Como siempre: inexistentes.

Con este nuevo “paradigma epistemológico”, como les gusta decir, de abordaje de las “luchas populares” (de las que estuvieron ausentes), el aventurerismo militarista de los 70 resulta idealizado mientras se pierden en la bruma crímenes políticos, traiciones y delincuencia común que permiten fabricar por descarte un “lado bueno”, mientras que el resto (el videlato y su cría) pasa a integrar “el eje del mal”.

Esta reescritura simplista abusa de muchachos un tanto ágrafos cuyo talento interpretativo está impulsado por la catarsis adolescente, alimentándose de la tardía recirculación de Fanon (un pensador relevante en Argelia, pero Histórico, materia de interpretación, no de aplicación), Cooke y el algo demodé Ernesto Guevara, autores que permiten “oler el peligro” a la vez que facilitan el estentóreo grito revolucionario…pero nada más.

No dar cuenta (los viejos) de su propio pasado, de sus transfugadas, ocultando o tergiversando sus acciones, mientras se abusa de menores (y otros de minoridad mental) drenando una sinopsis literaria en la que no creen, define la “práctica historiográfica” que se pretende instalar desde el Gobierno, de la que hemos dado cuentas reiteradas veces en éstas páginas.

El “kirchnerismo” no solo celebró (y sigue celebrando) a los “jóvenes idealistas” de los 70 (calificativo el de “idealistas”, en política, ya de por sí denostador) sino que aplaudió y dio de comer a gorilas remachados, cómplices morales de los asesinatos de José León Suárez de 1956, del fusilamiento del Gral. Valle y sostenedores de la Junta Militar del 76 como Ernesto Sábato (ver “El Escarmiento Nº 9 Agosto de 2008). Entonces ¿por qué no ser borgeanos?
d.a.

 

/

“Kirchenirsmo” e Ideología

En los años 40 una revista de humor peronista lo representaba a Perón con una capa de superhéroe combatiendo a la Unión Democrática y al Embajador Braden. Perón existía, lo mismo que la Unión Democrática financiada por el Embajador Braden. A fines del 2000 y fallecido el ex Presidente Néstor Kirchner a la “militancia” se le ocurrió que una forma de perpetuar su memoria era asimilarlo al “Eternauta”, héroe de otra historieta, en éste caso de Oesterheld. De ésta forma se vinculaba una narración hábilmente dibujada cuyo final un tanto abstruso se vio afectado por las peripecias del propio autor (vinculado a Montoneros), a un Presidente muerto que no tenía nada que ver ni con una invasión imperial, ni con la lucha contra ella, ni se había perdido en las nebulosas metafísicas de su fracaso como el “Eternauta”.
Se inventó así el “Nestornauta”, un conductor inexistente, una construcción apoteótica del fracaso y de la fuga, en clave de comic (algo que solo se le ocurriría hacer en estos días a los venezolanos). En definitiva el “Nestornauta” con su traje casero de buzo -remedo de un traje espacial- es una figura apta para el vacío, para la falta de gravedad, al que se le encomienda la tarea de hacer frente a invasores extranjeros que nunca llegan porque ya están adentro, hacen de las suyas y el traje impide verlos.

¿Como construir un mito subjetivo (es decir un complejo fenómeno cultural y social, operante en la realidad) con un fallecido al que disfrazaron de astronauta? ¿Esto es serio?

Hoy, los derrotados de los 70 no logran siquiera armar una narración histórica coherente y digna de ser debatida, mientras que su práctica con el transcurso de los años y la cercanía de la muerte mostró, a través de la defensa de los derechos humanos (del extinto Duhalde, el INADI -símbolo nacional del papel higiénico- , las madres y abuelas de Plaza de Mayo, las andanzas de Pérsico, Kunkel, Vervitsky (y tantos iguales) la contextura moral de los otrora “jóvenes idealistas”: El coraje como fuerza motriz que impulsa los dientes -fuertes como los de una tararira- para morder la billetera estatal.

Por si alguno necesita ilustración basta seguir el dragoneo de Foster, Araceli Bellota, Horacio González, Feinmann, Pacho O´Donnell, Pigna , Víctor Ramos y la armada Brancaleone de “periodistas militantes” para corroborar que la irresponsabilidad tilinga, todavía, paga. (1)

La tergiversación del pasado, ejerciendo la venganza a través de la “memoria” voluntariamente selectiva, se materializa como destrucción del presente y pérdida de guía para el futuro. Se trata de la renuncia a la cultura y la renuncia al “tradere” de Gianbattista Vico, la tradición nacional. ¿Como reconocernos entonces?.

Paradójicamente, los “campeones” de la restitución de la identidad (en este caso de la restitución del filum biológico que permite reconstituir una parte de aquella) de los hijos y nietos secuestrados durante la dictadura militar del 76, son los que actúan con la misma lógica implícita de los criminales de esa época. La distancia solamente es de grado.

Algunos espontáneos (porque espontáneamente fueron en busca de los emolumentos estatales) se agruparon en Carta Robada, colectivo de autores que luego de una larga constipación y doloroso esfuerzo anal parió un barbarismo apto para marca de limpiador -de inodoro, ya que estamos-: “Destituyente”. Todavía le están haciendo los análisis para ver si sirve para algo.

Creyéndose intelectuales, solo han podido segregar una mucosidad en forma de confusa ramplonería ideológica. A ellos se les confió la de antemano fracasada tarea de control psico social de la población junto con el tinellismo y el fútbol para todos. Y se lo creyeron.

Ni siquiera pudieron actualizar la volteriana frase de Goebbels (“miente, miente, que siempre algo quedará”) y quedaron trabados con Woody Allen: “mintieron, huyeron y los pescaron”. La pobreza en la elección de este colectivo raquítico instaló desde el principio su triste final.

Fueron los compañeros de ruta del pensamiento “petete” de los comienzos, el de la pedagogía de la señora gorda y arcaica, que cedió luego la posta -sin eliminarlo- a la logorrea agobiante, de cuya tamización surgía una pobre ideología de urgencia, el “kirchnerismo-split”: Licuado en forma de pegamento de mala factura que, al contacto con la realidad, se inutiliza.

Vale la pena meditar la siguiente paráfrasis: El progresista en un peronista sin fe, gorila sin saber y, sin embargo gorila de voluntad. (1)

Pero ninguno de estos muchachos se suicida de vergüenza. Claro que podían alegar que su conciencia no se lo permitía ni antes ni ahora (como al católico General Menéndez en Malvinas) o que la sangre propia los impresiona más que la ajena. Los más viejos saben que el negocio es resistir todo lo que se pueda, en los sillones, y preparar el camino de la propia salvación como se pueda, traición incluida. ¡Atención señora Presidente: la infección está en casa!

Un maricón ilustre escribió un hermoso libro al que tituló en forma imbatible “La realidad y el deseo”. Una verdadera fotografía de la realidad humana, que puede aplicársele sin ningún sobrante al despertar resacoso del “kirchnerismo”.

No quiero dejar pasar una perfecta caracterización de los miembros del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, otro innecesario engendro de pan llevar del “kirchnerismo”, que formulara “Pepe” Muñoz Azpiri: los rebautizó como integrantes del “Instituto Lavalle”… porque están preparando la segunda muerte de Dorrego.
(2) Su origen es Gebhardt, refiriéndose a los marranos.

/

De sindicalistas, docentes y estragos sociales

El paso del tiempo logra sedimentar en la mayoría -dentro de la que me encuentro- viejos resquemores y dolores Y nos permite seguir trillando, sin apartarnos de la huella en épocas difíciles. Ello no nos releva -claro- de criticar lo criticable, ensalzar lo bueno y aceptar resignadamente lo que no se pudo evitar. No se trata de una introducción lacrimógeno-estoica sino el programa de aceptación realista de los acontecimientos grandes y pequeños que nos determinan.

Pasado un tercio de siglo del golpe militar del 76, aun se pretende alimentarnos con lo peor de aquella década. Los viejitos nostálgicos, fracasados y bien alimentados, siguen torciendo la historia para alimento de jóvenes sin futuro, condenados, como los curitas de barrio, al innoble celibato político disfrazado de causa heroica. Alguno señaló que la dictadura liquidó a una parte de una generación y que la democracia subsiguiente imbecilizó a las dos siguientes (y vamos por la tercera). Suponer que la milicada asesinó a lo “mejor” de aquella generación es un insulto para los que quedaron vivos; del mismo modo que los que se han sustraído a la marea reductora del democratismo no pueden ser amontonados con el subproducto de la juventud alfonsinista-menemista-kirchnerista. “La Coordinadora” (Alfonsin), “los jóvenes brillantes” y la juventud de la UCD (Menem) y “La Cámpora” (Kirchner) son el reflejo patético de lo que la democracia de políticos coloniales pueden hacer con los jóvenes ambiciosos: entrenarlos para el crimen.

Es la peor herencia de la dictadura militar: el miedo, enmaridado con la miseria moral pequeño burguesa.

Si durante el gobierno radical sus jóvenes aprobaban el robo de bancos, el de las manos de Perón, el armado de copamientos sediciosos (La Tablada), la creación del Mo.Ra.Ca. (Movimiento Radical Cadenciado: una forma de no nombrar a los pobres), y los jóvenes menemistas se robaban lo que podían, cantaron loas a la alineación automática con los EEUU, y consideraron a su pueblo carne de ganchera, la “juventud kirchnerista” resulta el precipitado de todos estos antecedentes. El discurso “progre” no es distinto al de la “Coordinadora” (la que no podía reivindicar abiertamente los 70 por razones obvias), pero la práctica del latrocinio es la misma que la de los radicales y menemistas.
Cuando esta pequeña ola pase, y algunos de ellos quede preso, la mayoría como sus predecesores hará del camaleonismo su emblema: No puede haber militancia con sueldos de privilegio, ni revolucionarios hasta el primer tiro.

 

GREMIALISMO

Con algunas estructuras debilitadas, pero manteniendo más o menos intactos sus núcleos ideológicos (no solo la doctrina peronista) los Sindicatos sobrevivieron a la atropellada militar, dejando en el camino la mayor cantidad de víctimas de la represión. La masacre fue la precondición para que los civiles cómplices de la Dictadura instrumentaran el Plan económico cuya cabeza visible era Martínez de Hoz. Después, un incapaz como Raúl Alfonsín creyó llegado el momento de la atropellada final con un Lorenzo Miguel cautivo (del caso Dubchak) y una CGT dividida (como de costumbre en estos casos). Trenzando su propia soga Don Alfonso terminó prófugo del gobierno, pidiendo que lo salvaran de la parrilla a la que se había subido, después de creer que había engañado a todos (los votos, en especial en Argentina, son un jarabe que provoca alucinaciones). Menem se encontró con la sumatoria de los desquicios militares y radicales en el campo económico, social y político y logró rápidamente (después de sofocar un alzamiento militar) la sumatoria del poder público como en las peores crisis de la República Romana. Y el gremialismo no escapó a las generales de la ley: con el palo y la zanahoria logró la mitad de los paros que le hicieron a Alfonsín (aunque uno haya durado 36 horas).

La historia deja enseñanza. Quien quiera aprender, que aprenda. La lucha gremial nos muestra que en los períodos de crisis y persecución la dirigencia sindical se comporta mayoritariamente -y esa es la clave de su éxito- de manera conservadora y revolucionaria a la vez. Conservando las estructuras gremiales sin embarcarse en aventurerismos, y revolucionando el medio de modo tal que los gobiernos terminan acosados por una suerte de “guerra de guerrillas” gremial aparentemente interminable, pero con plazo fijo determinado por el agotamiento del tiempo político o legal.
La represión los vuelve sabios, y termina siendo la misma represión la mortaja del gobierno represor. A los militares se les terminó el carretel y a Menem lo salvó el gong (a Alfonsin, no tanto).

Los períodos de bonanza, en cambio aceleran los procesos de burocratización y corrupción que -paradójicamente- suelen desembocar en la renovación de las cúpulas gremiales, por variados motivos: desde la cárcel, hasta la expulsión y la renovación democrática de autoridades.

Como corporación -sin ninguna connotación peyorativa- firmemente arraigada en la realidad filtra en sus estructuras también los elementos negativos de esa realidad: si la ausencia estatal en el mantenimiento del orden y la represión del delito permite la impunidad en las calles y la complicidad gubernamental en su ejecución, nada distinto sucede en los ámbitos gremiales cuando desde allí no existe participación en el diseño de una política nacional, ni oposición a una política antinacional.

La bonanza ha generado crímenes en los sindicatos: desde la adulteración de medicamentos, estafas varias, hasta asesinatos, dentro y fuera de los gremios y con alguna estructura estatal atrás, protegiéndolos. Basta repasar en los dos últimos años la cantidad de gremialistas muertos en las estructuras de conducción para considerar que el azar no tiene nada que ver con el resultado. Como alguno señaló agudamente: “en los 60 y 70 se mataban por política y por las minas; hoy, por la caja”. ¿El Estado? No llama a Sherlock Holmes. Lo llama a Locles. Recordemos que el Estado no es una argucia de abogados: son personas concretas que (no) toman decisiones.

Hoy la inseguridad de nuestra década en curso (los 10) es heredera de la brutalización física de los 70 y los 80. Los asesinatos selectivos (los de la guerrilla para fijar el doble poder y los de los militares para fijar el terror entre la población), contribuyeron a desvalorizar la vida argentina. Es altamente probable que la muerte de civiles haya sido proporcionalmente mayor en los años democráticos que durante la miserable dictadura Juntista. Pero mientras en relación a aquellos no existía freno posible porque eran motorizados por los aparatos estatales y paraestatales y por los aparatos de la guerrilla (cesados mediante la traición, que posibilitó su casi exterminio), los muertos civiles de la democracia pudieron ser evitados en su mayor parte por los aparatos del estado democrático.
La renuncia a hacerlo guarda relación no solamente con la renuncia a sus funciones, sino al intento de mantener a la población en ascuas, preocupada en una cotidianeidad alienada, con una capacidad de resistencia relajada y fácil de enloquecer mediante una cultura de espectáculo teatral. Lo mismo hacía Hitler en sus concentraciones: Una masa cansada luego de largas horas muertas de espera escuchaba el mensaje delirante de quien en definitiva los iba a llevar a la hoguera (un flautista de Hamelin fracasado).

El Gobierno amaga enfrentarse con un sistema gremial constituido por un conjunto de elementos heterogéneos pero flexibles, desconociendo que “este sistema constituido por un conjunto de elementos heterogéneos pero flexibles” ha sido la tumba de Gobiernos de distintos orígenes pero con un denominador común: el antiperonismo.

La expresión “el negro destiñe” -cruzada por un resabio racista- incluye una alta dosis de sabiduría popular: significa que tanto el blanco disfrazado de “negro” (ejemplo: el progresista, el indigenista, el negrista) como el negro que esconde su blanqueado (Ejemplo: Obama, Evo Morales o Correa) más temprano que tarde mostrarán su verdadera hilacha.

Y aquí, nosotros palpamos que el negro destiñe: Cuando la Presidente alegó que la Constitución del 49 (a la que llamó la “Constitución de Sampay”: ¿Quién le enseño eso: Pigna, O´Donnell, el Director de la Biblioteca Nacional? -no se me ocurren otros: Rájeles, señora), no solo cometió un error conceptual (1) sino que el libreto parece esconder cierta limitación de apreciación política. (2) Lo que no deja de ser grave por la indefensión en la que deja a mucha gente a la que debe proteger.

-En primer lugar, las huelgas existían antes de Perón (los trabajadores no necesitaron nunca el reconocimiento de ese derecho);
-El derecho de huelga, más allá de su reconocimiento en cualquier Carta, es un derecho que no necesita redactarse, ponerse por escrito, para ser operativo. Es un derecho “natural” (y así fue considerado por el peronismo) por que sí; como la lucha por la existencia, formando parte de ella.
-A PERON LE HICIERON MAS HUELGAS DE LAS QUE LOS MISMOS PERONISTAS QUIEREN RECORDAR.
-El derecho de huelga fue reconocido (después de derogar la Constitución de 1949 e intervenir con tanques la Confederación General del Trabajo) por el Gobierno gorila del 55, a partir de la “reforma” constitucional del 57 (una variante de la del 1853, a su vez reformada) mediante una pseudo Convención Constituyente integrada por enanos políticos como Alfredo “Payasos” y la gorilita eminente con nombre de calle, adalid de la lucha de “genero” y precursora de Hebe de Bonafini, Alicia Moreau de Justo. Algo más de que avergonzarse.
-La “extorsión” a la que supuestamente someten al Gobierno algunos sindicatos es llevada a delante por sus ex -socios (Cirielli, de APTA, fue funcionario con rango de Subsecretario de Estado del kirchnerismo) y producto además del caos gremial creado por el mismo Gobierno y los inútiles de sus funcionarios, al meterse en las internas gremiales de las que ha salido invariablemente trasquilado.
-Sabemos que el 1 de mayo de 1974 es la herida que no cierra y el gremialismo es la gota de vinagre fatalmente derramada “sobre todas esas heridas”. Pero que se le va a hacer. Perón los echó de la Plaza y los militantes sindicales (que no tenían los sueldos de La Cámpora) los corrieron a palazos como a los de la FUBA a mediados de los 40. Y merecían más, mucho más: se alzaron en forma sediciosa contra un gobierno popular votado por más del 60% de los argentinos y que estaba tratando de ordenar el caos. Había un pacto social, sin embargo la lacra guerrillera entre otras barbaridades había atacado el cuartel de Azul (ERP) y habían matado a Rucci (MONTONEROS) Secretario General de la CGT ¿Quién puede invocar piedad en estas circunstancias?
La pregunta es: ¿fraguar la memoria histórica desde el Poder Ejecutivo, destilando (destiñendo) gorilismo anti-peronista, hará justicia a los muertos de ambos bandos? ¿Sirve para la unidad nacional? La respuesta es simple porque las preguntas son retóricas. La que no es retórica es ésta, y es la más difícil de contestar: ¿La Presidente: sabe qué hacer con lo que hay?


LA MENTIRA DE LA CTERA Y SUS SINDICATOS. LA FALSA PELEA GREMIAL QUE SE REDUCE A LA PELEA SALARIAL: ESO SI, DEFENDIENDO LA ESCUELA PUBLICA

El actual Secretario General de la CGT, Hugo Moyano “descubrió” luego de 8 años (3) que la inclusión social no es justicia social. Por supuesto nadie cree que se dio cuenta tarde, de algo que además es difícil de explicar por la falacia que encierra. Pero sus dichos terminan siendo pedagógicos, y mucho tonto comienza a advertir que las palabras no engordan y el sálvese quien pueda es el preludio de lo que va a sufrir la inmensa mayoría. Lo repudiable es haber fragmentado el movimiento obrero con el amiguismo, haber facilitado la malversación de estructuras al servicio de los trabajadores, como el APE de la ANSSal y haber consentido el robo por parte del Estado de los fondos de la ANSeS. Si las AFJP robaban el 70%, hoy el Estado - con ese consentimiento mediante- se robó el 100%. Los días de Moyano están contados: felizmente para él su peso es “menos que el de una pluma en una balanza” porque la soga que lo sostiene como al ahorcado (sus pares gremiales) podría ser fatal.

En este contexto, que no es un fin sino un principio, queremos enmarcar a los muchachos del guardapolvo blanco (ni médicos, ni heladeros, ni carniceros): los “maestros”.

Resultado hoy de la intersección entre la mentalidad sarmientino-colonial, la prebenda del Estatuto Docente, la alianza -a costa del presupuesto público- con los distintos Estados (de la Nación a los Municipios) y encubriendo su inutilidad con el discurso progresista, el gremialismo docente es uno de los troncos podridos de la hoguera en la que en que se consume la educación argentina. A diferencia de otras organizaciones gremiales padece de una incapacidad congénita para autodepurarse.

Cómplice de la “reforma docente” de 1985, junto con los ideólogos que la sostenían (Puiggros, Filmus, Tedesco, Sileoni, entre tantos otros), participó con alegría de la fiesta de la destrucción de la escuela pública mientras la estulticia alfonsinista se repartía los fondos públicos en forma de seminarios, congresos, ateneos, publicaciones viajes al exterior etc. etc.: los perros del gremialismo docente tenían un hueso en la boca y la CTERA se llevaba el de la cadera. Cuando el canibalismo menemista desvió fondos de la fiesta docente hacia otra fiesta, armaron la Carpa Blanca. Todo un acto fallido: se llenó de payasos. Nacionales y extranjeros. Viejos cantantes del partido comunista, rascatripas locales en forma de bandas de rock (¡), veteranos “ladri” como Serrat que estaba reventando sus últimos cartuchos con el PSOE, Sting que se tragó la chaucha de las veteranas del “pañuelito blanco”, amenizaron la enramada. Después, la nada. Con Mary Sánchez primero, Marta Maffei después y Yasky al final labraron con el Estado la curva del hundimiento de la educación pública. Sustituyeron su defensa por la del privilegio feudal del Estatuto de la Actividad, sin preocuparse por los contenidos educativos ni por las estructuras materiales del sistema. Las rifaron en el 85. Son como los comerciantes de que hablaba Montesquieu: “cuando dicen que son honestos, está todo perdido”. Lanzados a huelgas salvajes cuyo primer destinatario es el alumno, después los padres, seguido por el sistema productivo y luego por los Estados locales se amparan en la defensa de la “escuela pública” o sirven de ariete político circunstancial (contra Scioli, contra Macri, contra algún Gobernador díscolo)…hasta que logran el aumento.

SE REQUIERE UNA URGENTE REFORMA EDUCATIVA ESTRUCTURAL, DESDE LO MATERIAL HASTA LOS CONTENIDOS EDUCATIVOS, MODIFICANDO LA CARRERA DOCENTE Y ELIMINANDO LOS PRIVILEGIOS DE CLASE.


LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LAS ACCIONES QUE CONLLEVEN ESTRAGO SOCIAL:

Es imperativo transformar el negocio de los derechos humanos, churrasco del que vive una parva apreciable enquistada en los aparatos del estado, en defensa de los intereses sociales.

La celebración antropofágica de la muerte en la Argentina tiene su cultura, con símbolos directos (la cultura de rémoras con el pañuelito en la cabeza, la silueta pintada) o bien indirectos, en la forma de cultura desocupada y bailantera, de drogones y muertos en vida.

El negocio de los derechos humanos, centrado en la Secretaría al tono, es la pirámide de la cadena alimenticia, ya que se alimenta de lo que se niega a desocupados y lúmpenes. Y estos se alimentan de lo que el Estado les roba a los jubilados y malversa de los impuestos que recauda. Parte de los cuales…van a la Secretaría de Derechos Humanos. El famoso círculo vicioso, que para el Ejecutivo es virtuoso. Un nudo gordiano que solo puede cesar con un tajo.

El robo a los jubilados, los estragos en las poblaciones por delitos, ineptitud o error inexcusable de los gobernantes o funcionarios (secuestro de personas –para prostitución o trabajo esclavo-, Tartagal, la explosión en la mina de Río Turbio, las inundaciones descontroladas en la Provincia de Buenos Aires, y no solo en ella, la minería a cielo abierto envenenando al pueblo, los residuos industriales en las fuentes de agua –en el Riachuelo por ejemplo-, más un listado largo de enumerar) deben ser INCLUIDOS EN LA CATEGORÍA DE ESTRAGO SOCIAL Y TIPIFICADOS PENALMENTE PREVIA DECLARACION DE SU IMPRESCRIPTIBILIDAD.

Debemos terminar con los farsantes locales de Greenpeace, actorzuelos adocenados al servicio de la mala conciencia burguesa, capaces de defender al yacaré pero no al muerto de hambre que se lo come.

Debemos erradicar la “neolengua” política, que la lacra universitaria derrama por donde puede mientras nos come el hígado. Apuntamos:

“Adulto en situación de calle” (persona mayor lumpenizada)
“Chicos en situación de calle” (niño mendigo, básicamente en “macrilandia”)
“Trabajadora social” (prostituta)
“Género” (solo para el femenino)
“Violencia de género” (solo si matan a una mujer)
“Carenciado” (muerto de hambre)
“Inclusión social” (subsidiado)
“Adicto en situación de riesgo” (drogón en su fase terminal)
“Transexual” (homosexual disfracista)
“Compañeros de vida” (pareja homosexual)

De estos pocos ejemplos surge la pretensión de encubrir el estrago social de la locura y la pobreza con palabras, mientras se apologiza la marginalidad sexual intentando un reconocimiento de dificultosa utilidad.

¿Cuantas nulidades tienen asignadas los Estados al “tratamiento” de estas situaciones? Miles. ¿Para que sirven? Para nada. El más perfecto gatopardismo colonial. Con la diferencia que en la famosa novela de Lampedusa, el personaje era un cínico. Aquí son hipócritas y ladrones.

SOLO UN GOBIERNO NACIONAL Y CON LA DEMOCRACIA DIRECTA LLEVADA AL LIMITE PUEDE LOGRARSE UNA AVALANCHA QUE ERRADIQUE TODA ESTA BASURA.

 

/

CUANDO LOS MONTONEROS VENIAN MARCHANDO

"TIMOTE Secuestro y muerte del General Aramburu"
de José Pablo Feinmann


por Domingo Arcomano



La crisis emotiva de las clases medias ha permitido el crecimiento acelerado del "pólipo literario" llamado "libro de autoayuda", saturados de terapias breves ofreciendo la conquista de la felicidad a corto plazo y con una mínima inversión, aparte del costo del engendro. ¡Cuánto librero de Buenos Aires, cual mercero del Once, sonríe ante la debilidad humana! "Tu debilidad es mi fuerza". Pero contra toda primera impresión, la autoayuda no queda limitada al zoológico colgado de Osho o Paulo Coelho o, si se trata de burguesitos con pretensiones, de los gurús norteamericanos que les enseñan a robar con más rapidez. No. La autoayuda también se desliza en berretalandia a partir de secreciones de "psicólogos" que posan de escribas y jeremías bíblicos, de "coachs" ontológicos (¡!), "conchitas" parlantes (Menem lo hizo) y hasta frustrados deshollinadores que confunden los procesos cognitivos con el caño de su inodoro (algunos con combustible espiritual incluido, de modo de aspirar a una cloaca con motor). Una categoría que ha cedido un poco de terreno es la de la autoayuda propia, la autoconfesión ("Me salvé del cáncer", "Era gay y no lo sabía" "Vivir adoptado", "Mamá era de Wraclaw y huyó de la Zwi Migdal").

En este registro, y en una subdivisión, están los distintos artefactos enraizados en los 70 que van atravesando "géneros literarios", de modo que nos enteramos con la palabra "Fin" de lo bueno que era su autor en la época, y ahora. Por supuesto lo bueno en forma primitiva implica lo malo y aquí los buenos y los malos, como en los cuentos de niños, están bien definidos. Lo que no deja de ser un cuento. La grosera versión orwelliana (manipular el pasado, para controlar presente y futuro) y cinematográfica a lo Peter Greenaway (comer del cadáver del ser amado) en la historia promovida por las damas del pañuelo blanco, ha tenido sus consecuencias de superficie, menos profundas no obstante que el miedo que continúa instaurado socialmente por la Dictadura del 76.

Una de estas consecuencias es el cambalache literario-filosófico-histórico en forma de libro, utilizado por sus autores como "aguja de marear" para no ir a ningún lado. Servicios de Inteligencia, ex-"perros", ex-"montos" y talenteadores afines a esos grupos han dado lo suyo, marcados por la común actitud antiperonista. En la criba de este registro insertamos el puchero escriturario (comida de rango popular hecha con sobrantes, en este caso de letras) denominado "TIMOTE Secuestro y muerte del general Aramburu" de "José Pablo" Feinmann (1).

Feinmann supo calentar el ambiente teorizando desde la revista Envido, tanto como Clotilde Acosta ("Nacha Guevara") y Piero Debenedictis ("Piero") lo hacían desde la imitación de Cabaret francés y la canción de protesta. Eso sí, con gesto heroico y crispación ética. Mientras estos últimos, como tantos otros, tuvieron que huir para poder salvarse, el teórico felizmente fue olvidado por la banda militar del 76, probablemente porque no se lo tomaban en serio.

Hoy, Feinmann, devenido "otrista" secularizado, el otro de aquellos Montoneros originalmente católicos y pacatos según nos dice, nos lleva de la mano al proceso de los últimos días de Aramburu. Aquí y allá desliza algún error de enciclopedia, pero en fin, se trata de una novela (¿o no?). Cuando pretende ironizar le sale mal: Así, cuando Firmenich es presentado como el Manolito del engendro gorila de Quino, Mafalda; y el patrón de boliche -que, por serlo- resulta traidor, buchón y trepador, entre otras cosas.

Los párrafos de autoayuda se deslizan sin problemas en la caracterización de Norma Arrostito ("Gaby") -(p. 38-39), la de Abal Medina (un "nietzscheano", p. 55 y un hereje casi protestante vía Bergman), el conocimiento de manual (la mirada sartreana) o su ajuste de cuentas con la cúpula de Montoneros, lectores de Salgari, Julio Verne y Oesterheld (¡!)-(p. 42-43). Sin duda la diferencia de lecturas hace la diferencia: "mientras ustedes están civil y materialmente muertos yo, que leía la Crítica de la Razón Dialéctica, ni memorista ni pasional, tengo una clase de filosofía en un canal de televisión como los franceses, me codeo con la historia" aunque por razones literarias apele a resúmenes en la línea Pigna-Lanata (p. 56-58) (ni los manuales Lerú se animaban a tanto).

Los personajes entran y salen, dicen su mentira o se las atribuyen como en el caso de Mugica que aparece promoviendo "matar por exceso de amor" (la víctima agradecida): el mismo esquema mental hipócrita (progresista al fin) que preside la disculpa del asesinato a manos de un marginal: es "un hecho social ineluctable", ni siquiera ético.

Los conocimientos históricos de José Pablo son un poco lentos (cuando no cartonea, como en las p. 105-106, donde hace una anacrónica apología del gauchismo): Tal en el caso de la calidad de la historiografía del levantamiento y asesinato de Valle: El libro de Salvador Ferla ("Mártires y Verdugos") a quien hace aparecer retrospectivamente como "peronista", cuando nunca renunció a su nacionalismo católico y el de Rodolfo Walsh ("Operación Masacre") quien había dado sus primeros pasos en esa atmósfera y publicó su obra por entregas en el diario de los hermanos Jacovella (idem). Pocos se toman el trabajo de leer, en este caso Feinmann, la correspondencia entre Perón y Cooke al respecto. Vale la pena, a pesar de la tragedia del error de Valle (que involucró a Marechal y a Castiñeira de Dios) y de tantos otros que pagaron con su vida la intentona.

Su carácter de glosador de pensamientos ajenos, no solo lo aleja de la historia, sino del acceso a la política. Probable lector de alguna "teoría del partido proletario", desconoce la articulación real de masas y vanguardias (o elites, como se guste) en la historia real. Esta ignorancia unida a su negativa a la acción política (es un "intelectual") lo lleva a justificar la inercia dicharachera con la "astucia de la razón" hegeliana y con el "género" elegido: la "ficción", porque "la ficción no juzga". La irresponsabilidad absoluta. Claro que ello le permite calificar el asesinato de Aramburu como algo distinto que "asesinato" (como el de Rucci, por ejemplo). Es un crimen sí, pero enmarcado en la astucia de la razón, metafísico.

En la era del pensamiento debilitado, la estrategia de Feinmann es la de la degradación del conocimiento histórico. Su odio personal por Firmenich (¡oh, amores contrariados!) lo lleva desde la falsación sin más de un documento montándose en argumentos sofistas ("...la versión de Firmenich es la versión de Firmenich. Solo eso bastaría para, no solo desconfiar de ella, sino para tornarla falsa") (p- 84). Precisamente ese conocimiento histórico degradado, pueril, no es distinto que el enarbolado por Walsh, Gelman, Oesterheld o Urondo, (p. 101) ni es un espejo invertido del de Feinmann: la única diferencia es que aquellos estaban adentro de Montoneros y Feinmann peligrosamente en la periferia, y del lado de afuera.

Así, manipulador de palabras al fin, aunque se noten los hilos del títere, aparece Aramburu prisionero del "destino" (p. 101) y como tal de una historia con "sentido": la astucia de la razón, ésta vez a caballo de un anagrama: Con las palabras se puede hacer casi todo, menos engordar. Como el mate, churrasco de agua caliente, solo entretiene.

En el capítulo 11 del libro, el aire de familia, reúne a toda esta porción de fracasados. La referencia a Sarmiento ("Inventé anécdotas a designio"), su Facundo y la asociación inevitable con Respiración Artificial de Piglia (2), inunda esta pobreza de literatura de la literatura.

Y claro, ante este panorama "Dios es reaccionario. Cualquiera lo sabe" (p. 105). La apelación berreta al "cualunquismo", en busca de la adhesión barata, "consensuadamente democrática", pero con términos grandilocuentes aunque ya muy gastados, es la red que sostiene el escrito de Feinmann. Pero ¿no se trata de una novela? Casi. No podía faltar el tema del "holocausto" (3) y la referencia a Auschwitz. Viene de la mano de Löwith, el eterno discípulo del nazi Heidegger, aunque en su referencia a dios, no aclara si se trata el dios del viejo testamento o el del nuevo. De todos modos la sospecha es fácil. Acá se podría decir que Feinmann es de origen judío. Aunque también sospechamos que casi todo el mundo lo sabe.

En este libro, a esta altura un libro-catarsis, el único elemento literario rescatable resulta la presencia del capataz Blas Acebal, una historia dentro de la historia, un "gaucho" a lo Vacarezza, difícil de conciliar con el guiño de la "banalidad del mal" páginas más adelante. Alumnos agradecidos.

Y lo mejor: el "monólogo interior" de Firmenich y su caracterización del "Che" Guevara (p- 248-249) creando la más siniestra ironía a pesar del autor y desnudando su impotencia: lo real devorando la ficción.

En fin, otro artefacto Clarín/Pagina12. Los muertos siguen firmes. Los "vivos" también. Nada ha cambiado. ¿Esto era una novela?

Notas:

(1) La ironía tiene su historieta: La President@ señaló que "José Pablo", le hizo descubrir la "otredad", invento de la derecha conservadora judía europea (Levinas, Derrida) que, de la mano de antropólogos analfabetos enlaza con ese otro gran "misterio" metafísico, el de la identidad, del que nos ocuparemos en el próximo número. Feinmann ha sido un hábil navegador de la cafetería filosófica local. Repetidor poco sutil de la historia de la filosofía cumple el papel de Borges en el almacen de las letras: con unos libros leídos más que el promedio de su público (patente de inteligente), le ahorra tiempo, lo ayuda a autoestimularse y le cobra. Supo ser "teórico" del peronismo en los 70 y su repudiador en los 90. En la secuela de esta década (la actual) arrimó al fogón kirchnerista pero, rápido de reflejos, advirtió que el contenido del cocido hedía. Lo que no le impide pasillear por el poder sin la mancha del otariaje de la "Carta Abierta (Robada)". Estos últimos abonados a la caja oficial y formando la "pequeña escuela de los glosadores argentinos" cuya "epistemología" Feinmann comparte. El poder, como el "odore di femmina" tiene una atracción irrestible. Pero ninguno de los aludidos es Platón ni llegó a Siracusa.

(2) Un personaje de la novela preguntaba (¿retóricamente?) "Quien de nosotros escribirá el Facundo". Me animo a decir: NADIE; mientras que algún crítico literario les archiva la carpeta de "falta de talento".

(3) No se vea en esto planteo alguno del estilo "negacionista" europeo, porque el tema me es ajeno (tanto el "holocausto" como el "negacionismo"). Sino la referencia a un conjunto de hechos históricos (de ahí la provisoriedad del entrecomilado) susceptibles de ser investigados sin metafísicas raciales o nacionalistas de ningún tipo.

 

/

EL PERONISMO ANTIPERONISTA

La culminación de la reciente campaña electoral ha dejado un sabor amargo. Es que si bien existen expresiones del peronismo en distintas alianzas o partidos políticos como Unión Pro, el Frente para la Victoria, la Coalición Cívica u otras agrupaciones menores, hay una tendencia dirigida a ocultar o, más aún, a erradicar cualquier vestigio de ese rasgo de identidad.

En la Capital es donde este fenómeno (por llamarlo de alguna manera) resulta más evidente. Las principales listas contienen figuras del peronismo, sí, pero que se encuentran convenientemente disimuladas para evitar un supuesto rechazo de la público. En el Pro, la figura edulcorada de Michetti aleja cualquier posibilidad de ver a los peronistas que están acompañando ese proyecto, aún cuando es sabido el componente de “muchachos” que han sido sumados al gobierno macrista. Si tomamos a la Coalición, el nombre de Prat Gay y de los radicales que lo secundan oscurece la presencia de la “pata peronista” que se propuso articular Carrió, vía Gerardo Conte Grand y otros.

El oficialismo nacional, por su parte, tampoco se queda atrás. El acuerdo con Heller, banquero ligado al PC, supuso un golpe muy duro para el PJ porteño, sólo matizado con las incorporaciones de otros exponentes peronistas en la lista. Finalmente, tenemos el caso de Pino Solanas que, sin perjuicio de su historia personal, asienta su discurso en un nacionalismo de izquierda principista.

En la Provincia de Buenos Aires el panorama no es mejor. La única diferencia es que la utilización de la liturgia peronista puede crear el espejismo de ver candidatos o propuestas genuinamente peronistas donde, en esencia, no las hay. Ni la adquisición de memorabilia por De Narváez ni la retórica encendida de Kirchner alcanzan para superar esta situación.

En rigor, los problemas no son sólo las formas sino los contenidos. Es que el peronismo ha centrado, históricamente, su mirada en el conflicto distributivo, también conocido como puja distributiva. Su fortaleza, hay que decirlo, ha sido la forma de gestionar esa lucha de intereses con miras a elevar el nivel de justicia o equidad social.

La resistencia o negativa a iniciar un debate serio sobre estos aspectos, es lo que caracterizó a esta campaña electoral, preocupada por las consecuencias de un programa televisivo de imitación, por la mejor manera de transmitir corrección política o por generar una mayor sensiblería superficial a costa de tragedias generales o personales.

En este escenario, nadie desea “sacar los pies del plato”. Es preferible hablar de las estatizaciones o del campo, es decir, de
temas genéricos que no generen inquietud.

Muchos peronistas han aceptado este estado de cosas. Han preferido, en las principales opciones que hoy se debaten, ser los invitados “de piedra”, los “impresentables”, a quienes se les puede alquilar el cotillón sin que participen de la boda política.

Pero, a pesar de todo, el conflicto distributivo sigue allí, latente, esperando, profundizando sus miserias, a la espera de una resolución, pacífica o nó, que lo saque de su silencio.

Como al peronismo.-

/

Pegándole una Pigna a la historia (4ra. parte)

VINDICACION DEL MUY LEAL COMPAÑERO CARLOS VICENTE ALOE


Los gorilas habían inventado una serie de «chistes» mediante los cuales mostraban a un hombre tosco, bruto y obsecuente. Algunos peronistas subjetivos –o sea, esos que son peronistas para adentro porque lo que dicen son goriladas- los repiten. Ambos, solo muestran su incomprensión y desprecio por quien supo ser un digno y muy leal compañero de Juan Domingo Perón. Estamos hablando de Carlos Vicente Aloé.

Hijo de inmigrantes italianos –nació en 1900- vivió en la «pampa gringa» -en Chacabuco (PBA)- como uno más de los niños y jóvenes que a principios del siglo XX vivían y trabajaban en el campo. Rindió examen para trabajar en el ferrocarril –inglés, por entonces- y entró en los talleres para la limpieza de las locomotoras de Junín. Como pero desde muy joven se inclinó por los deportes, jugaba al fútbol en el Club Sarmiento y practicaba boxeo en el Centro Inglés de esa ciudad. En 1919 es trasladado a Mendoza para prestar servicios en el ferrocarril Trasandino.

En 1921 y ante una comisión que se hallaba en Mendoza, rinde examen y aprueba su ingreso en la Escuela de Suboficiales, pero su objetivo era ser aviador. Renuncia al ferrocarril y se traslada a Campo de Mayo, donde lo recibe el Teniente Primero Juan Domingo Perón, se inicia allí una larga y fecunda relación. En 1926 pasó a la Escuela de Comunicaciones en El Palomar donde es ascendido a Sargento Primero; ello significó tener que resignar sus aspiraciones de piloto, pues a la Escuela de Aviación solo podían entrar Cabos Primero o Sargentos, grados superados por él. Entra entonces en la Escuela de Administración del Ejército y egresa como Oficial –rango comparado a Subteniente- en 1931.

Mientras tanto, ha sido testigo presencial del golpe de estado de 1930, del cual tiene una apreciación muy precisa: fueron las oligarquías las que despojaron al radicalismo del poder en 1930 y lo hicieron guiadas solamente para rescatar lo que habían perdido en 1916, que vislumbraron conquistar en 1928 con la fórmula Melo-Gallo[1].

Desde un punto de vista de su formación integral, Aloé podía considerarse un nacionalista católico, pero no como aquellos que en esa época todavía suspiraban con la Edad Media y un imperio español de ficción, sino que él poseía la vivencia del chacarero y del peón de campo como del trabajador urbano, y por eso se acercaba más a FORJA que al elitismo nacionalista. En 1938 publicó su primer libro, de carácter puramente técnico en su especialidad: El servicio de alimentación en campaña, que le valió la mención especial del Círculo Militar. Respecto de la ebullición política de los treinta, unos años más tarde recordará en una entrevista: el fascismo, bajo la conducción de Benito Mussolini, hacía cambios socio-económicos que creaban una mentalidad nueva en las relaciones humanas, daban un nuevo carácter a la sociedad; el pueblo italiano luchaba no solamente por su liberación de una oligarquía liberal que la había oprimido durante más de cien años, sino que el propio país buscaba espacios vitales para su supervivencia[2].

Participó de la revolución de 1943 pero no desea asumir tareas de gobierno sino hasta 1946, en que Perón, presidente de la Nación, lo nombra Jefe de Despacho de la Presidencia, ostentando ya el grado de Mayor.

Su primera preocupación fue colaborar con el proceso de democratización del Ejército, por eso lo encontramos en las realizaciones de la Obra Social del Ministerio de Guerra para oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas; el otorgamiento a los suboficiales del derecho a votar; Régimen de Becas para los hijos de suboficiales para cursar estudios en los Liceos militares. También colaboró en la redacción de la Ley 13.024 de Institutos Militares, que establecen que quedan a cargo de la Nación los hijos de obreros, suboficiales de las Fuerzas Armadas, empleados y retirados cuyo ingreso no supere los 400 pesos mensuales y que aspirasen a cursar estudios en dichos institutos.

Debido a la estrecha amistad que Aloé había establecido con Perón y Evita desde las reuniones del departamento de la calle Posadas donde vivían antes de 1946, fue uno de los primeros colaboradores en la organización de la Fundación, tomando a su cargo la organización de los Campeonatos Infantiles de Fútbol, de donde salieron jugadores de la talla de Sívori, Corbata o Yudica. Años más tarde, Aloé sostendrá que el perfeccionamiento físico del pueblo desde la niñez, no es nada nuevo. Otros países como la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, lo habían hecho antes que nosotros. Los griegos, en su época, ensayaron este sistema, y ahora los rusos y los norteamericanos se desviven por ganar una Olimpíada[3].

Esta capacidad de poder comprender el papel secundario de las ideologías en una visión realista de la política internacional, a la luz de los intereses nacionales, es la que le permite concluir sobre el significado del período de post-guerra. Así se pregunta: ¿Qué es lo que aparece después de la guerra del 39 al 45? ¿Qué ganó la Humanidad con esa destrucción?¿ Qué valores, qué triunfos, qué victorias obtuvo la Humanidad? Absolutamente ninguna. Y más todavía: con el concepto de que había que pagar la guerra, la explotación se hizo más despiadada[4].

Al poco tiempo debió hacerse cargo del «pool» periodístico que administraba el estado bajo el nombre de Atlas S.A., y donde se editaban diarios y revistas de Buenos Aires y del interior El tendrá a su cargo la organización administrativa mientras Raúl Apold la periodística. Allí surgen algunos roces, pues Apold quería reunir ambas funciones. Esto es aprovechado por grupos sindicados como masones que inician una campaña de desprestigio contra un Aloé que no reniega de su convicción católica, bajo la forma de presentarlo como alguien rústico y obsecuente.

En consonancia con ello, la revista estadounidense Time le dedica un artículo titulado Peroncito[5], en donde se trata de mostrar a un hombre poderoso –por ser gobernador de la provincia de Buenos Aires- pero a la vez, buscaba acentuar esa rusticidad inventado que el mismo habría dicho que autores como Benjamín Franklin, Walt Whitman, Mark Twain, Browning, Grimm, Schiller y Turgenev eran subversivos. Lo que no decía el artículo es que Aloé ababa de ganar las elecciones a gobernador duplicando los votos de su principal oponente, el radical Crisólogo Larralde, aunque este fuera el objeto real de su crítica.

Al asumir, en su mensaje a la Asamblea Legislativa sostuvo: la Constitución de la provincia me impone la obligación de promover el bienestar general. Lo que significa que la justicia social debe ser parte principal e importante de mi acción de gobierno[6]. Pero los tiempos habían cambiado.

El crecimiento del consumo sostenido desde 1946, no permitía satisfacer el nivel de consumo interno y a la vez mantener niveles de excedentes exportables afectando la capacidad de importación, a ello se sumaba la necesidad de obtener divisas para llevar adelante la ampliación del proceso de industrialización que traía el Segundo Plan Quinquenal por lo que se percibió un giro en las políticas agrarias que hicieron pensar en una vuelta al campo.

Como eje prioritario de esta campaña, el aumento de la productividad agraria se pensó lograr por medio de la mecanización, el cooperativismo, la educación y asesoramiento a los productores y la integración de las corporaciones agrarias al estado. Para lograr realizar la consigna del momento Produzca más, consuma menos, el papel de la provincia de Buenos Aires era crucial, por eso Perón no dudó en poner el hombre apropiado: conocía el campo, era especialista en administración de recursos y conocía la profundidad del concepto de «lealtad». Ese hombre no era otro que Carlos Aloé.

Los alcances de su gestión se ven reflejados en el documental El agro con Perón[7] que cubrió la visita presidencial del 27 de septiembre de 1953 a la ciudad de Pergamino con motivo de la clausura de la Campaña del Maíz[8]. El diario La Nación tituló la noticia con palabras de Perón expuestas en la gigantesca concentración agraria: La república se afirmó sobre la producción agrícola y sobre las ventajas de las cooperativas. En el film Perón avanza hacia la plaza acompañado por sus ministros en una camioneta Rastrojero Justicialista, símbolo de la industria automotriz que se comienza a generar en nuestro país. Desfilan maestros rurales, organizaciones de crédito agrario, sindicatos rurales, Federación Agraria Argentina, FACA[9] y ACA[10], CGT, SUTRA, Federación Argentina de Sindicatos agrarios, Mujeres del campo, niños gauchos y caballos de la Federación gaucha. A continuación desfilan centenares de Rastrojeros Justicialista, tractores Pampa fabricados por IAME, cosechadoras de maíz nacionales y extranjeras, un arado nacional, aviones pulverizadores de plagas y trimotores del Ministerio de Agricultura.

¿Qué importancia le daba el gobernador a esta muestra de las fuerzas vivas de la provincia? El mismo lo aclara al sostener que la Doctrina Nacional tiene por finalidad el hombre, y la Patria se forma, en primer lugar con hombres. No es ni el campo, ni las herramientas, ni las vacas, ni todas las riquezas materiales, los que forman la Patria; los que forman la Patria son los hombres que nacen, que viven, que piensan, que sienten y que mueren a su vera[11]. Esta es la forma en que el Peronismo entendió siempre la justicia social: todos trabajando, todos más ricos, todos más felices. En esta Argentina de Perón no caben los holgazanes que quieren vivir del esfuerzo ajeno y el que consume más de lo que produce es una carga y una rémora para el pueblo argentino[12].

Como parte de la vuelta al campo, Aloé proponía encauzar las chacras hacia la producción mixta, una parte para consumo familiar y los excedentes para comercialización. La consigna que éste lanzara decía: ¡100.000 granjas![13] Una de las zonas tradicionales en la que abundaban las quintas de hortalizas era Florencio Varela, que Aloé proclama ciudad (Ley 5719/53).

Ese mismo año, su amor al deporte lo lleva a escribir comentarios sobre el triunfo futbolístico sobre Inglaterra, nuestro adversario deportivo tradicional, en Mundo Deportivo. En otro orden de cosas, mediante la Ley 5713/53 se resolvió la expropiación de la casa donde Perón pasó su niñez en Lobos, para instalar el Museo y Biblioteca Justicialista. Se creó el Registro Provincial de las Personas, el Registro de Bienes de los Funcionarios Públicos; la Asesoría general de Gobierno y la Dirección de Persona Jurídica de la Provincia.

La complejidad cada vez mayor de la gestión de gobierno hizo que surgiera la necesidad de poseer una ágil relación entre el gobierno central de la provincia y los gobiernos municipales, para ello Aloé convocó al Primer Congreso de Municipios, en 1952, y al año siguiente se crea la Dirección de Asuntos Municipales.

En vistas a proveer seguridad a los habitantes bonaerenses, se llevan a delante una serie de medidas vinculadas al tema: se jerarquiza la Policía bonaerense mediante la promulgación del Estatuto del Personal de Policía, se crea un nuevo sistema estadístico de delitos y medidas de represión y prevención y la Obra Social. Para el personal de los institutos carcelarios se organizan Cursos Superiores de Capacitación Penitenciaria y se crea el Instituto de Investigaciones y Docencia Criminológica. A su vez, el espíritu humanista y cristiano del que siempre hizo gala, lo llevó a fomentar que los presos de la Unidad de Olmos editaban un boletín literario denominado Acción Penitenciaria, y emitieran un programa (Habla establecimientos penales) por LS 11 Radio Provincia.

Hombre que siempre la dio mucha importancia a la educación y formación, redujo el analfabetismo del 13,6% al 8,9%; comenzaron a egresar maestros provenientes de hogares de trabajadores –urbanos y rurales- y se triplicaron los alumnos universitarios. Particular importancia tuvieron en su preocupación las Escuelas Fábricas, pues su existencia estaba ligada al proyecto de industrialización y como salida laboral para los jóvenes de sectores humildes, así se abren más de 50 de ellas. Se crea el «tren cultural» que lleva manifestaciones variadas de nuestra cultura a los pueblos del interior de la provincia. El Teatro Argentino pone en escena óperas con cantantes y directores argentinos y extranjeros de primera línea.

Ya en 1954, el gobernador Aloé realiza el primer homenaje oficial a los combatientes de la Vuelta de Obligado y publica su trabajo Combate de la Vuelta de Obligado (Buenos Aires, Ministrio de Educación, 1954) iniciando así una campaña para repatriar los restos de Juan Manuel de Rosas, tarea que se vio postergada por el golpe de estado de 1955 y que recién se pudiera completar en 1989, durante la presidencia de Carlos Menem.

La racionalidad administrativa y el control exhaustivo de los gastos públicos hicieron que después del golpe de estado de 1955, las únicas críticas que pudieron formularle eran por su lealtad peronista y se manifestaba en las humoradas gorilas que hemos hecho referencia. Pero para que esa racionalidad tomara cuerpo y recordando las enseñanzas militares, «conduce el que es capaz de enseñar», les dirá a los Directores Generales y Jefes de Departamento provinciales: los que tienen la responsabilidad de la dirección del Gobierno y los que tienen la responsabilidad de la ejecución, deben establecer un contacto permanente para que la dirección esté no solamente interpretada sino también comprendida y la ejecución sea así una resultante natural de una unidad de criterio[14].

En 1958, Aloé es nombrado por Perón, desde Ciudad Trujillo (Rep. Dominicana) miembro del Consejo Coordinador y Supervisor del Comando Superior Peronista, junto a Oscar Albrieu, Alberto Rocamora, Rodolfo Arce, Julio Troxler, Adolfo Philippeau, Delia Parodi y María Elena Bruni. Con Perón establecido en Madrid, la comunicación personal fue permanente.

Paralelamente a ello, publicó los libros Grandeza y decadencia del federalismo argentino (Buenos Aires, Leonardo, 1963), tres años más tarde el citado De Calfucurá a Yrigoyen; en 1969 edita Gobierno, proceso, conducta (Buenos Aires, Sudestada, 1969) en el cual detalla la realización de los planes quinquenales y su aplicación particular en la provincia de Buenos Aires. Publicó en 1970 un opúsculo titulado Los caudillos, con una conferencia que durante la dictadura de Juan C. Onganía se le impidió pronunciar en Chacabuco.

Finalmente, nada mejor que los conceptos de Perón para resumir quién era Carlos Vicente Aloé. El primero decía que el proceso político se expresa bajo una formulación tripartita: conductor, cuadros y pueblo, cuyo entramado de relaciones da como consecuencia la construcción de la realidad[15]. Sin eso no hay organización, lo que quiere decir, que toda organización implica el conductor, que es el que maneja el conjunto; los cuadros, que son los dirigentes de segundo grado que dirigen a las partes y el tercero, la masa[16]. Aloé era uno de esos cuadros, aquel que eligió Perón para dar una batalla dura de la cual dependía la concreción del Segundo Plan Quinquenal. Y supo cumplir

Notas:

[1] ALOE, Carlos Vicente De Calfucurá a Yrigoyen. Buenos Aires. Leonardo. 1966. p.159

[2] RODRIGUEZ, Rodolfo Carlos Vicente Aloé: subordinación y valor. La Plata. Archivo Histórico de la PBA. 2007 p.28

[3] RODRIGUEZ, Rodolfo p.35

[4] ALOE, Carlos Vicente Discurso en la Universidad Nacional de La Plata en Curso de Formación y Cultura Argentina. La Plata. UNLP. 1953 p.28

[5] Time 28.07.1952

[6] HCD de la Provincia de Buenos Aires. Diario de Sesiones La Plata 4 de junio de 1952.

[7] El agro con Perón: Apoyo al Segundo Plan Quinquenal. 1953 Noticiero Bonaerense. Duración 14´. Filme blanco y negro, sonoro. Narración: M. Acuña.

[8] En el Almanaque del Ministerio de Agricultura del Segundo Plan Quinquenal se proyecta un crecimiento del 153% anual para 1957 basado en el crecimiento anual del período 1947-1951.

[9] La Federación Agrarias de Cooperativas Argentinas fue creada en 1945 por Federación Agraria Argentina.

[10] La Asociación de Cooperativas Argentinas representaba desde 1922 a los medianos productores dedicados a la exportación agrícola ganadera sobre todo de la región pampeana, y desde 1926 por la Ley 11.388 tenían status legal.

[11] ALOE, Carlos Vicente Discurso en la Universidad Nacional de La Plata p.29

[12] ALOE, Carlos Vicente Discurso de presentación del Segundo Plan Quinquenal de la Provincia de Buenos Aires. La Plata. Ministerio de Gobierno. 1953 p.8

[13] V446 Noticiero Bonaerense Nº 333 1955.

[14] ALOE, Carlos Vicente El estado es doctrina en acción. La Plata. Gobernación de Buenos Aires. 1955 p.7-8

[15] PERON, Juan D. Exposición del Segundo Plan Quinquenal. Buenos Aires. Presidencia de la Nación. 1953 p.3

[16] PERON, Juan D. Discurso ante los delegados del Congreso General Constituyente (1949) en http://www.pjbonaerense.org.ar/Peron_Discursos_27011949.aspx

/

Contra la identidad (II)

Sobre De Martino. Ernesto: “El folklore progresivo y otros ensayos”, Barcelona, Museu d ‘Art Contemporani de Barcelona, trad. Carles Feixa, 2008, 125 págs.


por Domingo Arcomano



La figura del italiano Ernesto de Martino (1908-1965) no es del todo desconocida entre nosotros. Su reconocimiento inicial europeo viene de la mano del Mircea Eliade quien realiza una profunda reseña de “Il mondo magico. Prolegomini a una storia del magismo” (Torino, Giulio Einaudi Ed., 1948, 264 p.) en la “Revue de L ‘Histoire des Religions” (T.CXXXV, Nro. 1 janvier/mars 1949, p. 105-108) obra relevante, inmersa todavía en la historiografía idealista de su maestro Benedetto Croce. Precisamente esta dimensión fue duramente criticada (paralela con amplios elogios a la obra y al autor) por quien -creemos- fue el primer receptor en Sudamérica: su también compatriota José Imbelloni, hombre prolífico que desarrolló lo más importante de su tarea en Argentina durante los Gobiernos de Juan Domingo Perón. Como De Martino, Imbelloni fue maestro de maestros (ver su reseña de “Il mondo magico...” en: Boletín Bibliográfico de Antropología Americana, sobretiro del B.B.A.A., vol. XII, 1949, p. 10-11).

El libro que se reseñamos se “armó” con varios artículos de De Martino de fines de los 40 y principios de los 50 y un prefacio lamentable ¿del editor? ¿del traductor?) que desgrana en sus comienzos los lugares comunes del liberalismo de la izquierda caviar europea.

De Martino es presentado como un declarado militante antifascista sin aclarar nada del contenido de tan poética expresión, ni cuales fueron las acciones concretas de De Martino en el caso, lo que no quita ni agrega nada a sus aportes como etnólogo y filósofo.

Resulta por lo demás incitante el largo estudio introductorio de Carles Feixa, aunque deja subsistente la falta de una más amplia reseña de la polémica suscitada en torno al folklore progresivo reduciendo de esta manera la utilidad del libro a la visión unilateral del traductor.

Con la caída del fascismo, los intelectuales de izquierda descubren -vía la promoción de Antonio Gramsci por parte de Togliatti al frente del reconvertido Partido Comunista italiano- al campesinado meridional, y algo tarde a algunas de sus figuras (como el campesino-poeta Rocco Scotellaro. Antes, el fascismo había tenido a su soldado-poeta, D'Annunzio): se encuentran ante un mundo propio que no existía en los textos canónicos del marxismo. Sin embargo, será la nueva etnología soviética la que tendrá un lugar destacado en el análisis de esta perspectiva -la que continuará sesgando la interpretación a partir de su inevitable reduccionismo clasista- e inutilizando para la vida política el saber de la “cultura subalterna”.

Para Gramsci, fuente de de Martino en su abordaje inicial del folklore, éste debía estudiarse como concepción de la vida y del mundo -opuesta a las concepciones de mundo “oficiales” y como “reflejo” (1) de las condiciones de la vida cultural del pueblo.

Esto iba de la mano de reconsiderar la producción cultural del “mundo subalterno” -en la terminología gramsciana- incorporando dimensiones rechazadas tanto por el marxismo de preguerra como por los estudios amparados en las teorías de Croce. Pero, lejos de haber sido la investigación y el folklore un asunto irrelevante. ni reducirse la cuestión a la polaridad “renovación gramsciana del marxismo/ idealismo historiográfico crociano”, aquel generó una apabullante producción, cuya muestra -también apabullante- fue parcialmente recogida en el “Canzoniere italiano-antologia della poesia popolare” - cura de Pier Paolo Pasolini- Ed. Ugo Guanda, Parma, 1955 (ver en particular: Vol. 1 p.7-119 y Vol. 2 p. 418-517 de la edición de Garzanti, Milan, 1era. cd., 1972, que reproduce la de Guanda).

Dicho de otra manera, ni don Benito Cruz, ni el renovado impulso gramsciano del marxismo, saturaban las posibilidades de acceso a la cultura popular italiana. Ni la evasión burguesa, idealista y etnocentrista de Croce ni la identificación gramsciana de la “cultura popular” COMO “folklore”, en una definición estrecha pendiente de la antinomia burgués/proletario.

Sin dudas, es este sesgo marxista de los artículos de de Martino el que lo lleva a un ingenuo internacionalismo que, percibido desde la periferia de occidente, deviene notoriamente reaccionario: los “bárbaros” son genéricamente “pueblos coloniales” (nosotros) mientras que los “civilizados” (el centro dominante) son particularmente “obreros y campesinos” (que participan, a su escala, de los “beneficios” arrancados al mundo colonial). Lo que de Martino denomina la “irrupción del mundo popular en la historia” no es otra cosa que el reconocimiento de su previa exclusión (intelectual) de la historia CONTADA (por los intelectuales) ya que en la historia real, en la “res gestae”. estuvieron siempre.

Los intelectuales italianos del “dopoguerra” no escaparon a la ley de hierro de su horizonte cultural, y solo llegaron a la “realidad” en la que sintieron pisar firme cuando estuvieron preparados para recibirla, luego de sucesivas rupturas y transiciones ideológicas. Tanto como afirmar que la calidad intelectual nunca es genética. Este proceso de afirmaciones y negaciones que también sobrellevó de Martino, le permitió superar los iniciales abordajes de la cultura popular desde la perspectiva del “folklore progresivo”, de marcado sesgo militante, para incidir en un profundo legado generacional a través del trabajo de campo desarrollado en la Italia del sur (“Morte e pianto rituale” -1958-, “Sud e Magia”-1959-, “La terra del rimorso”-1961- <esta última tiene una reciente traducción castellana>), para, al final de su vida centrarse en los apocalípsis culturales y la crisis de la civilización <europea> (“La fine del mondo. Contributo all’analisi delle apocalissi culturali”, Einaudi, Torino 1977) (2)

Figura vigente y desconcertante para sus pares del mundo académico, objeto de estudio casi hagiográfico, probablemente sus aportes más destacados giren en torno a la crisis de la razón occidental (teología incluida) y a su destacada incapacidad para definir un horizonte humano privado de angustia.

El primer trabajo del autor incluido en el libro (“Cultura y clase obrera”-1948) resulta altamente instructivo, no solo por sus definiciones conceptuales, sino por el marcado sesgo idealista-racionalista que lo traza, tanto gnoseológico como ético: El trabajo intelectual contra el marxismo teórico en Italia desde fines del s. XIX fue radical si lo comparamos con nuestro país, lo que llevó a ambos espacios a una constante esgrima que enriqueció las conclusiones, aunque no las soluciones. La presencia, nombrando solo algunos, de Croce, Gentile, del Noce por un lado y Gramsci, Della Volpe -ex fascista- y Cesare Cases por el otro da idea del nivel de la polémica histórica. La vía muerta que desandaron los primeros no fue menos patética que la de los últimos. El “idealismo” de los primeros corría parejo con el de éstos. El de Martino del 48 había comprado en bloque el esquema soviético de la “revolución proletaria”. El conato posterior de un marxismo no soviético y aún, de un “marxismo nacional” fue rápidamente acotado en el marco del internacionalismo proletario y amenazado de “colaboracionismo de clase”. La cátedra universitaria fue el último refugio y este dato brinda la medida de las contradicciones del curso vital de de Martino.

La reacción oportuna de este hombre inteligente le permitió abandonar el PCI, sin dejar de ser de izquierda y en beneficio de la etnología.

Los restantes artículos que componen “El folklore progresivo (“En torno a una historia del mundo popular subalterno”- “El folklore progresivo”-l951- y “Gramsci y el folklore”- 1952-) densos y profundos, permiten- superando sus contradicciones internas y el anclaje de la época en que fueron escritos- una recepción fructífera desde nuestra perspectiva nacional.

Reproducimos un párrafo de “Cultura y clase obrera”

“(...) De ello se sigue, sobre el terreno propiamente cultural, la necesidad de dialogar continuamente con la cultura de la tradición, con las formas nacionales asumidas por esta cultura, con la historia nacional en su conjunto” (...) p. 75

Éste y los que lo continúan quizá contengan las afirmaciones más luminosas del trabajo: Traspolando lo aplicable a nuestro país, podemos señalar que esa fue la tarea desarrollada por el pensamiento nacional articulado desde y en torno al peronismo y consolidado a partir de 1955. El cuarto de siglo que lo precedió permitió acumular conceptos en polémica con el legado histórico-cultural de la “generación del 80” (la que a su vez no podía desprenderse de las categorías que le imponía la Argentina “bárbara”: desierto, caudillo, nación) en un verdadero procesamiento POLITICO de la “herencia cultural”, es decir, actuando los aspectos prácticos de la tradición (el tradere anejo al andare racogliendo viquiano).

La “perspectiva nacional” (teorizada por Manuel Ortiz Pereyra), la definición de “progresismo nacional” (de Jauretche) opuesta al colonial y la teorización y realización de los fundamentos prácticos de la “Comunidad Organizada” (por parte de Juan Domingo Perón) definieron la tarea heurística de la nueva etapa, la nueva epistemología y, en suma, el nuevo pensamiento.

En definitiva, un libro que merece leerse, con el desprejuiciado prejuicio de la perspectiva nacional, y que si bien pertenece casi a la “prehistoria” de De Martino (3) constituye una interesante vía de entrada a su pensamiento

Domingo Arcomano

(1) Esta gnoseología engelsiana, llevada al paroxismo por Lenin, tuvo secuela en nuestro medio, en la polémica Astrada-Giudici (1957) sobre el “reflejo”, en la que quedó para la lápida el carácter obtuso y escolar del “materialismo” criollo- soviético.
(2) Para la evolución de De Martino pueden consultarse los siguientes números monográficos a él dedicados: “La Ricerca folklorica-contributi allo Studio Della cultura delle classi popolari”, nro. 13, Brescia, 1986 y “Materiali” ,nro. 1, CEIC, Centro Etnográfico Campano, Nápoles, 2007; entre otros.
(3) Etapa que quizá se cierre en torno a la suerte de la “Collana Viola” que impulsara con Cesare Pavese. Con el suicidio del poeta (1950) se cierra la mejor etapa de aquella colección, que reunía traducciones al italiano de los mas importantes autores europeos en el campo de la antropología y la historia de las religiones (Ver.:
“Cesare Pavese/ Ernesto de Martino: La Collana Viola-Lettere 1945-1950”, a cura di Pietro Angelini”. cd. Bollati Boringhieri, Torino, 1991, p.22l)

/

IZQUIERDA TILINGA Y DERECHA MISTONGA



Una de las consecuencias de la disgregación del peronismo como movimiento político que supo congregarse alrededor de un liderazgo natural y de un complejo cuerpo doctrinario fue permitir que la política argentina se convirtiera en una celda en donde sólo caben lugares para una izquierda socialdemócrata y gramsciana y para una derecha liberal y entreguista.

Lo cierto es que en esta sociedad que nos dicen es plural, democrática que en el futuro será más participativa, más equitativa vía un progreso indefectible en el que todos creen pero que nadie ve y otras gansadas por el estilo, es una comunidad desintegrada, anómica (sin normas) de una cruel injusticia social y de una espantosa anemia nacional como para reaccionar coherentemente a todo el sinsentido en el que nos encontramos.

Cuesta encontrar argentinos que crean en algo trascendente por lo que luchar, y en cierta medida es lógico, porque si bien puede haber personas que estarían dispuestas matar por la división de poderes, la libertad de prensa o por un paraíso terrenal sin clases sociales, lo cierto es que mucha menos gente estaría dispuesta a morir por eso.


Izquierda tilinga

La expresión tilingo era utilizada por el hoy manoseado Arturo Jauretche (aquél a quién se lo menciona en inopinadas citas parciales de caprichosos cortes que pretenden, sin éxito a la vista, justificar lo injustificable) con el fin de vilipendiar a esa clase media gorilona, sarmientina, liberal y mitromarxista de la época del peronismo (clase media... media culta, medio instruida, etc diría Jorge Abelardo Ramos) que calaba muy bien para describir a esa pequeña burguesía de la Argentina dorada del siglo XX.

Esa clase media que podía ser descripta por la famosa triple p (progre, pacata y pelotuda), fatigadora de contratapas de Feria de Libro, mediocremente culturosa y de una insoportable corrección política; fue suplantada por una izquierda que supo ataviarse de una auténtica tilinguería. Y es lógico que así haya sucedido, por que si uno se pone en estrictamente clasista, debe conjeturar que la izquierda en Argentina nunca fue proletaria sino burguesa. Y esa situación no se modificó ni siquiera por el “gran salto” dado desde la época en que el proletariado era el pueblo trabajador para convertirse en un ejército de lúmpenes; de la conversión de un peronismo que supo ser un populismo cristianizante e hispanoamericanista a este progresismo, democrático, laicista y “latinoamericanista”.

Y si remarcamos que la tilinguería de esa clase media gorila la heredó la izquierda, aunque pretendidamente jauretcheana y nac&pop, es porque en el fondo de su corazoncito siguen siendo gorilas (en la acepción tradicional del término).

Una izquierda que carece de luces para el pensamiento y la acción política, enclaustrados como están en una pseudoideología degradada en afligido duelo por el entierro de las idolatrías del marxismo y sus ensangrentados intentos de inducir a la lucha de clases a proletarios que no eran otra cosa que burgueses humildes que tenían esas retardatarias aspiraciones de educar a sus familias, adquirir pequeñas propiedades y mantenerlas para que sus hijos puedan heredarlas en el futuro.

Ahora les siguió este triste rol de administradores socialdemócratas de un capitalismo de factoría periférica, de falsos profetas de una distribución de riquezas imposible en la etapa actual del capitalismo globalizador al que administran “políticamente” y condenan “gatopardistamente”.

Promotores de un garantismo leguleyo que deja a millones de trabajadores de los grandes suburbios como rehenes de ejércitos del hampa con vanguardias encabezadas por hordas de menesterosos, mientras las nuevas oligarquías puertomaderistas cuentan con el privilegio de ser protegidos por la Prefectura. Por supuesto, si algún osado vecino de Wilde pretende contar con la Gendarmería o con mayor policía para poder transitar por su barrio, la respuesta será que primero deben resolver la inequitativa distribución de la riqueza generada por la derecha neoliberal pos-caída del muro y terminar de ganar la batalla cultural contra el gatillo fácil de la policía de Camps. En criollo, jódase, estamos viviendo una maravillosa democracia.

En términos culturales y educativos siguen encandilados con las luminarias de un laicismo decimonónico absurdo embadurnado con un anticlericalismo adolescente en momentos en que a la Iglesia le falta pedir perdón por el Baldaquino de Bernini y solicitar permiso administrativo para cumplir con el Sacramento de la misa dominical. Usufructuarios de una neopedagogía diseñada por lobotomizados y que ya no depende de una mala designación ministerial sino que es parte de un sistema estructural donde las segundas, terceras y cuartas líneas de los organismos responsables están todas compuestas por cientistas sociales surgidos de semilleros como el FLACSO, CIIPEC y otras tantas ong’s y centros de estudios que son a la UNESCO lo que los sanitaristas a la UNICEF y los tecnócratas de las finanzas públicas al FMI y al BM.

Transmisores de un efluvio derechohumanista de lo más cerril y hemipléjico con el que pretenden contarnos una historieta de jóvenes idealistas y sanguinarios militares, sólo apto para ser consumido por imberbes educados por la radio Rock&Pop, los libros de Felipe Pigna y el cine hollywoodense (porque el 90% del cine argentino es un bodrio culturoso que nadie soporta) y ya que estamos, desarticular a unas fuerzas armadas direccionadas por tecnócratas del CELS, que de tan antiimperialistas que son,se dejan financiar por británicos y norteamericanos.

Todas vaguedades conceptuales propias de esta izquierda llena de proclamas vacías que no traen ninguna solución a nuestros innumerables problemas, como por ejemplo, justificar la legalización del consumo de drogas porque su represión significaría criminalizar la pobreza y el verdadero enemigo es el narcotráfico. Léase, jódanse usted y sus hijos falopeados mientras al narcotraficante le damos todas las facilidades para colocar sus productos en el mercado, con la TV, la radio y toda la parafernalia de la música rock como publicidad subvencionada y con facilidades para lavar sus dineros en cuanto casino o bingo se les ocurra construir... no ya en medios de los pintorescos paisajes de Tierra del Fuego dónde atracan los turistas extranjeros que bajan de potentes cruceros (vaya y pase), sino en el medio de los populosos barrios de La Matanza y Lanús.

En fin, una izquierda argentina que de revolucionaria y marxista devino en socialdemócrata y gramsciana, y que ni siquiera puede conseguir los porcentajes de sufragios de Chávez o Morales (o de Uribe). Porcentaje de votos que no necesariamente pueden hablar bien de quienes los obtengan, pero si hacemos el esfuerzo de seguir con la hilación (o falso silogismo que es lo que define al sofisma) de la liturgia a la deidad del sufragio, tenemos que expresiones políticas autodefinidas como populares, no sólo son antipopulares en la acepción tradicional y ortodoxa del término, en tanto perjudican objetivamente al pueblo, sino que además son terriblemente impopulares, porque el escarmiento ya lo perciben a la vuelta de cualquier esquina.


La Derecha mistonga

Todo esto no sería tan grave si a la izquierda tilinga que padecemos le correspondiera una derecha que pueda despertar alguna expectativa de mejora o de cambio. Una derecha que no aprendió (o no quiere aprender, o niega o simplemente no le importa) de los errores u horrores de la década pasada, esa que prometió los manjares del primer mundo y terminó con una escenografia típicamente tercermundista, con millones de desocupados, ejércitos de indigentes revolviendo la basura en las grandes ciudades y destruyendo lo que quedaba de un sistema de industrial desarticulado (salvo excepciones como la industria automotriz sobreviviente de un sistema de moneda que permitía un salario fuerte, sostenido artificialmente por un sistema de cambio que se vino abajo como un castillo de naipes).

No sabe hacer otra cosa que repetir las consignas gastadas del consenso de Washington, como si el descalabro del 1 a 1 o lo de las torres gemelas no hubieran existido, apelaciones a un “moncloísmo” a la bartola recitado por charlatanes que intentan pasar desapercibidos a través de posturas circunspectas y expresiones taciturnas ideales para ser consumidas por el señoragordismo porteño de los programas políticos de cable. Moncloísmo, además, inoportuno. Como si la Argentina democrática, digna heredera de la proclama de acción del denostado proceso militar, fuera equiparable a la España que se encandilaba con la modernidad europea mientras velaba a Franco.

Llamados a un consenso sobre nada concreto, deseos intangibles de renovar las instituciones en el medio de una anarquía social y un raquitismo cultural inaudito, todo condimentado por fraseologías elípticas escritas por cardenales convertidos en monaguillos de rabinos que parecen psicoanalistas escribidores de libros de autoayuda.

Un democratismo pueril y culposo que le permite a la izquierda adolescente y vulgar llevar la delantera en estas discusiones sobre la nada y convertir a economistas de la CTA que nadie vota en oráculos radiales y televisivos de una prensa adicta a la estulticia.

El sacerdote Leonardo Castellani, uno de los escritores más prolíficos que dio la Argentina del siglo XX, sino su hombre más culto, solía mofarse de lo que él denominaba el catolicismo mistongo. Vale decir, una religión católica cuya sacralidad era vivida con superficialidad a través de una pomposa exteriorización que disimulaba una confesionalidad más cercana a un protestantismo práctico que permitía tolerar una fe supeditada a las necesidades de una vida materialista, en la dura faena de sobrevivir en un mundo capitalista.

No esta mal aplicar la adjetivación de mistonga a una derecha que, ante las vaguedades conceptuales de la izquierda, poco y nada tiene para ofrecer. Con un portuarismo “provinciano” que no es otra cosa que un cosmopolitismo tercermundista alelado y proclive a comprar cualquier espejito de color del mundo exterior bajo la consigna de un vago “integrarse al mundo”, sin poner a resguardo los vitales intereses nacionales tanto económicos, sociales como también culturales.

Dignos herederos pródigos de una oligarquía que si por lo menos tenía el buen gusto de las bellas artes y la literatura, padecían de una anglofilia y una afrancesamiento atrofiados en tanto copiaban los gustos y las comodidades del backhand (bacán) y las tertulias propias de un bon vivant, pero que nunca hicieron el esfuerzo de copiar un aguerrido nacionalismo inglés, ese que mientras no tuviera una marina propia aplicaba una restrictiva acta de navegación y que esperaron tener la mayor marina del mundo para proclamar a los cuatro vientos el derecho inalienable a la libre navegación internacional.

Tampoco copiaron nunca el tan denostado chauvinismo cultural francés de uno nacionalistas franceses orgullosos hasta de sus insoportables defectos.

Los nacionalistas argentinos como Julio Irazusta o José María Rosa habían estudiado aplicadamente los procesos históricos ingleses, por eso quisieron copiarlos bien siendo nacionalistas. Vicente Sierra o Ernesto Palacio eran furiosos hispanistas que nada tenían que envidiar al orgullo cultural del francés. Uno puede estudiar la historia universal para encandilarse con naciones poderosas e imitar simiescamente sus gestos característicos y sus modismos, o aprehender de sus procesos para saber indagar la historia propia y saber discernir sus dilemas, esto es lo que diferencia a un intelectual de un pensador nacional.

La derecha careció de auténticos pensadores y tuvo muchos intelectuales, por eso nunca pudo superar su rol de oligarquía para convertirse en auténtica aristocracia. Y si en otras oportunidades supimos extrañar a las viejas oligarquías conservadoras que por lo menos administraron una próspera factoría colonial que españoles, italianos, judíos y otros estimaron digna de cruzar el océano en vapor (y sobre cuyo soporte el peronismo y el posperonismo anterior al 76’ generaron un país que se destacó del resto de la región), ahora esta derecha mistonga no atina a responder más que como ese robot de la novela de Castellani “La Nueva República de Sancho” que escupía papelitos de respuestas inconexas para defender la educación laicista ante las inquisiciones criollas de Sancho.

Tal es así que si uno les pregunta sobre la violencia social incontenible en las escuelas argentinas pueden responder que la solución es establecer reglas claras para la inversión extranjera (no es broma, eso respondió una senadora del “peronismo disidente” ante la pregunta de un cronista); si uno les pregunta sobre la extrema exclusión que padecen millones de argentinos en los suburbios de las grandes ciudades, responden que lo importante es lograr que los mercados centrales bajen sus barreras arancelarias para que podamos colocar nuestros comodities; si uno les pregunta por el crecimiento exponencial del consumo de drogas, responden que es imprescindible hacer una campaña publicitaria de concientización porque el Estado no puede censurar los contenidos mediáticos; si uno les pregunta por el desequilibro demográfico y el evidente descontrol de nuestras fronteras coladores, responden que el Mercosur debe copiar a la comunidad europea y establecer un mercado laboral, comercial y financiero común.

 

Sentido común

No estaría mal que los afanes justicieros de la izquierda abandonen las elucubraciones pergeñadas por ideas malavenidas en histerias posmodernas del gaymonio, la libertad sindical y gansadas por el estilo, para que a partir de un realismo de lo nacional y de lo humano en toda su dimensión se pueda ir abandonando este hormiguero de masas individualistas entrelazados por un “mercado” para ir reconstruyendo una comunidad nacional donde a partir de una auténtica justicia social el hombre pueda realizarse en el núcleo básico de toda comunidad nacional que es la familia.

Sentido común es lo que haría falta, realismo político que nos permita emparejar el péndulo para “izquierdizarse” un poco en lo económico a través de lo social y “derechizarse” un poco en lo cultural a través de lo nacional.

Método que en algún momento supo utilizar el peronismo con éxito y sus sucesores, propios y extraños, liquidaron en pocas décadas.