Fermín Chávez

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SAUL TABORDA“Facundo” (Facsímil de los 7 números)

Precedidos por “Lo facúndico: nuestra fisonomía” (*)

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Con posterioridad al año 1930, y a través del pensamiento de Fichte, nuestro Saúl Taborda empieza a descubrir lo que había detrás de las sombras de la Argentina caserista. Pero si llegó al ser argentino a través de Fichte y no de José Hernández, ello se debió exclusivamente a su dominante cultura europea y a su formación filosófica de involuntaria filiación colonial.

En el curso de 1933, pronuncia en el Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral una conferencia, cuyas tesis preanuncian ya la nueva dirección de sus ideas. Nos referimos a La crisis espiritual y el ideario argentino, en la que efectuó una severa crítica del "hombre de ideas", de los partidos políticos liberales y de la falta de representatividad de nuestro parlamento, no obstante la conquista de la ley Sáenz Peña.

Para nosotros, lo más importante de dicha conferencia es su señalamiento del "hombre precapitalista", como protagonista espiritual de nuestro tiempo, en la medida en que quiere "liberarse de las condiciones que lo niegan y anulan". Su enfoque del alma precapitalista ("Estaba ahí -dice-- antes que el racionalismo marxista formulase su crítica del capitalismo. Estaba ahí con su ideal de justicia"), se presenta como un eficiente punto de partida para nuevas búsquedas e inquisiciones.

Saúl Taborda se fue sumergiendo, a partir de entonces, en aguas profundas, para comprender que la imagen liberal del país era solamente imagen, fantasma. La inteligencia liberal se había convertido en mensura rerum, en medida de todas las cosas de la Argentina, sostenida por poderosos intereses económicos que operaban sutilmente, en pos de sus propios objetivos, anulando toda tentativa del genio nativo.

El 16 de febrero de 1935, al cumplirse un siglo del asesinato de Facundo Quiroga en Barranco Yaco, Taborda lanzó el primer número de su periódico Facundo, de crítica y polémica, con un artículo de fondo donde expresaba, fervorosamente, su nueva visión de la historia y de la cultura argentina.
Ese texto, Meditación de Barranca Yaco, constituye uno de los testimonios más lúcidos, sobre el tema, salidos de la pluma de Saúl Taborda.

Empezaba el cordobés preguntándose si la tragedia de Barranca Yaco envuelve un imperativo de examen de conciencia "en miras a una rectificación de los rumbos ideales de nuestra vida", para plantearnos más adelante esta premisa clave: el fondo perviviente y esencial de la voluntad de Mayo es la autodeterminación de las comunidades existentes en esta demarcación territorial llamada Argentina. Vale la pena reproducir sus conceptos sustanciales:
"Sólo a condición de negar que en 1810 existiera ya una comunidad consciente de sí misma y de su destino se puede desconocer la premisa que antecede.
"Formada por núcleos constituidos y consolidados en una enorme superficie geográfica, ligados por los lazos espirituales legados por Castilla, esa comunidad estaba estructurada y dispuesta como entidad para la historia y su evidente vocación política era el intercomunalismo federalista.

"Sobre esa estructura y esa vocación debimos afianzar la organización nacional. Sobre esas notas peculiares y distintivas debimos crear instituciones originales, expresivas de la idiosincrasia nativa. Pero fuerzas extrañas nos determinaron a proceder de otro modo, y, pagando tributo a las sugestiones alucinantes de la civilización europea surgida de la disolución del orden medioeval,nos dimos a la tarea de casar apresuradamente doctrinas contradictorias para plasmar ese hibridismo invital y artificioso, hecho con el regalismo policial de Bodin, con la teocracia absolutista disfrazada de patriarcalismo hebreo de Bossuet y con la ideología contractualista de Rousseau, que se nos ha ofrecido como nuestro genuino y auténtico sistema constitucional".

Taborda señala como Mariano Moreno, entusiasmado por la ideología de Rousseau, erró la vía de entrada, para expresar expresar textualmente: "Por el camino abierto por este error, cuya excusa radica en que Moreno quiso hacer de la ideología importada un arma de lucha contra el poderío español, hicieron su entrada los errores ligados a los nombres de Alberdi, de Sarmiento y de los pensadores más o menos improvisados, de los primeros momentos". Era necesario colmar un baldío material y moral, y nuestros primeros estadistas, apresurada y desordenadamente, producen el cambio, Leamos a Taborda nuevamente:

"Europa sólo espera una señal para venir a civilizarnos. Espera la señal de su recompensa. ¿Qué falta?
"Falta que concluyamos de negarnos, despreciando todo lo que tiene sello castellano, lo profundamente castellano que tenemos en la sangre. Necesitamos ser una raíz amputada de la raíz de la estirpe. Nadie sabe, nadie quiere saber que, según la intuición de José Manuel Estrada, plenamente confirmada, por las recientes investigaciones de Porcowski, aquella estirpe es la creadora de la libertad europea: necesitamos negamos para ser dignos de la civilización prometida. ¿Cómo hacer para negarnos del todo?
"-Reducid al salvaje -responde la cultura, señalando al caudillo.
"¿ y por qué”.
Es cuando los mentores de nuestro racionalismo señalan la necesidad de extirpar al caudillo, tipo representativo del espíritu comunal, "precioso don castellano", dice Taborda. Marca nuestro pensador, de esta manera, la responsabilidad de la generación del 37 y de sus legatarios:
"Nuestro apresuramiento, excitado por las influencias ultramarinas, no tiene tiempo para detenerse en estas cuestiones, El caudillo es la causa de nuestro atraso -atraso no sabemos en relación a qué- porque se resiste a la absorción centralista de Buenos Aires. Para la impaciencia de la cultura, el caudillo no comprende - ¡cómo va a comprender el gaucho hirsuto que no ha pasado por ninguna universidad!- que el capitalismo europeo no pacta sino con unidades nacionales responsables de los documentos que firman.
¿Dónde se ha visto que la alta banca de Londres trafique con una tribu de salvajes? ¿Dónde se ha visto que rinda sus beneficios civilizatorios sino en emporios provistos de gobiernos de puño fuerte, prestos a depararle privilegios, concesiones, factorías, policías, y fueros de excepción?
"Una noche, un tiro disparado por una mano aleve, desde las sombras de una encrucijada cualquiera, concluye con la vida del caudillo de caudillos.
"Cien años hace de esto.
"Un siglo y un crimen: Facundo.
"¿Cabe todavía interrogar por la significación actual de la tragedia de Barranca Yaco?"
La civilización europea pobló la superficie de nuestra república, pero no pudo poblar el alma de los argentinos. Su progreso nunca llegó a ser fuerza propulsora de lo nuestro, de lo genuinamente nuestro. Trató en todo caso de sustituir al genio nativo:
"Nuestra cultura, ¿no está acaso más obsedida y desesperada por el enorme hueco de la pampa que un siglo atrás, cuando la bala homicida, fabricada por la industria importada, puso una oblea de sangre sobre el pecho del héroe?

"¿Es esta la realidad que se propuso alcanzar la voluntad de Mayo? ¿Fue la voluntad de Mayo la que dispuso y ejecutó la represión del caudillismo reclamada por la cultura urbana bajo la sugestión de las corrientes civilizatorias de Europa?

"Mientras más se agudiza la crisis en la que se hunde el materialismo capitalista, encenagado hasta el hocico en la idolatría de Mammon, más claramente vamos viendo que, por lo que concierne a nosotros, fueron los caudillos -si, los caudillos, esos magníficos ejemplares humanos retoñados en raigón castellano en tierra americana- los auténticos portadores de la voluntad de Mayo".

Estas afirmaciones de Taborda, hechas en 1935, cuando aun los historiadores e investigadores del pasado argentino no habían documentado el proceso que él denunciaba. asumen un sentido de excepcional clarividencia. Hoy, después que H. S. Ferns hizo categóricas revelaciones documentales en Britain and Argentina in the Nineteenth Century, resulta sencillo contestar y satisfacer los interrogantes planteados por Taborda.

En ese mismo número de Facundo, su redactor dio a conocer una nota titulada En torno al 90, agudas reflexiones sobre el libro de Juan Balestra y sobre el papel jugado por Juárez Celman en ese período de transición de la vida argentina. Y nuevamente, en este texto, la inteligencia de Saúl Taborda nos va dejando síntesis admirables. Dice por ahí, verbi gratia:

“En el espectáculo de marionetas del 90, hay un personaje que no figura en el reparto, pero que maneja, desde Londres, los hilos del manipuleo: el oro. Tiene su nombre: Baring Brothers...
“Juárez Celman - provinciano formado en un ambiente impregnado de ese comunalismo nativo- no era el hombre adecuado para facilitar la penetración de lo político por lo económico. El no haberlo comprendido a tiempo, el no haber “comprendido a Europa” fue su máximo error. Su máximo error y su pérdida. El hombre adecuado era el héroe porteño de circunstancias que, jinete en un jamelgo, cruzaba sobre los cadáveres sembrados por la asonada vencida, con veinte millones de pesos en el bolsillo para pagar los intereses de la banca internacional”.

Saúl Taborda había descubierto así, en el último decenio de su existencia, la más grande impostura de nuestro desarrollo cultural: la vaciedad de la fórmula sarmientina, sobre la cual hizo pie la colonización cultural buscada por potencias ultramarinas. Su fervorosa admiración por nuestros caudillos populares- que él prototipaba en la figura de Facundo- y su reivindicación del comunalismo castellano-criollo dicen, objetivamente, que encontró a tiempo nuestras “auténticas directivas históricas” y, siguiendo sus carriles, pudo ofrecer a las nuevas generaciones las fórmulas de la verdadera filosofía cultural de la Argentina.

Solamente a la luz esa filosofía, los argentinos podemos percibir las contradicciones que manejan nuestra historia desde antes de 1853, favorecidas siempre por los teóricos de la inferioridad americana.

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(*) Aparece como última parte del capítulo IV (“Apuntes sobre la pedagogía de Saúl Taborda”), en la 2da. edición del libro de Fermín Chávez: CIVILIZACION Y BARBARIE EN LA HISTORIA DE LA CULTURA ARGENTINA, Buenos Aires, Ediciones Theoría, 1965 (págs.116-120), y en las siguientes impresiones (por lo menos hasta la 4rta, Buenos Aires, Los Cohiues, 1988). No aparece en la 1era edición de la obra, subtitulada “El liberalismo y el mayismo en la historia y en la cultura argentinas” (Buenos Aires, Editorial Trafac, 1956, 126 págs.

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HÉCTOR TRISTÁN, PARADIGMA DE COMPROMISO Y MILITANCIA

El 11 de enero se cumplieron 11 años del vuelo al Elíseo de un entrañable amigo y compañero de más de tres decenios, porque el alma grande de Héctor Tristán acaba de dejar al compadre cuerpo, para usar una expresión de Peguy que nos seduce. Se aproximaba a los setenta y cinco.

Quien a lo largo de su vida fue jugador de fútbol, obrero metalúrgico, militante social y político, dentro y fuera del país, se caracterizaba por ser un insigne memorioso de una historia empezada a fines de la década de 1940. Por herencia familiar debió beber de entrada una fuerte cultura anarquista, que lo preparó para los más duros combates. Los Tristán de Héctor provenían de Italia, pero su origen era tan español como el de aquella Flora,hija de Francisco Tristán, parisina por accidente, y encima abuela de Paúl Gauguin. Es sabido que los Tristán se jactaban de ser descendientes de los Borgia.

En la tarde del 16 de junio de 1955 Héctor y otros compañeros abandonaron el establecimiento metalúrgico de Francisco Beiró 5840, donde trabajaban, y se movilizaron hacia el centro de Buenos Aires en pleno combate. Su compañero de ideales, Héctor Pessano, cayó bajo la metralla de un Gloster y esa noche lo seguían esperando en su barrio de Villa del Parque. Por suerte Tristán pudo volver y horas después, desagraviar a la bandera argentina en la fábrica, como miembro de la comisión interna. Nosotros, también por ventura, pudimos publicar en 1984 la fotografía de ese acto de desagravio en Beiró 5840 en la que él está hablando.

Los acontecimientos posteriores a junio del 55 lo aproximaron a un protagonista muy singular: John William Cooke, interventor del Partido Peronista metropolitano, hasta el derrumbe de setiembre y la prisión del Bebe poco después. Y hacia marzo de 1956 creado el Comando Nacional Peronista, Héctor se integró por la parte gremial a este núcleo, junto a César Marcos, Raúl Lagomarsino, Héctor Saavedra, Manuel Buzeta y otros. Estábamos en la Primera Resistencia y los sucesos se iban a precipitar en junio, con el estallido del movimiento cívico-militar de los generales Valle y Tanco. La clandestinidad o la semiclandestinidad era la nota común de la lucha bajo la "Libertadora". Eran tiempos de panfletos mimeografiados; en alguno de ellos decíamos que en nuestra tierra (abril de 1956) se había instalado "una Siberia que abarca la Patagonia y Tierra del Fuego, y donde no rigen los beneficios del Derecho de Gentes".

Eran después los tiempos de la "línea dura" y la "línea blanda", a las que el poeta Antonio Nella Castro le agregaba la "línea morcillona", ya que de todo hay en la viña del Señor. En abril de 1955 Tristán consiguió una imprentita en Avellaneda y clandestinamente junto con Mario Massohu, editamos las cuatro paginitas de De Frente, nada más que para difundir las directivas del Comando Superior para los comicios de "convencionales constituyentes": votar en blanco o en una boleta que diga "asesinos". De paso retrucábamos los dichos de los "neoperonistas" y de los "lonardistas" y "bengoístas".

En la clandestinidad, Héctor adoptó el falso nombre de César Arena, con el cual conseguimos un documento falso para que pudiese exiliarse en el Uruguay a mediados del 57. Yo era entonces Juan Cruz y su primera carta está fechada en Montevideo el 29 de diciembre de 1957. La demora, según me decía, obedecía a las dificultades de conseguir trabajo; "Las cosas me fueron de mal en peor y pasé las de Caín", me decía. Su última desde el Uruguay data del 16 de marzo de 1956. Vivía en la calle Andes 1254.

La segunda mitad de 1958 nos lo devolvió a Buenos Aires junto con Cooke. El "workman" se alejaría más tarde de la metalurgia; y empezó a trabajar de cobrador de sanatorios y otras empresas, porque siempre vivió de su trabajo. Durante la llamada "Revolución Argentina" continuó de cobrador. Antes, durante la Conferencia de Cancilleres de Punta del Este (principios de 1962), se había encargado de repartir la histórica Carta de Juan Perón al presidente Kennedy, fechada en. julio de 1961. En la ciudad oriental tuvo, entonces, una interesante conversación con Ernesto Guevara, a quien impresionó vivamente.

No dejaba Héctor de intervenir en la política, sobre todo en la parte sindical, y especialmente de la UOM. Sí, en la lid contra la figura de Augusto T. Vandor. Perón lo apoyo en esos momentos y quedan cartas del líder justicialista -en nuestro poder- que así lo corroboran. En una misiva del 5 de setiembre de 1966, respuesta de otra de Tristán del 22 de agosto, el general exiliado le dice; "Pienso como usted y como usted creo que la Argentina se ha sacado de encima un sinapismo pero le han endilgado una cataplasma". Yo me someto a los hechos que suelen ser los más elocuentes porque, según reza en el apotegma peronista, siempre es mejor hacer que decir o, como dicen los italianos, "di quello que vedi a metá credi, de quello que senti, non credi niente". Y el general le agrega: "Atenido a los hechos se llega a poco andar a la conclusión que no podemos considerar a esta etapa como una cosa nueva ni original sino como una fase del proceso iniciado en 1955. El Justicialismo ha sido un sistema opuesto al régimen colonialista nacido en Caseros y, en consecuencia, contrario a la entrega nacional y defensor de la justicia social, de la independencia económica y la soberanía nacional".

Héctor se mostraba en suma desconfiado más de una vez, como aquélla en que cerró la boca y el relato que le estaba haciendo a Perón ante el ingreso súbito de López Rega. Lo tengo contado en La chispa de Perón. Pero, atento a los dichos del general en la carta aquí mencionada, es evidente que tuvo un buen maestro en la materia,

Bajo el reinado de Juan Carlos Onganía nuestro "workman" se desempeñó como subsecretario general de la Juventud del Movimiento Peronista. Allá por noviembre de 1968 opinaba: "Perón será nuestro Mao y el peronismo juvenil la cabeza del proceso". Y que en la Argentina solo restaba hacer le revolución cultural, Sin embargo, los jóvenes por el nucleados consideraban que la guerrilla era una aventura peligrosa: "una utopía que favorece a los militares aliados a los yanquis". (Revista Análisis, No 401, 20-XI-1968)

En la década de 1970 Tristán se quedaría en Madrid y colaboraría estrechamente con el líder justicialista, quien le confió más de una misión importante en países socialistas. En diciembre de ese año 70, antes de su viaje, le enviaba desde Buenos Aires un cuadro de situación, por mano de Jorge Daniel Paladino.

En su respuesta del 24 de diciembre de 1970, Perón le escribe: "Le ruego que haga llegar a los muchachos presos nuestros mejores deseos y la más absoluta solidaridad, con la esperanza de su próxima liberación, no solo por lo que nosotros podamos hacer sino también porque todo parece señalar que esto no da para más".

Ya en Madrid, Héctor supo abrir más de una vez las puertas de la residencia de Juan Perón, cuando había interferencias de José López Rega. Hace años recordábamos (estando presentes Tristán y Fernando Pino Solanas), pormenores de esa "tarea" doméstica en Puerta de Hierro efectuada por nuestro recordado Compañero. Precisamente Solanas, en oportunidad de la filmación de La Revolución Justicialista, fue víctima del celoso cancerbero, en junio y julio de 1971, y le tocó a Tristán facilitar la labor del cineasta.

Cuando el 20 de junio de 1975 Perón se embarca en Barajas para su regreso definitivo, allí en el aeropuerto estaba quien no podía volver en ese vuelo charteado porque debía cumplir en el Este una misión encomendada por el General. El pudo regresar definitivamente algún tiempo después. Recuerdo que en 1982, cuando la Guerra de Malvinas, se anotó de voluntario. Y ahora anda revoloteando allá arriba, igual que aquel Cesar Arena de 1957 que estuvo guardado en la iglesia del padre Hernán Benítez, ubicada en el barrio de Saavedra. O que el futbolista que, hace más de 60 años defendía, en Salta, los colores de YPF en memorables torneos provinciales.

A HÉCTOR TRISTÁN, ALLÁ ARRIBA

I
Decían que era duro y que era obrero
Quienes lo conocimos de naranjo
Sabemos que era solamente un anjo,
Ángel que iba derecho, compañero.

Dicen que era Tristán un pendenciero,
Más yo lo vi, sin precisar mangrullos,
Que siempre entraba en todos los barullos
-Y jamás en la lista -, Y con el cuero.

Sangre hispana pasada por Italia
Portaba su apellido. Y una Amalia
Tuvo siempre el machista -leninista.

Flora Tristán, su tía más peruana,
Lo empujaba a luchar por un mañana
Humano, socialista y peronista.

II
Lo que no dicen es que este aparcero,
cumpa y hermano de la Resistencia, llevó
siempre prendida una querencia,
la del pueblo, el moscato y el brasero

Lo que no dicen es que el Coronel
lo reservó para una contradanza
con el caño o la metra por la panza
y el chamuyo bordado en el papel.

Andan por ahí las fojas de esta historia,
por allá la bandera de la gloria
que se llevó en su enero de ceniza.

Ángel Tristán, no vengas tan seguido
que no hay espacio para tu ronquido,
ni para tanta fe que se desliza.

F. Ch.

11 de enero de 199