Cultura

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QUE TRATA DE PUTOS (*), DEL ESTADO Y DEL MATRIMONIO ENTRE ESPECIES

I

“Hijo: Papá…que es gay?
Padre: Bueno, en inglés significa alegre, jocoso.
Hijo: No, no… quien es gay?
Padre: Ah!...esos son putos”


II

“Hijo: Papa…
Padre: Sí, hijo…
Hijo: Te quiero decir que soy gay…
Padre: Mmm…….. pero….vos tenés mucha plata?
Hijo: No. Por qué me decís eso?
Padre: Porque entonces sos puto no más.

(Popular)



Hace por lo menos un cuarto de siglo un periodista de Santa Catarina (Brasil) con filoso cinismo burgués marcaba la cancha poniendo la piedra liminar de una gran denuncia: la pérdida de las viejas y sabias costumbres. En concreto el catarinense se quejaba del abandono en que había caído la institución de la manceba con casa puesta. Eran tiempos en los que la doble moral al uso consentía, mientras se guardaran ciertas reservas, la existencia de lo que deploraba en público. En esa organización desorganizada el homosexual, la prostituta, el pasador de juego clandestino, el pequeño traficante, etc. ocupaban sin mayores problemas un lugar bajo el sol.

Esta situación no era ajena a la que se vivía en la Argentina. ¿Qué ha cambiado?

 

UN PRODUCTO MENEMISTA

Así como el Sindicato de Camioneros debe su espectacular crecimiento al menemismo –vía eliminación del sistema ferroviario, y el triunfo del esquema norteamericano de transporte en la periferia- los homosexuales argentinos deben su organización solidaria (la CHA) también a Carlos Menem, previo apriete a éste de la “comunidad gay” de Nueva York, ámbito geográfico al que fue a garronear uno de los tanto créditos que inflan nuestra deuda externa. Lo que para Menem constituía una de las tantas concesiones a la política del imperio, que no lastimaban su proyecto y que en términos políticos le resultaban útiles ya que ponía un hueso en la boca a los que le ladraban (hasta creó el INADI Ley Nº 24.515: Creación del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, Sancionada: Julio 5 de 1995 - Promulgada de Hecho: Julio 28 de 1995), para la muchachada K necesitaba profundización y el chiste fue transformado de comedia en tragedia.

GORILAS DE CLASE MEDIA

Los que trabajan de indios han inventado la bandera multicolor de Abya-Yala (¡?), y los que trabajan de homosexuales progresistas han inventado el día del orgullo gay con bandera arco-iris y todo. Y desfilan. ¿Cuál es la diferencia entre este desfile y el de de los putos en la murga de barrio? En que esta última era más divertida. No existían fobias exacerbadas como las actuales y el marica pobre no se travestía ni ejercía la prostitución para comer, siliconas mediante, y –si era marcadamente afeminado- ejercía los viejos oficios de peluquero de señoras o “modisto”, o se desparramaba por viejas actividades (insospechadas de tener homosexuales en su seno: construcción, metalúrgicos, estibadores, etc.): el homosexual, sin ser “travesaño”, atravesaba toda la sociedad, y eran aceptado sin mayores problemas por los sectores de menos recursos económicos. La fobia siempre se instaló en las clases medias: hasta la clase alta contaba con sus manifiestos putos ilustres; algunos, con grado de general de la nación y veleidades de historiador. La clase media “culta” no pasaba hace una treintena de años de la admiración secreta del homosexual literario, hombre o mujer. Claro que los 70, en que apareció el Frente de Homosexuales Peronistas (mientras la “orga” cantaba: “No somos putos/ no somos faloperos/ somos soldados de Evita/ Montoneros”) (1) y escritores como Perlongher y Osvaldo Lamborghini establecían en la literatura el límite respecto del que no se podía retroceder, esa misma clase media se entregaba a la dictadura militar , a su soporte braguetero-eclesiástico y escondía de mil modos a los hijos que cargaban carne por la popa (aunque una vez oí decir a una señora de la “high”: “en toda familia FINA hay uno”).

Mientras en la primavera post-franquista las galleguitas campesinas de Logroño, de bigotes todavía y costumbres telúricas, se largaban a consumir marihuana y a abrirse de piernas en nombre de la libertad y el goce, la progresía criolla post-dictadura se largó a importar las metáforas libertarias en nombre de la democracia y el “estado de derecho”. Claro que sus logros se los deben al odiado “gorila musulmán” de los 90. Las putas se transformaron en comunicadoras sociales o prestadoras de servicios y el marica expulsado de todo sistema fue inducido a la silicona y a afirmar las esquinas: Varones de pelo en pecho más feos que pisar mierda descalzo se inyectaron aceite industrial porque descubrieron que la clase media había logrado, por fin, sacarse de encima la tara que siempre la había oprimido: el miedo a ser calificado de “puto”. No es difícil primerearle el pensamiento al puto “fino” (que los hay y muchos) acerca de que piensa de un mestizo travesti ejerciendo la prostitución en Palermo: el mal afamado prejuicio de clase distingue el rosa, pero también el negro.


LO QUE LA HISTORIA NO DA LA REALIDAD NO PRESTA

Pero como la felicidad nunca es completa el marica nacional (nos referimos aquí al homosexual de medio pelo) escamoteó (lo sigue haciendo) las profundas divisiones clasistas, raciales y culturales que los separan de los “chongos” pobres y de piel oscura.

Porque el puto de clase media es reaccionario, pretende ser reconocido por el sistema burgués que lo desprecia, a través de instituciones jurídicas que le están negadas como es la del matrimonio. Quieren inscribirse en el registro civil y ser “padres” ¿no es eso la familia burguesa? El reclamo lo hacen en nombre de la igualdad (?) la diversidad (?) la no-discriminación (?) el amor (?) vaguedades todas del mismo estatus de “nonsense” como “y dios creó el mundo”, “la tierra es hueca”, “Hitler vive congelado en Patagonia”, “Mahoma es el último profeta”, “los chinos se las saben todas” etc., etc., etc.

La pretensión de casarse (poner casa) mediante una unión civil resulta valiosa dado que habla de proyecto común, solidaridad y hasta de afectos recíprocos compartidos. Pero esto tiene poco que ver con el concepto de familia y con el de matrimonio burgués de hoy que, a su vez, solo es una etapa en el cambio histórico de la organización familiar.

No tiene sentido aquí listar las variantes matrimoniales en la historia y en los distintos procesos civilizatorios, pero si vale destacar el rol fundamental de la procreación (y consecuentemente de la mujer)(2) en la organización social: sea porque es la base de la construcción del clan, de la gens y del Estado, tanto como un elemento para impedir la construcción del Estado a través de las alianzas que impidan la preeminencia de un grupo sobre otro (esta es una interesante teoría desarrollada por Clastres en el estudio de sociedades indígenas en el Gran Chaco). Puesto que se ha abandonado el sistema de organización matrilineal, el de propiedad patriarcal y el de cooptación, el sistema burgués resulta ser el vigente. Se puede argumentar que muchas personas se casan y se constituyen como matrimonio sabiendo de antemano que no procrearan, pero precisamente ese es el límite del instituto que no afecta su núcleo básico (la procreación), cruzado por intereses biológicos, materiales y culturales de variado tipo (sean creencias, cuestiones de valoración, de ejecución, etc.) en una mezcla difícil de escindir vitalmente aunque podamos aislarlos racionalmente.

 

LA PAYADA DERECHO-HUMANISTA

La pretensa igualdad ante la ley es un disparate nominal que la realidad y la administración de justicia misma se encargan de corregir. La búsqueda de un mínimo común denominador en el discurso democrático-liberal-progresista del homosexual (: todos somos humanos, todos tenemos los mismos derechos, hay que respetar la diversidad, entre otros) nos lleva a comprobaciones históricas de signo contrario: de hecho nazis y judíos no se consideran iguales, vencedor y vencido no tienen los mismos derechos, nadie respeta la diversidad del que no encierra ningún valor (entendido éste pragmáticamente: como útil). La calidad de humano no implica la igualdad de derechos ni estos presuponen necesariamente el respeto a lo diverso, sobre todo si lo diverso se despliega como inútil.

El criterio contrario, sostenido por los recientemente fracasados muchachos, que iban a ser santificados en unión “matrimonial” por el Estado municipal, no trata de establecer “la igualdad ante la ley” para los que se hallan en las mismas condiciones, sino de establecer la igualdad absoluta (inexistente) sin discusión posible (un ejercicio tiránico) y en forma previa al tratamiento de la CONDICIÓN por parte de la administración de justicia (una pretensión inocente). O sea, el cambalache discepoliano. La coexistencia del mercader de Venecia con la puta de quilombo. Stawisky y la Mignon.

Ningún pretendiente a marido o mujer homosexual logró articular idea alguna respecto a la necesidad social de sus requerimientos. El proceso de humanización insertado en el proceso civilizatorio se articuló en torno a la reproducción de la especie y ésta en el marco de una institución cambiante: la familia (madre/padre/hijos) algo que le está vedado por impracticable a la pareja homosexual. La pretensión de introducir un sustituto ficcional (el niño adoptado) ratifica por otra vía la desesperación de parecerse a una “familia” burguesa.

La curiosidad es que nadie duda acerca de la imposibilidad de correr una carrera de postas a alguien que le faltan las piernas; aunque parecería que la imposibilidad de procrear de una pareja homosexual no le impediría devenir en una familia de las previstas tanto la en la regulación legal argentina, como en la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, “Declaración…” que a esta altura, y en manos del universo homosexual, carecería de valor y sería antihumana:


“Artículo 16:
1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.”

 

Lo tragicómico es que los partidarios del “matrimonio” homosexual quieren parecerse “als ob” al matrimonio burgués, pero desestimando las características que lo definen y las normas que lo regulan.

Corre pareja con este ejemplo de irracionalidad y de pedaleo en el vacío la pretensión de habilitar el “derecho de los animales” y su articulación en el proyecto “Gran Simio” (ver El Escarmiento, Nro. 8, 2008) cuyo desarrollo es promovido por el Socialismo Tarado Español (a pesar de que se les murió Copito de Nieve, el gorila albino que tenían). En breve y dado que al parecer compartimos el 97% de características genéticas con nuestros primos de la selva, vamos a pelear por matrimonios con los carayá y los monos tití (para el casamiento de los enanos) sin olvidar, claro, a las ratas que al parecer militan el mismo porcentaje genético. Después, habrá que soportar a los intelectuales racionalistas rompiendo las pelotas con que el Lobizón no existe.

 

FINAL PROVISORIO

La elección del día mundial de la lucha contra el sida como fecha del “casamiento” de la pareja ratificó en la sociedad el hecho falso de asociar homosexualidad = sida; haciendo –ingenuamente, otra vez- el caldo gordo a los sectores más reaccionarios de la sociedad: ej. la jerarquía Católica, principal opositora a la enseñanza sexual en los colegios. El resto, fue una fiesta para los “periodistas” y sus cámaras de televisión, jolgorio puteril y reproducción del sistema.

(*) Vale la pena rastrear el término en algunos diccionarios del lunfardo. Ni el Diccionario Ideológico del Lunfardo (de Gobello y Amuchástegui-1998) ni el Diccionario Etimológico del Lunfardo (de Oscar Conde- 1998) lo registran, aunque sí este último los de putarraco, y trolo remitiendo indirectamente al de puto y a homosexual pasivo, con una posible derivación de trolo, no muy segura, del francés drole (raro, extraño). De la palabra puto y su etimología ni hablar. Mario Teruggi por su parte, en su Diccionario de voces lunfardas rioplatenses (1998) trae: Puto.- m. Homosexual; trolo; desgajándolo de su adjetivación negativa (“jodido, malo, despreciable, maldito”) y trolo es definido como homosexual, invertido. Estas sinuosidades ameritan un estudio detallado no sólo del origen del término, sino de cómo ha sido gestionado éste por los “Académicos”.

(1) Los vínculos del peronismo con el tema, desde el Estado, siempre han sido ambiguos; porque ambiguos son los grupos sociales en su percepción y tratamiento. Las contradicciones culturales, clasistas y racistas se desplazaron siempre por todas las ramas de la administración pública. Valga como ejemplo de esta ambigüedad la anécdota que involucra a “Paco” Jamandreu, que diseñaba los majestuosos vestidos de Evita, a ésta y a Juan Perón: Presos en una comisaría Jamandreu y su ocasional acompañante, el diseñador llama por teléfono a Eva solicitando ayuda; ésta le pasa el teléfono a Perón quien, después de ser anoticiado por “Paco”, le dice: “joderse por puto” … y lo deja dormir en la Comisaría hasta el día siguiente. Ello no impidió nunca el trato preferencial que Jamandreu tuvo por parte de ambos, como también lo tuvo otro notable artista y exiliado franquista: Miguel de Molina. Su condición homosexual nunca se interpuso en el trato de amistad.

(2) Los anhelos que pueblan el imaginario de la procreación en el homosexual fueron magníficamente recreados en un poema de Federico Pedrido, retratando con humor piadoso la percepción popular de aquel drama:


EL HOMBRE DE LA ENAGUA ROSADA

Fue, muchos, muchos años, pesebrero
Y, después, laburó en una pensión.
Cuando compra salame, el corazón
Igual que bandoneón se frunce entero.

Tuvo dos novios. Uno era frutero;
El otro, un cabecita camaleón.
Le dieron tantos palos en el cuero
Que lo sueña tambor su evocación.

Ahora está cantando en la escalera,
mientras retuerce un trapo, una habanera
y se clava en un gesto mudo y fijo.

La purretada juega en la vereda.
Se toca el vientre, y por sus nalgas rueda
la noble idea de parir un hijo.

 

*pesebrero: peón de albergue transitorio.

(En: Federico Pedrido: “Entre la Roña y la Nada – Poesía deplorable de Gonzalo de Verseo”, Bs. As. Ed. Corregidor, 1987, pp. 41/42)

RARO, COMO ENCENDIDO


por Abel Posadas


Con referencia a su artículo sobre los putos, creo que bien vale una réplica. Para comenzar la diré que llama la atención por ser uno de los pocos escritos que nada tiene de políticamente correcto. Más bien todo lo contrario, aunque no pretenda ser un insulto. Deschava la habitual homofobia solapada de no pocos intelectuales que murmuran en voz baja.

 

ALLÁ LEJOS Y HACE TIEMPO

Comencé a tratar a la gente diversa en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA allá por los años 60. Los considerados diferentes –Jorge Panessi, Beatriz Salazar, Marta Diz, Claudio España, Inés Azar, Jorge Polaco, David Uhrman más una poeta algo desprejuiciada como Susana Thenon-. También había gente distinta entre los profesores con Enrique Pezzoni a la cabeza y otros no tan evidentes como Ángela Blanco Amores de Pagella –seductora de Marta Mato-. Se hablaba mucho, además, de Alejandra Pizarnik pero ella estaba fuera de la facultad.

In illo tempore los prejuicios eran inmensos aunque nunca supe por qué. Curioso, porque los prejuicios eran un boomerang que iban de los hétero a los homo y viceversa. Así, misteriosamente, no podía tratar a un puto, estaba prohibido, pero sí a una tortillera –eso daba tono-. A su vez y ante una pregunta de la señorita Thenon “te gustan los hombres?” y ante mi respuesta esquiva, caí en desgracia y quedé fuera del séquito.

La franja bisexual era muy amplia y el vate Alberto Girri era muy admirado, así como también Manucho Mujica Láinez y Silvina Ocampo. Era tan amplia como despreciada por héteros y homos. Que es lo que ocurre hoy con gente como Víctor Laplace o Diego Maradona, por ejemplo. En aquellos años de camas fáciles pre-sida no eran pocos los que se arriesgaban a experimentos variopintos. No estoy para nada seguro de que los prejuicios en esta materia hayan desaparecido. Quienes transitan un camino diverso van a ser objeto de pullas y chanzas variadas.

 

QUIEN QUIERA OIR QUE OIGA

La idílica presencia en su artículo de la murga de los putos no deja de llamar mi atención. Que Eva Duarte hubiera conocido a muchos en su paso por el teatro, la radio y el cine, la hacía acreedora a la benevolencia y comprensión. Porque también en su caso, se sentía a salvo por aquello del se-mira-y-no-se-toca. Los homosexuales y bisexuales del ambiente artístico e intelectual no tuvieron problemas bajo el peronismo. Si esto ocurrió –caso Carlos Hugo Christensen y la extorsión de Apold- el asunto tuvo estrictas razones políticas.

Pero Ud. pareciera creer que antiguamente se tenía hacia los putos una mirada de simpatía descomunal.
- Pero esa gente tiene la cabeza dada vuelta!!! – dice mi tía Josefina.
Ella tiene 83 y es una mujer común. Por otra parte, estoy de acuerdo con Ud. en varios aspectos: los putos con plata no son putos. Lo mismo ocurre con los curdas. Son dipsómanos. La plata ayuda siempre y los que la han tenido jamás se han hecho demasiado problema –Manucho corriendo tras los efebos en Córdoba es un buen ejemplo-.

 

LOS VENERABLES TODOS

En los años 80 las tapas de las revistas de llenaron de fotos con Marilina Ross, Celeste Carvallo, Sandra Mihanovich y se filmaron dos películas como ADIOS, ROBERTO y OTRA HISTORIA DE AMOR –el director de esta última, Américo Ortiz de Zárate, murió de sida-. Nada de lo que ocurría en ese módico destape me parecía otra cosa que una estafa.

Es posible que bajo Ménem se haya consolidado lo que había sido insinuación con Alfonsín. También es probable que en el circo del posmodernismo todo se haya convertido en una exhibición no deseada. Caso concreto: el frustrado y mediático casamiento gay que se transformó en una nota de color para consumo de televidentes.

Y es verdad lo que Ud. dice: por qué formar una familia burguesa? Debo aclarar que no entiendo eso de “familia burguesa” pero cuando leo a August Strindberg me parece que lo sospecho. Y cuando miro en derredor también. Pantuflas, hijos resabiados, ruleros? No lo sé. Si se dice estar en contra de un status quo, por qué se lo apuntala? Tal vez existan razones que se me escapan. La unión civil permite ciertas conveniencias me parece. Y según deduzco de su artículo, esa unión civil debería formalizarse únicamente entre un hombre y una mujer. Esto tampoco lo entiendo. Es decir, no comprendo nada de nada.

Pero aunque no comprenda, no tengo miedo a que la gente diversa se case o adopte hijos. Después de todo, nada es contagioso en esta materia, sobre todo con forro seguro. Eso sí: el despliegue de plumas que incluye ropas exquisitas y cuerpos armoniosos repugna. Sin embargo, acaso no ocurre lo mismo con los héteros que recurren al exhibicionismo más flagrante?

Porque lo que resulta un dislate en este circo es precisamente el exhibicionismo y el circo que organizan los medios. Otro ejemplo: por qué aplaudir a alguien que, como Guido Gorgatti lleva taitantos años de unión homosexual y no se hace lo mismo con una pareja hétero? Porque aguante, en uno y otro caso, hay que tener.

La utilidad, palabra que a Ud. le gusta, de las uniones por el registro civil, me parece bastante inútil. No obstante y a la hora de los papeles y hasta que se prueba lo contrario, a la hora de la repartija de bienes es absolutamente necesaria. Hasta la señora Legrand tuvo que darse por vencida luego que nada pudo hacer para que el Dr. Marengo, pareja de su hijo Daniel, se quedara con lo que le correspondía por cohabitación.

 

SOÑAR, SOÑAR

En los blogs de internet se lee de todo. Políticos, futbolistas, actores, escritores, el lumpenaje televisivo, todos en fin, se encuentran a la misma altura en cuanto a sus actividades horizontales. Cómo se le puede llamar a eso? Me parece que es más penoso que un casamiento gay –de putos, según Ud- porque habla de una SUSOCIEDAD o SOCIEDAD SUCIA.

El asunto da para mucho más.

Respuesta a Posadas:

Poco que objetar y algunas aclaraciones:

a) Un error de interpretación: La unión civil entre homosexuales, cosa que por otro lado existe, más otras figuras jurídicas paralelas y las que puedan agregarse, me parece positiva (así lo expresé en al artículo: “La pretensión de casarse (poner casa) mediante una unión civil resulta valiosa dado que habla de proyecto común, solidaridad y hasta de afectos recíprocos compartidos”) y resultan un adecuado instrumento (a esta altura de la soirée) para resolver cuestiones que se plantean al final de la réplica de Posadas, tales como el reparto de bienes. Pero no solamente eso (que presupone la separación previa o la muerte), sino otras varias, como la representación –curaduría incluida-, prestaciones alimentarias recíprocas, la capacidad de testar (elemento que habría que ajustar en el Código Civil) y otras no menos delicados como la situación de terceros vinculados a ese vínculo primario, que supongo será el producto de un proceso nada fácil. Unión civil no es matrimonio y este no es la sacrosanta institución de derecho natural. Sobre su pertinencia me remito a lo dicho.

b) El tema de la adopción de hijos por parte de una pareja homosexual es más compleja de lo que parece, y no creo que pueda despacharse en nombre de la tolerancia a la diversidad o la ausencia de ella. El papel nada inocuo de la familia heterosexual en el origen de desequilibrios mentales varios (aunque pongamos en esta exposición entre paréntesis el carácter de trastorno mental de las prácticas homosexuales, no obstante el DSM-IV-TR : Cap. “Trastornos sexuales y de la identidad sexual” y la exclusión de la homosexualidad por parte de la Organización Mundial de la Salud de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud: el DSM y la Clasificación de la OMS, no congenian. Hablando de ambigüedades…) no tenemos información relativa al desarrollo de la personalidad de un menor en el marco de un vínculo homosexual. Tema éste que no se desarrolló en el cuerpo del artículo sino que se limitó a ilustrar el carácter conservador del planteo, en manos de cerebros tullidos por el tambor progresista (no eran conmovedoras las lágrimas de Lubertino? Ají molido en los ojos?)

c) En relación al despliegue de plumas, la ropa exquisita y los cuerpos armoniosos a que alude Posadas, me parece que hay que vincularlo a cuestiones de tiempo y lugar. Vale aclarar aquí que nunca me referí a “murga de los putos” sino a los “putos en la murga de barrio”, nota de color aceptada socialmente (algunos operarios y administrativos la reclamaban con avidez). Salvador Dalí, cuya sexualidad fue muchas cosas menos lineal, con la sabiduría que juntó a fuerza de trajinar colchones dijo que “el sexo es lo último misterioso que le queda al hombre, y lo está destruyendo”. Y el misterio es privado. La creciente invasión de lo público en el ámbito privado por parte no ya del Estado (el viejo Gran Hermano de Orwell), sino de los medios de comunicación (el “Gran Hermano” conducido por Jorge Rial y por Soledad Silveyra haciendo plata a costa de perejiles con altísimo grado de insatisfacción sexual), aumenta la alienación de un pueblo cada vez más bruto y más barato. Los gay de la banderita multicolor y la parejita del cuarto de hora televisivo son funcionales a ese manejo siniestro. Simplemente porque la mayoría de la población se los toma en joda, forman parte del entretenimiento, porque no resuelven ningún problema ni representan uno de los problemas terminales: como dicen los loritos corporativos “no están en la agenda”. Su gravedad radica en que el “entretenimiento” (Tinelli, los travestis con problemas foniátricos de Sofovich y cuanto marica ordinario pulula por televisión y radio) no tiene carácter lúdico, ni siquiera representan un espejo invertido (perdón por la palabra): no alegran, “entretienen”.

Las putas están en los quilombos (entre otros lugares), las plumas, ropa y cuerpos armoniosos, en los espectáculos y la enfermerita (para los heterosexuales) con cofia y en pelotas, entre cuatro paredes. El resto es farsa, es manipulación, es la borocotización de este segmento de la cultura. Aquí uno puede empezar a mascullar la distinción entre lo real, lo irreal y lo virtual.

d) En relación a la tía Josefina, de Posadas, la sospecho en el pasado asidua habitué al programa “La Tuerca” donde Guido Gorgatti, Osvaldo Pacheco (y algún otro) se interpretaban a sí mismos (o simplemente representaba el papel) y eran la delicia de grandes y chicos (como diría un vendedor), “un espectáculo para la familia”. Eso no impedía que –carcajada mediante, porque eran de primera- la tía pudiera hablar de la “cabeza dada vuelta”. Eran las viejas costumbres; y en eso, no eran tan malas.

e)En relación a Gorgatti, su decanato y el aplauso de la tribuna me parece que no hace al fondo de la cuestión (no es difícil constatar ejemplos en contrario, incluso en el ámbito heterosexual: No decía Oscar Wilde que “la principal causa de divorcio es el matrimonio”?)

f)Puesto en términos de espectáculo, claro que todo es una basura; aunque no una pena (homo sum, nihil a me alienum puto: no podía faltar). ¿Por qué sentir pena por lo que es nada más que ridículo mediocre? Sintamos pena, en todo caso, por el fracaso de una grandeza. Esto último, claro, algo inasible para el “casamiento gay”

d.a.


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“PERON Y EL ARTE DE LA CONDUCCION - Aportes para la cultura política argentina”

Por Alfredo Mason, Buenos Aires, Ed. Biblos, 2009, 177 páginas.

Este es un libro importante sobre un aspecto del pensamiento de Perón (un pensamiento que enseña a pensar) y que nos introduce, con una claridad de conceptos bastante inusual, a una realidad diariamente escamoteada por la “intelligentzia” portuaria y sus puntos de venta.

Sin concesiones a la tilinguería académica (ocupada en descular, como propias, las teorías del dominador europeo/estadounidense) Mason indica que “uno de los elementos más preciosos que (Perón) nos legara para nuestra cultura política, es su concepción del poder, remarcando dentro de ello la importancia de la formación, la organización y la conducción política” (p.15). Desgajada de sus orígenes militares el núcleo esencial de la conducción será política y ésta, política nacional.

Merece transcribirse la descripción cuasi-aristotélica que hace Mason del mundo degradado de la practiconada que se hace pasar por política: “…desaparecen del horizonte los liderazgos y se transforman en jefaturas; los cuadros medios aparecen como operadores; el diálogo abierto con el pueblo se transforma en el monólogo televisivo; la conducción busca ser reemplazada por el marketing político y finalmente, la política se transforma en un fin de carácter laboral.”

El repudio del formulismo vacío (de “izquierda” y de “derecha”) y del tecnicismo unilateral, que son la negación de la política, se hacía patente en el pensamiento de Perón. La política la entendía como conflicto y a la política nacional como la solución nacional del conflicto. La actualidad de esta contradicción no solo es expresión de lo inevitable sino también el acicate de la acción política: “renunciar a la política es renunciar a la lucha, y renunciar a la lucha es renunciar a la vida, porque la vida es lucha” (Perón, 1973)

Mason arriesga definiciones que constituyen un verdadero desafío conceptual y que nos reclaman un profundo análisis. No es menor la cuestión de la verdad en el discurso político: “… si cuando llega el momento de la decisión, la mayoría sostiene un discurso, éste es políticamente verdadero” (n. 4, p.17). Cada uno de los conceptos involucrados en el aserto ameritarían un seminario. Si a ello agregamos las propias definiciones de Perón, nos enfrentamos a una arquitectura proteica sólidamente arraigada en lo particular e imbricada con lo universal, relevante en términos de construcción política (teórica y práctica). Mason es conciente de ello, destacando la IMPORTANCIA DE DESCUBRIR EL SIGNIFICADO DE LAS CATEGORÍAS QUE APARECEN EN EL DISCURSO POLÍTICO. Tarea que no es para filólogos o lingüistas sino materia de reflexión y ejecución para quienes han hecho de la política una de las formas de la militancia nacional.

El Capítulo I dedicado al proceso de formación del pensamiento de Perón sintetiza los aportes sobre el tema, remite a los contextos de aquel proceso y destaca “el hecho más importante que convocó (su) reflexión temprana (…) la Primera Guerra Mundial (…)” en el que confluyeron la movilización total de las energías de la Nación (centrada en las masas) y el poder destructivo de la técnica.

Vale la pena destacar la capacidad de asimilación de Perón, un hombre nacido en el s. XIX, formado con oficiales argentinos que habían participado en la denominada Campaña del Desierto, y con extranjeros que formaron el pensamiento militar en el centro de Europa. Sin amilanarse ni estancarse en el militarismo de cátedra (al que lo habilitaba su condición de profesor brillante) y dotado de un eminente sentido práctico, desarrolló su carácter de lector atento pero no subordinado. En éste ámbito Mason reafirma un rasgo que ya advirtiera Fermín Chávez: el de un Perón “retraductor”, incapaz de vincularse de modo trivial con otras ideas. Ello se advierte en la obra “Conducción Política” que remite explícitamente a los “Apuntes de Historia Militar”, del mismo Perón. Él recibe las ideas con carácter instrumental, de medio, renombrándolas con lenguaje propio (en definitiva, el de su propia herencia cultural).

No es menor en este punto la adecuación nacional que realiza de procesos que, como el de la planificación, eran la respuesta “global” (sin distinción de ideologías) a una de las cíclicas crisis capitalistas a partir del crack de 1929 Y LA SUBORDINACION A LA POLITICA de las acciones (incluida, en especial, la guerra) que afectaban a la comunidad nacional. Pues, en la visión de Perón, el poder civil o político es el que posee la visión estratégica (p. 27).

En este proceso formativo Mason señala la evolución de las posiciones historiográficas de Juan Domingo Perón. Desde su inicial liberalismo (“mitrista”) arribará a la visión integradora del final de sus días, pasando por su adhesión al revisionismo histórico (posterior a 1955); aunque el principio de desmarque del panteón liberal se daba desde la propia obra de gobierno, en particular desde el ámbito cultural, donde la nueva heterodoxia historiográfica (el revisionismo) se iba posicionando alentada por toda clase de “herejes”: Liberales, nacionalistas, marxistas purgados, socialistas y algún anarquista iban demoliendo las construcciones “históricas” articuladas en torno a las “Historia de…” de don Bartolo (el bartolismo). Por otra parte, el mismo ámbito castrense iba desgranando perspectivas historiográficas que entraban en crisis con el eje Mitre-Levene, aunque no lograron consolidarse (Ver: Federico Gentiluomo, en El Escarmiento Nro. 7 aquí)

Aquella primera etapa liberal, coherente con la subordinación del profesional militar al poder político concluye, a nuestro juicio con la revolución de 1930, en la que Perón suma a su visceral anticomunismo juvenil y su anti-irigoyenismo epocal, su irrecurrible desprecio a la conducción militar desgajada del pueblo.

Aun bajo la fuerte influencia de la concepción de la “Nación en Armas”, Perón y los militares de su generación, reclamaban la existencia de “un pueblo fuerte, física y espiritualmente” (conf. Juan Lucio Cernadas, citado por Mason), reclamo que visto a la distancia y luego del agua y la sangre corrida bajo el puente de nuestra historia constituye un bofetón para nuestro gobernantes actuales, “posmodernos”, rivadavianos, fuera de la historia.

Otro de los aciertos del autor es la introducción del concepto de sistema “desigual y combinado” para caracterizar la práctica de poder de la década infame: conservadora en lo político y liberal en lo económico. Después de todo, Trotzky, acunador del concepto, tenía que servir para algo en la Argentina.

Sin prisa pero sin pausa se nos deja entrever las variadas fuentes históricas, políticas, intelectuales, militares de Perón. Para algunos no será una sorpresa menor la presencia de Roosevelt y Ortega y Gasset en este recuento -al que nos permitimos agregar a Chiang Kai-Shek con sus “tres banderas”- (1). El tema de la integración nacional, presente en todos ellos, se refleja en la concepción dialéctica, en el pensamiento de Perón, entre partido y movimiento. Mason luego de explayarse aquí en una verdadera clase de teoría política remata con una conclusión arriesgada, que le cuestionará más de uno (me anoto): “Quizá lo más parecido al peronismo sea hoy el Partido Comunista Chino” (n.18 p.38).

Los párrafos dedicados a la “cuestión del fascismo” son un acta de condena a las acusaciones al respecto que le endilgaran a Perón políticos, periodistas de dudosa -o no tanto- financiación y “académicos”. (2) La misma suerte corre el supuesto antisemitismo de Perón, repetido por cuanto burro ocioso se acerca al tema, cuando las pruebas en contra servirían para llenar varios tomos de registro. Mason destaca la cantidad de argentinos judíos promovidos por Perón a puestos fundamentales en los aparatos del Estado. Aquí queremos apuntar acerca de algunos pocos -los más conocidos- italianos judíos que buscaron refugio en la Argentina , víctimas de las leyes raciales de Mussolini (1938) y que desarrollaron su actividad sin problemas en nuestro país: el jurista Deveali, el economista Dino Jarach, el historiador de la ciencia Aldo Mieli, el matemático Beppo Levi, la periodista Margheritta Sarfatti -amante de Mussolini y autora de una biografía del amado (“DUX”)- el historiador de la filosofía Rodolfo Mondolfo … (éste arribó a la Argentina con una nota de recomendación del filósofo Giovanni Gentile, ex Ministro de Educación de don Benito e ideólogo del fascismo). Mondolfo, después del golpe de 1955 mordió prestamente la mano de sus benefactores. Y muchos etcéteras.

Mason demuestra también que cualquier comparación estructural o ideológica entre peronismo y fascismo corre por una vía muerta hacia el precipicio.(3) ¿Qué decir, por ejemplo, del “fascio” -la organización compulsiva ESTATAL “tripartita” (Estado, empresarios y sindicatos), comparándolo con el sindicato argentino?: la caída de Mussolini determinó el fin de los “fascios”. Cuando fue derrocado Perón, la única INSTANCIA ORGANIZATIVA DEL PUEBLO que quedó intacta -primer medio de la resistencia peronista- fue precisamente el sindicato.

Perón conduce lo que el pueblo organiza, si perjuicio de inducir desde el Estado o desde el exilio otras instancias de organización. Esta nada sutil diferencia es la que resulta incomprensible a la recua que se resiste a “agarrar los libros” para no desbarrancar de una vez en el peyote o en el tiro del final. (4)

Es que el tema de las masas y su organización nacional (“no se conduce lo inorgánico”, decía Perón) resulta central y no fácil de comprender y abordar (menos para “intelectuales”). En el libro de Mason por primera vez que sepamos se establece un vínculo coherente (: racional y de sentido común) y desde una perspectiva local de la teoría, entre el mundo de la técnica y el trabajador. Sin duda laten en el fondo las sugestiones de Jünger y Heidegger, expresamente referidos por el autor en la obra, pero subordinadas al pensamiento de Perón sobre el problema; quien, en su síntesis, fue incorporando diversas incitaciones de su tiempo a las que no fueron ajenas las encíclicas papales de León XIII y Pio XI (5). Dado el carácter que le otorgaba a las teorías (prácticamente circunscriptas a su carácter instrumental, “operatorio”) y su particular pragmatismo, el conjunto le permitía utilizar los núcleos esenciales de otros pensamientos para anclarlos en las necesidades de la política nacional.

La promoción de las “organizaciones libres del pueblo” (el sindicato es una) llevó a Perón, en 1973, a repudiar los sindicatos de fábrica (SITRAC/SITRAM) y la existencia de varias centrales de trabajadores (por el divisionismo que todos ellos implicaban). Hoy los ideólogos de aquel divisionismo (por ejemplo Garzón Maceda, un hombre que todavía chapea sin avergonzarse con los programas de La Falda y Huerta Grande) dragonean como asesores ministeriales y de dirigentes “peronistas” que creen lograr de esta forma lustre “revolucionario” retroactivo, que les permita encubrir sus traiciones del presente. Todo ello es manifestación de la crisis de representación: el cierre burocrático de la democracia interna facilita la apatía de los trabajadores, la proliferación de “sindicatos sellos de goma”, la proliferación de “Centrales” que no expresan organizaciones de lucha o negociación político- económica, sino instancias de la lucha prebendaria por la “caja” al amparo del poder de turno (vía distintos Ministerios) y los viajecitos a la OIT ejercitando la teoría del astronauta (se mueven en el aire, patalean, pero no va a ningún lado).

Mason cierra su libro con un capítulo sobre “Los paradigmas políticos”. Aquí lo más discutible son sus presupuestos y premisas (bíblicas, vetero y neo testamentarias) de las que, creo, se puede prescindir sin que se vea afectado el desarrollo propuesto(6). Es que la remisión de Mason parece tener un hondo contenido personal, difícil de congeniar con la atracción de Perón por el “(…) fondo empírico de conocimiento que transmitían las grandes evoluciones a las generaciones posteriores”(p.118) que la honestidad intelectual de Mason suraya. Perón se mueve, en este punto, si se quiere, en el ámbito de la filosofía de la historia, pero todavía en el ámbito del exemplum (visto en perspectiva nacional), sin hipóstasis ni trascendentalismo

Los paradigmas políticos que aquí solo transcribimos y que Mason invita a profundizar y desarrollar son: a) La Nación en Armas, b) La liberación nacional, c) La guerra revolucionaria, d) El trasvasamiento generacional e) La universalización. Ha sido mérito del autor establecer su secuencia y solapamiento, su vínculo genético y sistemático (su organización en suma) haciendo honor al subtítulo del libro: aportes para la cultura política argentina.

Una reflexión final: hace una veintena de años el filósofo Alexis Jardines estableció una suerte de “fenomenología” de la decadencia del marxismo en Cuba (“Réquiem”-1990). En sentido inverso, habría que elaborar una “fenomenología” de la articulación del pensamiento de la conducción política en la Argentina. Si la del cubano expresaba la síntesis que acompañaba en paralelo la destrucción del “socialismo real”, ésta servirá para recuperar y expandir, no solo en el ámbito local, un núcleo duro de la “praxis” política (en su doble vertiente de teoría y práctica): la conducción política, ausente en la Argentina y reclamada por el “peronismo real”. Claro que ello se inscribe en una perspectiva más amplia de la historia argentina (de la que no puede desprenderse) y de la que constituye uno de sus ejes de interpretación. Sin la grandilocuencia de nuestros poligrillos filosóficos, servirá para manifestar la experiencia vital de un pueblo, la de quien supo conducir una etapa de su historia y mantener el camino abierto de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. Lo que no es poco.

Notas
(1) Un tema interesante a desarrollar es el de las “influencias negativas”, los pensamientos rechazados: Apuntamos los de Gustave Le Bon y José Ingenieros, en el campo de la psicología; el “fordismo” y el “stajanovismo” en los métodos productivos, el sectarismo en la organización, el “internacionalismo” en cualquiera de sus manifestaciones que aparezca subordinado a un concreto nacionalismo agresivo, entre otros.
(2) La demonización en política forma parte de la humana condición. El problema radica cuando aquella es tomada como paradigma para constituir un objeto de estudio. En nuestro medio Christhian Buchrucker “demostró” en un sólido “ladrillo”, inspirándose en la metodología del “tipo ideal” weberiano… que el agua moja: que el peronismo no era fascismo. Es decir obtuvimos, malgasto de presupuesto mediante, “la prueba científica” de lo que ya sabíamos. El pueblo peronista respiró aliviado.
(3) Mason introduce el concepto de “antitipo”, como tipo social negativo, que desarrollara hace unos años Horacio Cagni (ver, de éste último: “Construcción y vigencia del antitipo”, en “Anales”, La Plata, UCA, Fac. de Cs. Sociales, 2001, p.17/51).
(4) Estas referencias no son gratuitas, y apuntan a los “muchachos” que dicen haber formado toda la “generación del 70”: En un reciente libro que reúne trabajos sueltos del ex comunista, “ex -guerrillero”, ex pasado/presentista y ex gramsciano, el cordobés Oscar del Barco, los prologuistas lo valoran como traductor e introductor “temprano” del pseudo-reviente literario francés y de las teorías estructuralistas que se han revelado aptas como papel higiénico. Para remacharlo (aunque podría tratarse de una broma), nos hablan de las sustancias enteógenas que se zampó el teórico y “que resultaron decisivas en el decurso ético-místico de su escritura” (sic). Reventados estamos: Al final volvemos al principio. Otro gorilita evadido, es el Lerú filosófico llamado Jose Pablo Feinmann quien, envenenado por su fracaso setentista (nada platónico, ya que no volvió como ideólogo derrotado de Siracusa: no alcanzó a tomar el tren en estación Once) se obsesiona en proclamar que Perón no condujo la resistencia (donde lo afirma? En “Página/12”). Creemos firmemente que Feinmann se suicidará (como es un hombre de la “intelligentzia” probablemente su suicidio sea “espiritual”): Luego de romper las pelotas como un “goi”, al final de su vida -como el profeta Simoqueo- se lamentará en compañía de Kovadloff, Aguinis, Foster, Abraham, Naroski, reivindicará por fin su condición de hebreo no asimilado y partirá a reunirse con el sionista Ismael Viñas para meditar sobre el eje meta-político Jerusalem/Buenos Aires.
(5) A principios de los 40 se publicó en la Revista de la Universidad de Buenos Aires un meduloso trabajo sobre la doctrina social de la iglesia católica debido al austriaco Víctor Frankl (homónimo del notable psicólogo creador de la “logoterapia”) quien había huido de Austria a raíz de su anexión por los alemanes de Hitler y por su condición de católico. Lamentablemente este trabajo no lo recoge Fermín Chávez en su libro “El peronismo visto por Víctor Frankl”, pero sí destaca la teoría -debida al austriaco- de la coexistencia en América Latina de distintas temporalidades culturales que se articulan también en un “desarrollo desigual y combinado” (sintetizamos) cuya expresión esencial es el barroco.
6) Y alejado, nos permitimos agregar, tanto del katecon schmittiano como del Apocalipsis de Taubes. Esta disputa europea que se arroga teorizar sobre los destinos del mundo (años atrás -no muchos- era entre “güelfos”(!) y “gibelinos” (!)), papistas y partidarios del “sacro imperio romano germánico”) es llevada adelante en nuestro medio por algunos esotéricos que en cualquier momento desbarrancan en la alquimia (eso sí: con mucha “Tradición” <de la Edad Media>, mucha “raza del espíritu” y “lucha contra la modernidad”). Estos muchachos, que por otro lado han traducido y publicado algunos libros interesantes, concientes de que estaban demasiado “espirituales”, despegados del suelo, pretendieron darle carnalidad política a sus especulaciones y promovieron la restauración del …imperio incaico. A esta altura, nos permitimos sugerir que el héroe cultural de esa empresa en lugar de Belgrano, que proponía un rey Inca, sea el Gauchito Gil. Por las dudas, estos “antimodernos” se declaran antiperonistas.

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CONTRA LA IDENTIDAD

Empezamos en este número a ocuparnos del tema de la IDENTIDAD. Para despuntar, reproducimos dos artículos (*) de Juan Nuño (1927-1995) filósofo venezolano de la generación de Ernesto Mayz Valenilla, Federico Riu y Ludovico Silva. Formado con Juan David García Bacca tuvo un papel central en el desarrollo de los estudios filosóficos en Venezuela.

Como (Luis José) “Ludovico” Silva (Michelena) (1937/1988), Nuño fue marxista aunque renegó rápidamente de sus viejas adhesiones que le dejaron, no obstante, un amplio bagaje con el que confrontar. Este hecho impidió seguramente que el sector ilustrado del chavismo venezolano lo entronizara como “filósofo oficial” –algo que le pasó post mortem a Silva-el que pasó a militar junto a la oficialista filosofía del “Arbol de las tres raíces” (Simón Rodríguez/ Simón Bolívar/Ezequiel Zamora «éste último general federalista venezolano») El árbol parece vicario o rama desflecada de los “Tres principios del Pueblo” de Chiang Kai-Shek o de las “Tres Banderas” del Justicialismo argentino. Claro que las tres raíces son difíciles de conjuntar con el marxismo un tanto heterodoxo de Silva.

La identidad que algunos buscan con desesperación al punto de violentar la naturaleza propia o ajena, se ha reactualizado por estas fechas con un concepto de contrabando insertado en la democracia liberal: la ciudadanía. Los albañiles egresados de antropología, sociología y “politología” (algo había que darle a los franceses) estudian (?) investigan (?) escriben (?) sobre la “construcción de ciudadanía”. Quizá se trate de una etapa, como la del “flogisto” y el “éter” en la física; aunque más dañina, pues impulsa a los extrañados del sistema político (indígenas, minorías raciales) a un salto a la particularidad, por su incapacidad de perforar el sistema que los segrega, duplicando la alienación con la nostalgia del quilombo (en el sentido reducto defensivo de marginados). En nuestro país embalurdaron a “representantes del pueblo” que incorporaron los derechos de los pueblos originarios (¡!) al cuadernito constitucional. Ahora los originarios (de Chile) andan tramando una Nación Araucana en la Patagonia. Si deciden pasar a la acción, quizá el zonzaje indigenista de estas pampas recuerde que Roca no está solo en los billetes.

 

 

ESA MANÍA DE LA IDENTIDAD

Cual otro El Dorado, todos la persiguen. En tanto manía, nada nuevo, aun que tiene épocas de recrudecimiento. Pareciera que muchos han vuelto a enloquecer con lo de la bendita identidad. Han de tener metida en esto fa mano los antropólogos. Quien la busca nacional, quien cultural, quien étnica y hasta quienes la personal creen haber perdido, como aquel hombre sin sombra de von Chamisso. De atender las clamantes voces de tanto desesperado, al menos en esta parte del mundo, cada día que amanece échanse a la calle hombres y mujeres desesperados en busca de una identidad perdida o jamás habida. Acuéstense luego como se levantaran, en espera de un nuevo so! que les permita seguir su inútil pesquisa. Siempre en procura de esa identidad supuesta o fingida, sin la que dicen no poder vivir. Como para dar razón a Schopenhauer: «lo que tenemos puede no hacernos felices, pero lo que nos falta ciertamente nos hace desdichados».

Idénticos, lo que se dice idénticos de toda identidad sólo lo son los objetos matemáticos: números, relaciones, definiciones. Ni las más berroqueñas piedras son idénticas. ¿A qué? ¿A sí mismas? Suponiendo que para algo sirviera tal identidad, es falso, que todo cambia con el paso del tiempo o, por más ajustadamente decirlo, eso es el tiempo: el cambio de todo. Peor aun sería pensar que algo (piedra, hombre, melodía) es idéntico a un cierto modelo o idea, previo, fijo e inmutable. Creer que para cada cosa hay una referencia única y estable y que sólo ajustándose a ella puede establecerse la cabal identidad es tanto como predicar el más puro y desenfrenado platonismo. El de las esencias: a cada cosa le corresponde un Arquetipo, para hablar como Borges. Entonces, ¿qué sentido tiene andar pidiendo la identidad (la esencia) de cualquier hombre o, peor aún, de algún conglomerado humano?

Si algo le es propio a! hombre es justamente su falta de identidad, de una esencia que lo detenga y encierre. Alterable, mudable, tornadizo, precario y aún absurdo. Su marcha, que es la historia, está hecha de azares, imposibles, carencias, retrocesos, cegueras y sinsentidos. Una cosa es aspirar a poner orden y racionalidad en tan abigarrado proceso y otra, muy distinta, que el hombre, único sujeto de sus propias acciones, sea tan ordenado como el conjunto de los números reales o tan racional como un silogismo. A trompicones ha marchado siempre por una senda que él mismo abre e inventa, «llena de furor y ruido, dicha por un idiota», no otro sino él mismo. Quienes hablan de identidad o no saben lo que dicen o se apresuran a condenar al hombre a su más monstruosa destrucción al encerrarlo entre las cuatro paredes de una definición y la agobiante cárcel de una forma de ser.

Lo que no quiere decir que todos lo que tal propongan desvaríen o necesaria mente engañen. Por algo lo dirán. A algo responderá su extraña inquietud, esa imposible aspiración a la cosificación más yerta de la humana existencia. No deja de ser curioso que abunden las peticiones de identidad entre muchos de los pueblos americanos. De siempre han andado en la extraña aventura del Santo Cáliz de la Identidad. ¿Por qué otros no exigen ni siquiera hablan de semejante sueño? En el terreno de las inseguridades y en la noche de los orígenes ha de esconderse la respuesta. Que quien se acepta como hombre, no tiene por qué andar cazando identidades, esas extrañas y elusivas mariposas, tan irremediablemente muertas y clavadas en el álbum de las manías metafísicas.

 

 

A VUELTAS CON LA IDENTIDAD

En México también (et pour cause!) se ha discutido sobre el profundo, el abismal tema de la identidad cultural. En apariencia, nada más inocente: ¿quién no va a querer que le atribuyan al menos una identidad cultural? Suena a algo, además de burocrático, intransferible, como el color de los ojos, la talla, o más específicamente, el tipo de sangre. Y no hay que engañarse: por muy iguales que sean los humanos, sabido es que existen tipos de sangre para poder clasificarlos, separarlos, distinguirlos. Ergo: así mismo tiene que haber una identidad cultural que permita, a simple vista o quizá mejor, a simple oído, determinar quién es quién y de dónde procede cada uno.

Justamente como el tipo de sangre o cualquier otra medida antropométrica. Ahí está el gato encerrado de la identidad cultural. Es tema relativamente reciente, de tal modo que cincuenta, sesenta años atrás, nadie hubiera entendido qué era eso de la identidad cultural ni con qué se comía. Cuidado: tal no quiere decir que en aquel entonces no hubieran podido seguir una conversación sobre identidad cultural. Apenas si hubieran necesitado un esfuerzo, el manejo de una mínima clave, el auxilio decodificador de un sólo término para saber de qué se estaba hablando. En efecto: sustituyendo «identidad cultural» por «raza», todo se haría diáfano y comprensible a los hombres de otros tiempos, no tan lejanos. Uno de esos maravillosos avances semánticos de la humanidad. Son tantos: ya nadie dirá «sarao», pudiendo decir «party»; es de mal gusto hablar de «periodistas» cuando se trata de «comunicadores sociales»; sólo delata vejez empeñarse en decir «interpretación» en lugar de «lectura»; o referirse a «significado» cuando es mucho más elegante decir «semema». Por lo mismo, en vez de raza hay que hablar de identidad cultural.

No se venga con que nada se ha ganado. De entrada, se ha ganado en complejidad, pues si los hombres nunca lograron ponerse de acuerdo en definir lo de raza, mucho menos lo harán tratándose de algo tan confuso y rebuscado como eso de identidad cultural. Aunque la principal ganancia es otra: poder seguir hablando de lo mismo que se hablaba cuando se usaba el término «raza» pero sin tener que acudir a tan desprestigiada y maldita voz. Porque no hay duda posible: según la identidad cultural que se le confiera a alguien, será tratado de una u otra manera. Quienes tengan la suerte genético-cultural de ser adscriptos a la identidad anglosajona, mandarán en cierta parte del mundo; pero, en esa misma parte, no quedarán bien parados aquellos a los que se les asigne como identidad cultural la hispánica o latina. Donde puede apreciarse que también en tales asuntos rige una suerte de ley de conservación de las creencias: no es que se haya renunciado para siempre a separar a los hombres por el criterio racial. Es que se los sigue discriminando, pero más sutilmente: ahora, lo que permite establecer las diferencias (y sobre todo, mantenerlas) es la identidad cultural. Otra prueba más de que, como siempre se sospechó, los mitos no mueren fácilmente; ni los prejuicios ni las supersticiones.

Más allá de tales nimiedades, la pregunta de fondo sería otra: ¿por qué diablos no puede el ser humano sentirse alguien sin tener que rechazar a otros? En realidad, no interesa tanto propiamente lo que se es cuanto lo que no se es y no se será jamás: una buena identidad cultural asegura la tranquilidad de la propia superioridad. Mucho mejor que la raza, acerca de cuya pureza siempre podían caber dudas. Pero ¿quién va a atreverse a dudar de la identidad cultural de Juana de Arco o de los Beatles o de Gardel? A propósito: ¿cuál es la identidad cultural de un tal Einstein?

 

 


(*) en Juan NUÑO: “La escuela de la sospecha. Nuevos ensayos polémicos”, Caracas, Monte Avila, 1990, 265 págs. (p.11/14)

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La muerte de Mercedes Sosa: "En cuestión de gustos no hay nada escrito…"

El saber del pueblo suele concluir la frase de modos distintos más o menos graciosos, más o menos groseros. En un país como el nuestro donde la muerte trivial, la que nos está reservada a la mayoría, tiene la capacidad de honorar toda una vida por intrascendente que haya sido, decir “no me gusta (como canta/ba) Mercede Sosa” huele a herejía anti-progresista, no resulta gracioso y se acercaría a la guarangada. De alguna forma nos cabe la general de la ley del saber del pueblo. Efectivamente, no me gustaba Mercedes Sosa: ni como cantaba, ni sus fantasmagóricas ideas políticas, si es que tenía alguna. Su voz impostada resulta bastante alejada de cantantes como Margarita Palacios, Martha de los Rios o Suma Paz (esta última a pesar de su voluntario anclaje en el atahualpayupanquismo). Pero, por supuesto, estos son gustos…

La muerte de Mercedes Sosa, una cantante más y como tal respetable como trabajadora, ingresó rápidamente en la mojigatería de lo políticamente correcto: desde los aparatos del Estado, desde la prensa “progresista” y la que no (pero políticamente correcta) se lloraron lágrimas de cocodrilo, sin reparar que los homenajes sonaban tan ridículos como los “tributo a…” de tanto payaso local en busca de fama y moneda, que la falta de talento les arrebata.

El cambalache pequeño burgués, en el que conviven revolucionarios de la puteada (progresistas), comedores de monedero estatal, artistoides del reviente, “gente-con-necesidad-de-expresarse-que-anda-siempre-en-la- búsqueda” y despistados que se suben a todo lo que ruede, hasta el tren blanco de los cartoneros, promovieron a la cantante a una altura a la que nunca pensó que llegaría post-mortem, en una manuela de sus seguidores que dejaría preocupada a la entronización de la virgen María. Se puede alegar con razonable fundamento que ella no es la culpable de los desvaríos de sus admiradores, aunque lo sea de abonar en vida el ambiente de la insipidez intelectual y el sentimentalismo psico-bolche.

Mercedes Sosa manifestó que en su adolescencia, en el Tucumán natal, había tenido afinidades con el peronismo …hasta que comenzó a frecuentar una biblioteca pública (alpargatas si, libros no). Años después coqueteó con gorilas como Félix Luna (1) y Ariel Ramírez. Después, París y Alfonsín (A propósito: cuentan del cubano Alejo Carpentier –comunista él- que respondió a sus críticos: “¡Ah! Que lindo es ser comunista en París!”).

Le siguieron dúos olvidables con vándalos de la música, de la composición y del canto, que fungen como artistas del “rock nacional” (¡!) o jóvenes promesas del folklore, poncho incluido.

Probablemente haya sido una buena mujer, no hay por que dudarlo. Por ello no merecía el saludo del Partido Comunista Argentino, del Partido que apoyó la dictadura de Videla (¿no es así Patricio Echegaray, Copani, Víctor Heredia, etc., etc., etc…?) ni ser velada en el Congreso de la Nación, donde le rindieron homenaje a los restos del “demócrata” Isaac Francisco Rojas.

 

 

(1) A la fecha, ingresante en otro censo. La hipocresía desplegada en torno a su muerte sólo es comparable a la que se derramó en la muerte de Alfonsín y en la de Mercedes Sosa (*). Resultando el gorilismo el máximo común divisor de los tres. El establishment “historiográfico” (autores de notitas en las revistas para “la gente” y libros para las mesas de saldos) lo recordó como el “dueño de la historia popular” (!?) o el popularizador de la historia”. Las palabras definitivas sobre este gorila marca cañón, ya fueron dichas hace casi cuatro décadas por Juan José Hernández Arregui y, más cercano en el tiempo, por Fermín Chávez. El intento de síntesis gorila-popular perseguido por Luna es imposible. Su condición de frondizista fue la medida de ese fracaso.

(*) No es casualidad la proliferación de fotos del “demócrata” y la “cantora” en la revista Gente, ahora que los radicales, como los napolitanos en la cocción de la sangre de San Gennaro, están por operar un milagro: la presentación pública del “Pensamiento Alfonsín”.

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SABINA SPIELREIN

LA DESTRUCCIÓN COMO ORIGEN DEL DEVENIR

(traducción directa del alemán)

Publicamos en este Número 20 de “El Escarmiento” la que estimamos primera traducción directa desde el aleman de “Destruktion als Ursache des Werdens” (La destrucción como causa del devenir) de Sabina Spielrein, (1885 – 1942) pionera del psicoanálisis al que realizó aportaciones tempranas, como las que emergen del trabajo que aquí se reproduce, y que nunca fueron expresamente reconocidas por Freud o por Jung beneficiarios directos de las mismas para algunos de sus desarrollos teóricos (de la “pulsión de muerte” en este caso o el concepto de “Anima”, respectivamente). Este “saqueo inspirador” y el vínculo de Spielrein con ambos ha sido ampliamente comentado en la bibliografía accesible en castellano. Junto con Lou-Andreas Salomé se erige como una incómoda figura matriarcal en un medio dominado por médicos-psicólogos o autodidactas, también masculinos. Emigrada a la URSS, realizó aportes relevantes sobre el lenguaje infantil, el tratamiento de niños y la pedagogía especial, entre otros. En el marco de las purgas llevadas adelante por el estalinismo fueron asesinados su ex esposo y su hermano. Finalmente, ella y sus hijas fueron asesinadas por tropas alemanas. Culminaba así trágicamente la vida de esta mujer rusa de familia judía que se había formado en Alemania, expulsada, por extranjera, de todos los paraísos .

La misma se encuentra en formato PDF. Para visualizarla presione aquí

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