Román Correa

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EL DOLOR PARAGUAYO

A mediados de los años 40 el paraguayo Arnaldo Valdovinos publicaba en Buenos Aires “La incógnita del Paraguay” <Editorial Atlántida, 159 p.> y levantaba su acta de acusación contra el desconocimiento de la realidad de su tierra. En ella resultaban imputados propios y extraños. Comenzaba su diatriba con la exaltación de la lengua por excelencia, el guaraní, sus mitos, la población indígena, para culminar con las desgracias sociales y económicas que azotaban a la población. En el justo reclamo de Valdovinos tenía bastante que ver la reacción contra la superficialidad de ese gran confundidor que fue el peruano Luis Alberto Sánchez: éste, en su Historia de la literatura americana (Desde los orígenes hasta 1936) <Chile, Ed. Ercilla, 1937; 631 p.> se “ocupa” de la literatura local bajo el mote «La incógnita del Paraguay». Años después Roa Bastos acuñaría la expresión “isla rodeada de tierra” -lo que tornaba la insularidad paraguaya aún más profunda- y también levantaría su acta de acusación contra la desidia de los que él mismo llamaba “los indagadores de la cultura”. En medio, el brasileño Walter Wey retomaba el modelo de la extrañeza en La poesía paraguaya. Historia de una incógnita (1951) < Montevideo, Biblioteca Alfar, 1951, 109 p.>.

Lentamente, y luego de la Guerra del Chaco, propios –como Natalicio González- y extraños (aunque no tanto) –como Raúl Amaral- entre otros, “despejaban la incógnita”, que no era tal, sino grosera estupidez de la “intelligentzia”, el verdadero azote latinoamericano.

Claro que, Paraguay incluido, seguimos siendo los más desconocidos para nosotros mismos: ¿que significan para la burrada universitaria-periodística los siguientes nombres? Jenaro Abasolo, Clarence Finlayson, Juan Rivano, Ignacio Pane, Eligio Ayala, Oscar Creydt, Franz Tamayo, Almaraz Paz, Carlos Montenegro, Real de Azua, Mario Sambarino, Guillermo Stewart Vargas, Carlos Disandro, Eggers Lan, Manuel Gonzalo Casas…Y nos limitamos a pensadores del “sur del sur”. Remontar hacia Perú, Ecuador Colombia, y más allá, sería obligarlos a descular el misterio trinitario sin haber pasado por la iglesia.

Hoy las cosas se han emparejado y la burrada ejemplar es la misma en cualquiera de los países de “Nuestra América”. Si a la ignorancia le agregamos la estupidez y la incapacidad de nuestros gobernantes, estamos más cerca de comprender el drama que flagela por estos días al Paraguay.

 

DE STROESSNER, DICTADOR BRASILERO A LUGO PAYASO CON SOTANA.

La caída de las dictaduras latinoamericanas en la segunda mitad del siglo XX, fue sustituida por una forma más sutil de exclusión de pueblo: la democracia de partidos, generalmente con la alternancia de dos partidos en el poder y la subsiguiente disgregación de los mismos; alzando con sus remanentes – en combinatorias a lo Frankenstein- a distintos elementos marginales (en variadas facetas) a la presidencia de las naciones: Fujimori, Evo Morales, Kirchner, José Mugica, Ollanta Humala y por supuesto Fernando Lugo en el Paraguay.

La caída de Stroessner, culminando su ciclo impresentable a manos de un pariente rápidamente bendecido por el Departamento de Estado norteamericano, no hizo cesar la inestabilidad política a la que amenazaba finiquitar la “democracia”. Escándalos y asesinatos bautizaron al naciente republicanismo post-stroessner, pero con un detalle socarrón: era igual a los distintos escándalos y crímenes que se sucedían en las otras “democracias” latinoamericanas. Cuando el cansancio popular arrimaba la situación al límite del estallido, la corporación política aupó al curita Lugo, remedo subtropical del otro curita antillano, Jean-Baptiste Aristide, quien pasó de “teólogo de la liberación” a perro faldero de los EEUU.

El cura guaraní se alzó como alternativa ética –luego de enfiestarse con las acólitas de su parroquia, preñarlas y no reconocer a sus hijos- contra la corrupción de sus contendientes en las urnas. Una joda. Lugo demostró ser un inútil, como la mayoría de los gobernantes del cono sur. Un bandido más del sistema político.

Cuando en la década de los 50 Rodolfo Mondolfo decía a propósito de la Unión Soviética, que “el mal está en el sistema”, los chihuahuas del PC argentino lo tildaban de revisionista (como si eso, en la Argentina, significara algo): pero Mondolfo tenía razón. Hoy señalar que el mal de la “democracia” está en el sistema de partidos políticos acarrea como mínimo el mote de “anti-democrático” (como si eso en la Argentina de hoy y a la luz de la práctica del Gobierno, significara algo). Pero el mal está en el sistema: porque los delitos de los políticos profesionales, más allá de los detalles que aparecen cotidianamente en las tapas de los periódicos, son la consecuencia tolerada del sistema de exclusión del pueblo del gobierno, no de las consecuencias nefastas de los actos de gobiernos de los “políticos”.

Desde estas misma páginas se señaló el fraude a la voluntad popular consagrado por el artículo 22 de la Constitucional Nacional (“El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”) sobre el que se montó la legislación de partidos políticos; restringiendo siempre la posibilidad de una democracia crecientemente directa sustituyéndola por las “internas partidarias”, donde una minoría de crápulas sostenidos por dinero de origen oscuro pero no indeterminado, imponen “el candidato” a la totalidad de pueblo. El sistema en Argentina se vio bastardeado aún más mediante la designación a dedo (Kirchner por Duhalde) o la herencia familiar (Cristina Fernández de Kirchner por el marido). Eso sí, las “urnas” después “legitiman” (!!).

En Paraguay, la Constitución Nacional, el “cuadernito”, no le va a la zaga a la nuestra. El sistema es de representación y ésta es el de los partidos políticos

 

TU HISTORIA YA FUE CONTADA

Lugo, que llega al poder con una alianza de pequeñas agrupaciones políticas – la parcelación del “mal del sistema”- constituyó una gran decepción para los paraguayos: fiel al estilo declamatorio del progresismo zonal teñía la realidad con discursos utópicos, mientras el Paraguay de la riqueza en pocas manos crecía excluyendo a las muchas manos que la producían.

Lo curioso es que la inmigración paraguaya a la Argentina, a pesar de la crisis Argentina y del crecimiento de la economía paraguaya en el mismo período, no solo no se revirtió sino que aumentó: un signo de la concentración de la riqueza más allá del Pilcomayo y de exclusión económica, social y política.

El día anterior a la “echada” de Lugo por un golpe de estado “institucional” (no muy distinto que al que dio Fujimori en Perú o el Parlamento local, que integraba la actual presidente Kirchner, convalidando la atropellada contra de la Rúa), el felpudo kirchnerista Agustín Rossi hablaba del temor que generaba en los argentinos las actitudes de Moyano al convocar al paro del transporte de combustible y de caudales: es que el fantasma de la inestabilidad política más allá de la “legitimación” de las urnas se imponía hasta a estos energúmenos. Claro que la cólera (¿o miedo?) estalló con la insonora caída del curita. Mientras los astutos brasileros llamaban a la calma ante la “situación compleja” de Paraguay, los chimpancés del circo bonaerense rápidamente reclamaron lo imposible: la restitución del Lugo. La realidad se estaba volviendo espejo.

Nuestros vagos del “Congreso de la Nación” votaron el repudio, mientras los brasileros se acoplaban a la exclusión de Paraguay en la próxima reunión de “Unasur”, el sello de goma. ¿Cuánto daño puede hacer la exclusión de las reuniones de un “sello de goma”, mientras se siguen haciendo los negocios habituales? La diferencia la hace tener una clase nacional especializada en política exterior (Itamaratí) o un inútil sionista sirviente de dos patrones, al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino.

Mientras, Lugo –como tantos otros politicastros de su especie- busca su elección como Senador para escaparle a la justicia. El mal está en el sistema: lo que posibilita el delito es lo que protege a los delincuentes.

No está demás a estas alturas recordar otras payasadas gubernamentales de que avergonzarnos: El viaje de Néstor Kirchner a las selva colombiana ataviada con una primorosa vestimenta de cuasi-combatiente para el “rescate” de secuestrados de la FARC…y la vuelta con las manos vacías. O el viaje a Honduras para “reponer” al liberal reaccionario Manuel Zelaya, echado a patadas por otros reaccionarios más descerebrados que él…y la vuelta con las manos vacías. O el apoyo a Correa en Ecuador, hoy sólidamente dolarizado y “custodiado por expertos” del Ejército, que le permite al cholo norteamericanizado bramar “progresísticamente” mientras se entrega al poder imperial como una de las tantas prostitutas sudamericanas.

Tenía razón Marx, tiene razón Cristina Kirchner que lo repite sin comprender: la historia se repite como tragedia.

 

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CRITICA DE LA “MILITANCIA”

Por ROMAN CORREA
En el país de la burguesía “tetera” cuya máxima expresión es la falsamente llamada Unión Industrial Argentina (ya que carece de los tres conceptos) seguida de cerca en ambición por el sello de goma llamado CGE, su pendant ideológico no podía ser otro que la “militancia” rentada. Si los primeros están prendidos como garrapatas a la teta del Estado y junto con sus funcionarios se dedican a esquilmar las arcas públicas (en nombre de la “producción” y el “trabajo”, unos, y del “modelo” y la “inclusión”, los otros), a los “militantes no les queda más remedio que simular la “lucha” (que nunca iniciaron) y, billetera mediante, apoyar a la “burguesía nacional” y al “estado popular”.

Contra toda lógica, ya que estamos desandando el siglo XX, rumbo al XIX para acercarnos a los arcaísmos bolivianos y nicaragüenses, la posmodernidad -algo deformada- llegó al puerto colonial: “el gran relato” nacional y popular se ha fragmentado en una multiplicidad de pequeños relatos virtuales donde conviven periodistas asalariados que se autodenominan “independientes” o “militantes” -en realidad tránsfugas de un vago progresismo literario que se han convertido al oficialismo kirchnerista (como si esto significara algo más que un salto hacia el plato de porotos) o en neoconversos de la oposición mediática (como si esto significara algo más que un salto hacia otro plato de porotos)-, junto a impresentables bandidos de la política que reciben el nombre de “legisladores” (¡!??), o bien “ministros”(¡!??) o “gobernadores”. Con ellos convive la figura de una Presidente que parece haber perdido el timón del barco y el dibujo de un Presidente extinto adentro de un traje de buzo.

¿Cómo se llegó a esto?

Los “militantes” (léase “la cámpora”, “la kolina” y cuanta intrascendencia política pueda nombrarse, autoproclamada “nacional y popular” mientras cobra sueldos del Estado, en forma directa o indirecta son como los comedores de deshechos ideológicos condenados por sus jefes a alimentarse en un CEAMCE literario: su ingesta es el desperdicio en mal estado hace tiempo echado al abandono.

La denominada “resistencia peronista” (1955-1973) se amasó con miles de militantes que no solo no cobraban (salvo cárcel y garrotazos) sino que las más de las veces ponían (plata y testículos). NO HAY MILITANTES EN NINGUN OFICIALISMO: O SON CUADROS O SON PUSILANIMES RENTADOS MEZCLADOS CON GRUPOS DE CHOQUE (alternativas estas últimas que no requieren ninguna preparación política, la que sí se le exige al cuadro político, sea cual sea el ámbito en el que le corresponda actuar). El peronismo tuvo de ambos, pero nunca confundió los conceptos. Los cuadros se fueron extinguiendo, biológicamente o por cooptación en las distintas “administraciones” del régimen “republicano” a partir de 1983. Lo que sobrevivió fue el pusilánime rentado y el lumpen todoterreno, apto para borracho del tablón, patota sindical o pechador del bandidismo al servicio de los “políticos democráticos”. Ni hablemos si trabaja de puntero, administrando “planes sociales” para enriquecimiento personal, propio y de Concejales e Intendentes.

Mientras el militante peronista (recordemos a César Marcos, Raúl Lagomarsino, a John William Cooke en su etapa nacional, a Héctor Tristán, el mayor Alberte o al Cnel. Federico Gentiluomo, entre los más conocidos que estaban clandestinos, pero en la superficie) mientras ese militante arriesgaba su vida y su hacienda, los “militantes” posmodernos aseguran ambas: la excusa es la defensa del gobierno “popular” fundando éste carácter en el voto -en la legalidad “democrática”- y no en la legitimidad de la justicia social y la independencia del País. Si privilegiaran éstas últimas y no practicaran la revolución de cartón su puesto de lucha (la verdadera, no la del jarabe de pico) es la del militante que combate en todos los frentes a un gobierno reaccionario. Entiéndase: antipopular.

En los 70 el narrador Pablo Urbanyi daba a la imprenta en el viejo Centro Editor de América Latina su libro de cuentos “Noche de Revolucionarios”. En el que da título al conjunto retrata a la pequeña burguesía adocenada, “revolucionaria”, mientras departe en una festichola nocturna en torno a la Revolución y a Carlos Marx, para luego dispersarse amablemente. Si me apuran me atrevería a decir que el fotógrafo era peronista.

De esa escoria intelectual congelada en el retrato de familia que provee Urbanyi, previo paso -los menos- por la “experiencia” sediciosa de la guerrilla, han sobrevivido burócratas actuales del kirchnerismo (algunos con cuentas pendientes de juzgamiento por crímenes de lesa humanidad) e ideólogos de la “carne podrida” como sustento ideológico del “militante”.

En los 90, el profesor de filosofía Feinmann -un glosador un tanto pedestre de mediocres ideas ajenas ¿o las vuelve mediocres cuando las expone?- ensalzaba la figura del “militante” desde una imagen que hoy resulta invertida -pero que el predicador electrónico no denuncia como fracasada-: “El militante respeta el trabajo. No porque sea un sometido, sino porque sabe que en el trabajo está su poder, su organizatividad (sic) y el sentido final de su militancia: la justicia social”. El “profe” está al borde del juicio popular: por incitación al trabajo.

Si con la “democracia” comenzó la fabricación de “militantes” (la “Coordinadora”, los “jóvenes brillantes” de Menem y su rama colateral de la UCeDe , luego los “shushi” capitaneados por Antonito de la Rua, y hoy “la camperita” (ver EL ESCARMIENTO N° 19) también con la “democracia” comenzó la extinción de cuadros de la mano de la defección de los “dirigentes” peronistas de la política nacional. El privilegio de la forma legal en lugar del interés nacional (que ambos términos de la ecuación pueden coexistir de manera no contradictoria lo demostró el peronismo de los 40 ) siguió practicándose en la década berreta que administró el matrimonio Kichner. El estallido de la política a manos de la economía (lo que presupone la endeblez de la política) está arrastrando también el esquema legal, “republicano” al que son tan afectos los profesionales de la política colonial y sus laderos, “opositores” incluídos: pretenden cumplir con “las reglas del arte”, sin reparar que luego viene la autopsia y ellos pueden ser el cadáver. Tampoco son cuadros, ni militantes; algunos pocos, también, apenas son “militantes” …“opositores”.

Es que el “kirchnerismo” (una formula de retórica vacía) privilegió el saqueo de las cajas públicas promoviendo la exclusión (“planes sociales”, trabajo en negro en complicidad con la burguesía tetera, miserabilización de los jubilados y de la vida cotidiana en los grandes centros urbanos, consolidando la vida miserable de las pequeñas comunidades de las provincias feudales) escudado en la declamación de una Presidente con una precaria formación política. La incorporación de la “escuelita pordiosera de actores” capitaneada por una estrellita televisiva en descenso no le ha agregado efectividad a sus mensajes, sino todo lo contrario.

Si el alimento ideológico para la gilada universitaria se constituye con la divulgación pseudorevisionistas de los Pigna, los O´Donnell, los lugares comunes de Galasso, los intentos gallináceos de periodistas de la historia devenidos carne muerta de “institutos” (como el Dorrego), las tonterías de profesores de filosofía que garronean el presupuesto oficial, o el galimatías de Ernesto Lacloaca y la Chanta Moffeta, todo ello promovido desde el Estado y a expensas de la cultura nacional, hay que reconocer que los “militantes”, por lo menos en este plano, no son del todo responsables. Apenas son un ejemplo del maridaje entre la tontería y la inmoralidad.

Lo llamativo del caso (también una expresión de la severa limitación humana) es que la fórmula se repite en países del siglo XIX como Bolivia y Venezuela: ideólogos de escaso vuelo teórico (como el de Linera en el altiplano, un “marxista” vergonzante pero que conoce el valor parisino de la ideología y de los euros) o la utilización de muertos que no pueden defenderse (como el caso de Ludovico Silva en Venezuela) confluyen en un cocido retórico que rodea de una pátina de mierda (como en el cuento “El sueño del Pongo” de Arguedas) a un payaso tropical que habla con un pajarito o a un indígena con pretensiones de monarca.

El vacío ideológico que así se produce -y el consecuente vacío doctrinario- se intenta llenar con el cocoliche marxistoide tan falso en sus orígenes -y consecuentemente en su práctica- como el cocoliche “democrático” en sus variantes “liberales” o “neoconservadoras” (máscaras en realidad que encubren el latrocinio “republicano”).

Los “militantes” fueron enviados a “luchar” en una guerra inexistente armados con un plato de sopa y un tenedor. Cuando el fraude sea insostenible y el alimento se acabe, el futuro es el hambre. Allí, ni el “dios” que profetizaba Heidegger ni el chapulín colorado podrá salvarlos.

La salida de este pantano será dolorosa, aunque no necesariamente larga. Como siempre el poder del cambio está en el pueblo, y dentro de éste en los sectores organizados que hoy, mal que les pese a muchos, están constituidos por las organizaciones sindicales a pesar de la descomposición que presentan por tramos (algunos parecen comicastros de la legua que, al igual que los actores felpudos del “kirchnerismo”, han reforzado sus rodilleras para cumplir mejor su cometido de alcahuetes). Aunque no alcance para seguir, si lo es para empezar.




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“Kirchenirsmo” e Ideología

En los años 40 una revista de humor peronista lo representaba a Perón con una capa de superhéroe combatiendo a la Unión Democrática y al Embajador Braden. Perón existía, lo mismo que la Unión Democrática financiada por el Embajador Braden. A fines del 2000 y fallecido el ex Presidente Néstor Kirchner a la “militancia” se le ocurrió que una forma de perpetuar su memoria era asimilarlo al “Eternauta”, héroe de otra historieta, en éste caso de Oesterheld. De ésta forma se vinculaba una narración hábilmente dibujada cuyo final un tanto abstruso se vio afectado por las peripecias del propio autor (vinculado a Montoneros), a un Presidente muerto que no tenía nada que ver ni con una invasión imperial, ni con la lucha contra ella, ni se había perdido en las nebulosas metafísicas de su fracaso como el “Eternauta”.
Se inventó así el “Nestornauta”, un conductor inexistente, una construcción apoteótica del fracaso y de la fuga, en clave de comic (algo que solo se le ocurriría hacer en estos días a los venezolanos). En definitiva el “Nestornauta” con su traje casero de buzo -remedo de un traje espacial- es una figura apta para el vacío, para la falta de gravedad, al que se le encomienda la tarea de hacer frente a invasores extranjeros que nunca llegan porque ya están adentro, hacen de las suyas y el traje impide verlos.

¿Como construir un mito subjetivo (es decir un complejo fenómeno cultural y social, operante en la realidad) con un fallecido al que disfrazaron de astronauta? ¿Esto es serio?

Hoy, los derrotados de los 70 no logran siquiera armar una narración histórica coherente y digna de ser debatida, mientras que su práctica con el transcurso de los años y la cercanía de la muerte mostró, a través de la defensa de los derechos humanos (del extinto Duhalde, el INADI -símbolo nacional del papel higiénico- , las madres y abuelas de Plaza de Mayo, las andanzas de Pérsico, Kunkel, Vervitsky (y tantos iguales) la contextura moral de los otrora “jóvenes idealistas”: El coraje como fuerza motriz que impulsa los dientes -fuertes como los de una tararira- para morder la billetera estatal.

Por si alguno necesita ilustración basta seguir el dragoneo de Foster, Araceli Bellota, Horacio González, Feinmann, Pacho O´Donnell, Pigna , Víctor Ramos y la armada Brancaleone de “periodistas militantes” para corroborar que la irresponsabilidad tilinga, todavía, paga. (1)

La tergiversación del pasado, ejerciendo la venganza a través de la “memoria” voluntariamente selectiva, se materializa como destrucción del presente y pérdida de guía para el futuro. Se trata de la renuncia a la cultura y la renuncia al “tradere” de Gianbattista Vico, la tradición nacional. ¿Como reconocernos entonces?.

Paradójicamente, los “campeones” de la restitución de la identidad (en este caso de la restitución del filum biológico que permite reconstituir una parte de aquella) de los hijos y nietos secuestrados durante la dictadura militar del 76, son los que actúan con la misma lógica implícita de los criminales de esa época. La distancia solamente es de grado.

Algunos espontáneos (porque espontáneamente fueron en busca de los emolumentos estatales) se agruparon en Carta Robada, colectivo de autores que luego de una larga constipación y doloroso esfuerzo anal parió un barbarismo apto para marca de limpiador -de inodoro, ya que estamos-: “Destituyente”. Todavía le están haciendo los análisis para ver si sirve para algo.

Creyéndose intelectuales, solo han podido segregar una mucosidad en forma de confusa ramplonería ideológica. A ellos se les confió la de antemano fracasada tarea de control psico social de la población junto con el tinellismo y el fútbol para todos. Y se lo creyeron.

Ni siquiera pudieron actualizar la volteriana frase de Goebbels (“miente, miente, que siempre algo quedará”) y quedaron trabados con Woody Allen: “mintieron, huyeron y los pescaron”. La pobreza en la elección de este colectivo raquítico instaló desde el principio su triste final.

Fueron los compañeros de ruta del pensamiento “petete” de los comienzos, el de la pedagogía de la señora gorda y arcaica, que cedió luego la posta -sin eliminarlo- a la logorrea agobiante, de cuya tamización surgía una pobre ideología de urgencia, el “kirchnerismo-split”: Licuado en forma de pegamento de mala factura que, al contacto con la realidad, se inutiliza.

Vale la pena meditar la siguiente paráfrasis: El progresista en un peronista sin fe, gorila sin saber y, sin embargo gorila de voluntad. (1)

Pero ninguno de estos muchachos se suicida de vergüenza. Claro que podían alegar que su conciencia no se lo permitía ni antes ni ahora (como al católico General Menéndez en Malvinas) o que la sangre propia los impresiona más que la ajena. Los más viejos saben que el negocio es resistir todo lo que se pueda, en los sillones, y preparar el camino de la propia salvación como se pueda, traición incluida. ¡Atención señora Presidente: la infección está en casa!

Un maricón ilustre escribió un hermoso libro al que tituló en forma imbatible “La realidad y el deseo”. Una verdadera fotografía de la realidad humana, que puede aplicársele sin ningún sobrante al despertar resacoso del “kirchnerismo”.

No quiero dejar pasar una perfecta caracterización de los miembros del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, otro innecesario engendro de pan llevar del “kirchnerismo”, que formulara “Pepe” Muñoz Azpiri: los rebautizó como integrantes del “Instituto Lavalle”… porque están preparando la segunda muerte de Dorrego.
(2) Su origen es Gebhardt, refiriéndose a los marranos.

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De sindicalistas, docentes y estragos sociales

El paso del tiempo logra sedimentar en la mayoría -dentro de la que me encuentro- viejos resquemores y dolores Y nos permite seguir trillando, sin apartarnos de la huella en épocas difíciles. Ello no nos releva -claro- de criticar lo criticable, ensalzar lo bueno y aceptar resignadamente lo que no se pudo evitar. No se trata de una introducción lacrimógeno-estoica sino el programa de aceptación realista de los acontecimientos grandes y pequeños que nos determinan.

Pasado un tercio de siglo del golpe militar del 76, aun se pretende alimentarnos con lo peor de aquella década. Los viejitos nostálgicos, fracasados y bien alimentados, siguen torciendo la historia para alimento de jóvenes sin futuro, condenados, como los curitas de barrio, al innoble celibato político disfrazado de causa heroica. Alguno señaló que la dictadura liquidó a una parte de una generación y que la democracia subsiguiente imbecilizó a las dos siguientes (y vamos por la tercera). Suponer que la milicada asesinó a lo “mejor” de aquella generación es un insulto para los que quedaron vivos; del mismo modo que los que se han sustraído a la marea reductora del democratismo no pueden ser amontonados con el subproducto de la juventud alfonsinista-menemista-kirchnerista. “La Coordinadora” (Alfonsin), “los jóvenes brillantes” y la juventud de la UCD (Menem) y “La Cámpora” (Kirchner) son el reflejo patético de lo que la democracia de políticos coloniales pueden hacer con los jóvenes ambiciosos: entrenarlos para el crimen.

Es la peor herencia de la dictadura militar: el miedo, enmaridado con la miseria moral pequeño burguesa.

Si durante el gobierno radical sus jóvenes aprobaban el robo de bancos, el de las manos de Perón, el armado de copamientos sediciosos (La Tablada), la creación del Mo.Ra.Ca. (Movimiento Radical Cadenciado: una forma de no nombrar a los pobres), y los jóvenes menemistas se robaban lo que podían, cantaron loas a la alineación automática con los EEUU, y consideraron a su pueblo carne de ganchera, la “juventud kirchnerista” resulta el precipitado de todos estos antecedentes. El discurso “progre” no es distinto al de la “Coordinadora” (la que no podía reivindicar abiertamente los 70 por razones obvias), pero la práctica del latrocinio es la misma que la de los radicales y menemistas.
Cuando esta pequeña ola pase, y algunos de ellos quede preso, la mayoría como sus predecesores hará del camaleonismo su emblema: No puede haber militancia con sueldos de privilegio, ni revolucionarios hasta el primer tiro.

 

GREMIALISMO

Con algunas estructuras debilitadas, pero manteniendo más o menos intactos sus núcleos ideológicos (no solo la doctrina peronista) los Sindicatos sobrevivieron a la atropellada militar, dejando en el camino la mayor cantidad de víctimas de la represión. La masacre fue la precondición para que los civiles cómplices de la Dictadura instrumentaran el Plan económico cuya cabeza visible era Martínez de Hoz. Después, un incapaz como Raúl Alfonsín creyó llegado el momento de la atropellada final con un Lorenzo Miguel cautivo (del caso Dubchak) y una CGT dividida (como de costumbre en estos casos). Trenzando su propia soga Don Alfonso terminó prófugo del gobierno, pidiendo que lo salvaran de la parrilla a la que se había subido, después de creer que había engañado a todos (los votos, en especial en Argentina, son un jarabe que provoca alucinaciones). Menem se encontró con la sumatoria de los desquicios militares y radicales en el campo económico, social y político y logró rápidamente (después de sofocar un alzamiento militar) la sumatoria del poder público como en las peores crisis de la República Romana. Y el gremialismo no escapó a las generales de la ley: con el palo y la zanahoria logró la mitad de los paros que le hicieron a Alfonsín (aunque uno haya durado 36 horas).

La historia deja enseñanza. Quien quiera aprender, que aprenda. La lucha gremial nos muestra que en los períodos de crisis y persecución la dirigencia sindical se comporta mayoritariamente -y esa es la clave de su éxito- de manera conservadora y revolucionaria a la vez. Conservando las estructuras gremiales sin embarcarse en aventurerismos, y revolucionando el medio de modo tal que los gobiernos terminan acosados por una suerte de “guerra de guerrillas” gremial aparentemente interminable, pero con plazo fijo determinado por el agotamiento del tiempo político o legal.
La represión los vuelve sabios, y termina siendo la misma represión la mortaja del gobierno represor. A los militares se les terminó el carretel y a Menem lo salvó el gong (a Alfonsin, no tanto).

Los períodos de bonanza, en cambio aceleran los procesos de burocratización y corrupción que -paradójicamente- suelen desembocar en la renovación de las cúpulas gremiales, por variados motivos: desde la cárcel, hasta la expulsión y la renovación democrática de autoridades.

Como corporación -sin ninguna connotación peyorativa- firmemente arraigada en la realidad filtra en sus estructuras también los elementos negativos de esa realidad: si la ausencia estatal en el mantenimiento del orden y la represión del delito permite la impunidad en las calles y la complicidad gubernamental en su ejecución, nada distinto sucede en los ámbitos gremiales cuando desde allí no existe participación en el diseño de una política nacional, ni oposición a una política antinacional.

La bonanza ha generado crímenes en los sindicatos: desde la adulteración de medicamentos, estafas varias, hasta asesinatos, dentro y fuera de los gremios y con alguna estructura estatal atrás, protegiéndolos. Basta repasar en los dos últimos años la cantidad de gremialistas muertos en las estructuras de conducción para considerar que el azar no tiene nada que ver con el resultado. Como alguno señaló agudamente: “en los 60 y 70 se mataban por política y por las minas; hoy, por la caja”. ¿El Estado? No llama a Sherlock Holmes. Lo llama a Locles. Recordemos que el Estado no es una argucia de abogados: son personas concretas que (no) toman decisiones.

Hoy la inseguridad de nuestra década en curso (los 10) es heredera de la brutalización física de los 70 y los 80. Los asesinatos selectivos (los de la guerrilla para fijar el doble poder y los de los militares para fijar el terror entre la población), contribuyeron a desvalorizar la vida argentina. Es altamente probable que la muerte de civiles haya sido proporcionalmente mayor en los años democráticos que durante la miserable dictadura Juntista. Pero mientras en relación a aquellos no existía freno posible porque eran motorizados por los aparatos estatales y paraestatales y por los aparatos de la guerrilla (cesados mediante la traición, que posibilitó su casi exterminio), los muertos civiles de la democracia pudieron ser evitados en su mayor parte por los aparatos del estado democrático.
La renuncia a hacerlo guarda relación no solamente con la renuncia a sus funciones, sino al intento de mantener a la población en ascuas, preocupada en una cotidianeidad alienada, con una capacidad de resistencia relajada y fácil de enloquecer mediante una cultura de espectáculo teatral. Lo mismo hacía Hitler en sus concentraciones: Una masa cansada luego de largas horas muertas de espera escuchaba el mensaje delirante de quien en definitiva los iba a llevar a la hoguera (un flautista de Hamelin fracasado).

El Gobierno amaga enfrentarse con un sistema gremial constituido por un conjunto de elementos heterogéneos pero flexibles, desconociendo que “este sistema constituido por un conjunto de elementos heterogéneos pero flexibles” ha sido la tumba de Gobiernos de distintos orígenes pero con un denominador común: el antiperonismo.

La expresión “el negro destiñe” -cruzada por un resabio racista- incluye una alta dosis de sabiduría popular: significa que tanto el blanco disfrazado de “negro” (ejemplo: el progresista, el indigenista, el negrista) como el negro que esconde su blanqueado (Ejemplo: Obama, Evo Morales o Correa) más temprano que tarde mostrarán su verdadera hilacha.

Y aquí, nosotros palpamos que el negro destiñe: Cuando la Presidente alegó que la Constitución del 49 (a la que llamó la “Constitución de Sampay”: ¿Quién le enseño eso: Pigna, O´Donnell, el Director de la Biblioteca Nacional? -no se me ocurren otros: Rájeles, señora), no solo cometió un error conceptual (1) sino que el libreto parece esconder cierta limitación de apreciación política. (2) Lo que no deja de ser grave por la indefensión en la que deja a mucha gente a la que debe proteger.

-En primer lugar, las huelgas existían antes de Perón (los trabajadores no necesitaron nunca el reconocimiento de ese derecho);
-El derecho de huelga, más allá de su reconocimiento en cualquier Carta, es un derecho que no necesita redactarse, ponerse por escrito, para ser operativo. Es un derecho “natural” (y así fue considerado por el peronismo) por que sí; como la lucha por la existencia, formando parte de ella.
-A PERON LE HICIERON MAS HUELGAS DE LAS QUE LOS MISMOS PERONISTAS QUIEREN RECORDAR.
-El derecho de huelga fue reconocido (después de derogar la Constitución de 1949 e intervenir con tanques la Confederación General del Trabajo) por el Gobierno gorila del 55, a partir de la “reforma” constitucional del 57 (una variante de la del 1853, a su vez reformada) mediante una pseudo Convención Constituyente integrada por enanos políticos como Alfredo “Payasos” y la gorilita eminente con nombre de calle, adalid de la lucha de “genero” y precursora de Hebe de Bonafini, Alicia Moreau de Justo. Algo más de que avergonzarse.
-La “extorsión” a la que supuestamente someten al Gobierno algunos sindicatos es llevada a delante por sus ex -socios (Cirielli, de APTA, fue funcionario con rango de Subsecretario de Estado del kirchnerismo) y producto además del caos gremial creado por el mismo Gobierno y los inútiles de sus funcionarios, al meterse en las internas gremiales de las que ha salido invariablemente trasquilado.
-Sabemos que el 1 de mayo de 1974 es la herida que no cierra y el gremialismo es la gota de vinagre fatalmente derramada “sobre todas esas heridas”. Pero que se le va a hacer. Perón los echó de la Plaza y los militantes sindicales (que no tenían los sueldos de La Cámpora) los corrieron a palazos como a los de la FUBA a mediados de los 40. Y merecían más, mucho más: se alzaron en forma sediciosa contra un gobierno popular votado por más del 60% de los argentinos y que estaba tratando de ordenar el caos. Había un pacto social, sin embargo la lacra guerrillera entre otras barbaridades había atacado el cuartel de Azul (ERP) y habían matado a Rucci (MONTONEROS) Secretario General de la CGT ¿Quién puede invocar piedad en estas circunstancias?
La pregunta es: ¿fraguar la memoria histórica desde el Poder Ejecutivo, destilando (destiñendo) gorilismo anti-peronista, hará justicia a los muertos de ambos bandos? ¿Sirve para la unidad nacional? La respuesta es simple porque las preguntas son retóricas. La que no es retórica es ésta, y es la más difícil de contestar: ¿La Presidente: sabe qué hacer con lo que hay?


LA MENTIRA DE LA CTERA Y SUS SINDICATOS. LA FALSA PELEA GREMIAL QUE SE REDUCE A LA PELEA SALARIAL: ESO SI, DEFENDIENDO LA ESCUELA PUBLICA

El actual Secretario General de la CGT, Hugo Moyano “descubrió” luego de 8 años (3) que la inclusión social no es justicia social. Por supuesto nadie cree que se dio cuenta tarde, de algo que además es difícil de explicar por la falacia que encierra. Pero sus dichos terminan siendo pedagógicos, y mucho tonto comienza a advertir que las palabras no engordan y el sálvese quien pueda es el preludio de lo que va a sufrir la inmensa mayoría. Lo repudiable es haber fragmentado el movimiento obrero con el amiguismo, haber facilitado la malversación de estructuras al servicio de los trabajadores, como el APE de la ANSSal y haber consentido el robo por parte del Estado de los fondos de la ANSeS. Si las AFJP robaban el 70%, hoy el Estado - con ese consentimiento mediante- se robó el 100%. Los días de Moyano están contados: felizmente para él su peso es “menos que el de una pluma en una balanza” porque la soga que lo sostiene como al ahorcado (sus pares gremiales) podría ser fatal.

En este contexto, que no es un fin sino un principio, queremos enmarcar a los muchachos del guardapolvo blanco (ni médicos, ni heladeros, ni carniceros): los “maestros”.

Resultado hoy de la intersección entre la mentalidad sarmientino-colonial, la prebenda del Estatuto Docente, la alianza -a costa del presupuesto público- con los distintos Estados (de la Nación a los Municipios) y encubriendo su inutilidad con el discurso progresista, el gremialismo docente es uno de los troncos podridos de la hoguera en la que en que se consume la educación argentina. A diferencia de otras organizaciones gremiales padece de una incapacidad congénita para autodepurarse.

Cómplice de la “reforma docente” de 1985, junto con los ideólogos que la sostenían (Puiggros, Filmus, Tedesco, Sileoni, entre tantos otros), participó con alegría de la fiesta de la destrucción de la escuela pública mientras la estulticia alfonsinista se repartía los fondos públicos en forma de seminarios, congresos, ateneos, publicaciones viajes al exterior etc. etc.: los perros del gremialismo docente tenían un hueso en la boca y la CTERA se llevaba el de la cadera. Cuando el canibalismo menemista desvió fondos de la fiesta docente hacia otra fiesta, armaron la Carpa Blanca. Todo un acto fallido: se llenó de payasos. Nacionales y extranjeros. Viejos cantantes del partido comunista, rascatripas locales en forma de bandas de rock (¡), veteranos “ladri” como Serrat que estaba reventando sus últimos cartuchos con el PSOE, Sting que se tragó la chaucha de las veteranas del “pañuelito blanco”, amenizaron la enramada. Después, la nada. Con Mary Sánchez primero, Marta Maffei después y Yasky al final labraron con el Estado la curva del hundimiento de la educación pública. Sustituyeron su defensa por la del privilegio feudal del Estatuto de la Actividad, sin preocuparse por los contenidos educativos ni por las estructuras materiales del sistema. Las rifaron en el 85. Son como los comerciantes de que hablaba Montesquieu: “cuando dicen que son honestos, está todo perdido”. Lanzados a huelgas salvajes cuyo primer destinatario es el alumno, después los padres, seguido por el sistema productivo y luego por los Estados locales se amparan en la defensa de la “escuela pública” o sirven de ariete político circunstancial (contra Scioli, contra Macri, contra algún Gobernador díscolo)…hasta que logran el aumento.

SE REQUIERE UNA URGENTE REFORMA EDUCATIVA ESTRUCTURAL, DESDE LO MATERIAL HASTA LOS CONTENIDOS EDUCATIVOS, MODIFICANDO LA CARRERA DOCENTE Y ELIMINANDO LOS PRIVILEGIOS DE CLASE.


LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LAS ACCIONES QUE CONLLEVEN ESTRAGO SOCIAL:

Es imperativo transformar el negocio de los derechos humanos, churrasco del que vive una parva apreciable enquistada en los aparatos del estado, en defensa de los intereses sociales.

La celebración antropofágica de la muerte en la Argentina tiene su cultura, con símbolos directos (la cultura de rémoras con el pañuelito en la cabeza, la silueta pintada) o bien indirectos, en la forma de cultura desocupada y bailantera, de drogones y muertos en vida.

El negocio de los derechos humanos, centrado en la Secretaría al tono, es la pirámide de la cadena alimenticia, ya que se alimenta de lo que se niega a desocupados y lúmpenes. Y estos se alimentan de lo que el Estado les roba a los jubilados y malversa de los impuestos que recauda. Parte de los cuales…van a la Secretaría de Derechos Humanos. El famoso círculo vicioso, que para el Ejecutivo es virtuoso. Un nudo gordiano que solo puede cesar con un tajo.

El robo a los jubilados, los estragos en las poblaciones por delitos, ineptitud o error inexcusable de los gobernantes o funcionarios (secuestro de personas –para prostitución o trabajo esclavo-, Tartagal, la explosión en la mina de Río Turbio, las inundaciones descontroladas en la Provincia de Buenos Aires, y no solo en ella, la minería a cielo abierto envenenando al pueblo, los residuos industriales en las fuentes de agua –en el Riachuelo por ejemplo-, más un listado largo de enumerar) deben ser INCLUIDOS EN LA CATEGORÍA DE ESTRAGO SOCIAL Y TIPIFICADOS PENALMENTE PREVIA DECLARACION DE SU IMPRESCRIPTIBILIDAD.

Debemos terminar con los farsantes locales de Greenpeace, actorzuelos adocenados al servicio de la mala conciencia burguesa, capaces de defender al yacaré pero no al muerto de hambre que se lo come.

Debemos erradicar la “neolengua” política, que la lacra universitaria derrama por donde puede mientras nos come el hígado. Apuntamos:

“Adulto en situación de calle” (persona mayor lumpenizada)
“Chicos en situación de calle” (niño mendigo, básicamente en “macrilandia”)
“Trabajadora social” (prostituta)
“Género” (solo para el femenino)
“Violencia de género” (solo si matan a una mujer)
“Carenciado” (muerto de hambre)
“Inclusión social” (subsidiado)
“Adicto en situación de riesgo” (drogón en su fase terminal)
“Transexual” (homosexual disfracista)
“Compañeros de vida” (pareja homosexual)

De estos pocos ejemplos surge la pretensión de encubrir el estrago social de la locura y la pobreza con palabras, mientras se apologiza la marginalidad sexual intentando un reconocimiento de dificultosa utilidad.

¿Cuantas nulidades tienen asignadas los Estados al “tratamiento” de estas situaciones? Miles. ¿Para que sirven? Para nada. El más perfecto gatopardismo colonial. Con la diferencia que en la famosa novela de Lampedusa, el personaje era un cínico. Aquí son hipócritas y ladrones.

SOLO UN GOBIERNO NACIONAL Y CON LA DEMOCRACIA DIRECTA LLEVADA AL LIMITE PUEDE LOGRARSE UNA AVALANCHA QUE ERRADIQUE TODA ESTA BASURA.