
A mediados de los años 40 el paraguayo Arnaldo Valdovinos publicaba en Buenos Aires “La incógnita del Paraguay” <Editorial Atlántida, 159 p.> y levantaba su acta de acusación contra el desconocimiento de la realidad de su tierra. En ella resultaban imputados propios y extraños. Comenzaba su diatriba con la exaltación de la lengua por excelencia, el guaraní, sus mitos, la población indígena, para culminar con las desgracias sociales y económicas que azotaban a la población. En el justo reclamo de Valdovinos tenía bastante que ver la reacción contra la superficialidad de ese gran confundidor que fue el peruano Luis Alberto Sánchez: éste, en su Historia de la literatura americana (Desde los orígenes hasta 1936) <Chile, Ed. Ercilla, 1937; 631 p.> se “ocupa” de la literatura local bajo el mote «La incógnita del Paraguay». Años después Roa Bastos acuñaría la expresión “isla rodeada de tierra” -lo que tornaba la insularidad paraguaya aún más profunda- y también levantaría su acta de acusación contra la desidia de los que él mismo llamaba “los indagadores de la cultura”. En medio, el brasileño Walter Wey retomaba el modelo de la extrañeza en La poesía paraguaya. Historia de una incógnita (1951) < Montevideo, Biblioteca Alfar, 1951, 109 p.>.
Lentamente, y luego de la Guerra del Chaco, propios –como Natalicio González- y extraños (aunque no tanto) –como Raúl Amaral- entre otros, “despejaban la incógnita”, que no era tal, sino grosera estupidez de la “intelligentzia”, el verdadero azote latinoamericano.
Claro que, Paraguay incluido, seguimos siendo los más desconocidos para nosotros mismos: ¿que significan para la burrada universitaria-periodística los siguientes nombres? Jenaro Abasolo, Clarence Finlayson, Juan Rivano, Ignacio Pane, Eligio Ayala, Oscar Creydt, Franz Tamayo, Almaraz Paz, Carlos Montenegro, Real de Azua, Mario Sambarino, Guillermo Stewart Vargas, Carlos Disandro, Eggers Lan, Manuel Gonzalo Casas…Y nos limitamos a pensadores del “sur del sur”. Remontar hacia Perú, Ecuador Colombia, y más allá, sería obligarlos a descular el misterio trinitario sin haber pasado por la iglesia.
Hoy las cosas se han emparejado y la burrada ejemplar es la misma en cualquiera de los países de “Nuestra América”. Si a la ignorancia le agregamos la estupidez y la incapacidad de nuestros gobernantes, estamos más cerca de comprender el drama que flagela por estos días al Paraguay.
DE STROESSNER, DICTADOR BRASILERO A LUGO PAYASO CON SOTANA.
La caída de las dictaduras latinoamericanas en la segunda mitad del siglo XX, fue sustituida por una forma más sutil de exclusión de pueblo: la democracia de partidos, generalmente con la alternancia de dos partidos en el poder y la subsiguiente disgregación de los mismos; alzando con sus remanentes – en combinatorias a lo Frankenstein- a distintos elementos marginales (en variadas facetas) a la presidencia de las naciones: Fujimori, Evo Morales, Kirchner, José Mugica, Ollanta Humala y por supuesto Fernando Lugo en el Paraguay.
La caída de Stroessner, culminando su ciclo impresentable a manos de un pariente rápidamente bendecido por el Departamento de Estado norteamericano, no hizo cesar la inestabilidad política a la que amenazaba finiquitar la “democracia”. Escándalos y asesinatos bautizaron al naciente republicanismo post-stroessner, pero con un detalle socarrón: era igual a los distintos escándalos y crímenes que se sucedían en las otras “democracias” latinoamericanas. Cuando el cansancio popular arrimaba la situación al límite del estallido, la corporación política aupó al curita Lugo, remedo subtropical del otro curita antillano, Jean-Baptiste Aristide, quien pasó de “teólogo de la liberación” a perro faldero de los EEUU.
El cura guaraní se alzó como alternativa ética –luego de enfiestarse con las acólitas de su parroquia, preñarlas y no reconocer a sus hijos- contra la corrupción de sus contendientes en las urnas. Una joda. Lugo demostró ser un inútil, como la mayoría de los gobernantes del cono sur. Un bandido más del sistema político.
Cuando en la década de los 50 Rodolfo Mondolfo decía a propósito de la Unión Soviética, que “el mal está en el sistema”, los chihuahuas del PC argentino lo tildaban de revisionista (como si eso, en la Argentina, significara algo): pero Mondolfo tenía razón. Hoy señalar que el mal de la “democracia” está en el sistema de partidos políticos acarrea como mínimo el mote de “anti-democrático” (como si eso en la Argentina de hoy y a la luz de la práctica del Gobierno, significara algo). Pero el mal está en el sistema: porque los delitos de los políticos profesionales, más allá de los detalles que aparecen cotidianamente en las tapas de los periódicos, son la consecuencia tolerada del sistema de exclusión del pueblo del gobierno, no de las consecuencias nefastas de los actos de gobiernos de los “políticos”.
Desde estas misma páginas se señaló el fraude a la voluntad popular consagrado por el artículo 22 de la Constitucional Nacional (“El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”) sobre el que se montó la legislación de partidos políticos; restringiendo siempre la posibilidad de una democracia crecientemente directa sustituyéndola por las “internas partidarias”, donde una minoría de crápulas sostenidos por dinero de origen oscuro pero no indeterminado, imponen “el candidato” a la totalidad de pueblo. El sistema en Argentina se vio bastardeado aún más mediante la designación a dedo (Kirchner por Duhalde) o la herencia familiar (Cristina Fernández de Kirchner por el marido). Eso sí, las “urnas” después “legitiman” (!!).
En Paraguay, la Constitución Nacional, el “cuadernito”, no le va a la zaga a la nuestra. El sistema es de representación y ésta es el de los partidos políticos
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Lugo, que llega al poder con una alianza de pequeñas agrupaciones políticas – la parcelación del “mal del sistema”- constituyó una gran decepción para los paraguayos: fiel al estilo declamatorio del progresismo zonal teñía la realidad con discursos utópicos, mientras el Paraguay de la riqueza en pocas manos crecía excluyendo a las muchas manos que la producían.
Lo curioso es que la inmigración paraguaya a la Argentina, a pesar de la crisis Argentina y del crecimiento de la economía paraguaya en el mismo período, no solo no se revirtió sino que aumentó: un signo de la concentración de la riqueza más allá del Pilcomayo y de exclusión económica, social y política.
El día anterior a la “echada” de Lugo por un golpe de estado “institucional” (no muy distinto que al que dio Fujimori en Perú o el Parlamento local, que integraba la actual presidente Kirchner, convalidando la atropellada contra de la Rúa), el felpudo kirchnerista Agustín Rossi hablaba del temor que generaba en los argentinos las actitudes de Moyano al convocar al paro del transporte de combustible y de caudales: es que el fantasma de la inestabilidad política más allá de la “legitimación” de las urnas se imponía hasta a estos energúmenos. Claro que la cólera (¿o miedo?) estalló con la insonora caída del curita. Mientras los astutos brasileros llamaban a la calma ante la “situación compleja” de Paraguay, los chimpancés del circo bonaerense rápidamente reclamaron lo imposible: la restitución del Lugo. La realidad se estaba volviendo espejo.
Nuestros vagos del “Congreso de la Nación” votaron el repudio, mientras los brasileros se acoplaban a la exclusión de Paraguay en la próxima reunión de “Unasur”, el sello de goma. ¿Cuánto daño puede hacer la exclusión de las reuniones de un “sello de goma”, mientras se siguen haciendo los negocios habituales? La diferencia la hace tener una clase nacional especializada en política exterior (Itamaratí) o un inútil sionista sirviente de dos patrones, al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino.
Mientras, Lugo –como tantos otros politicastros de su especie- busca su elección como Senador para escaparle a la justicia. El mal está en el sistema: lo que posibilita el delito es lo que protege a los delincuentes.
No está demás a estas alturas recordar otras payasadas gubernamentales de que avergonzarnos: El viaje de Néstor Kirchner a las selva colombiana ataviada con una primorosa vestimenta de cuasi-combatiente para el “rescate” de secuestrados de la FARC…y la vuelta con las manos vacías. O el viaje a Honduras para “reponer” al liberal reaccionario Manuel Zelaya, echado a patadas por otros reaccionarios más descerebrados que él…y la vuelta con las manos vacías. O el apoyo a Correa en Ecuador, hoy sólidamente dolarizado y “custodiado por expertos” del Ejército, que le permite al cholo norteamericanizado bramar “progresísticamente” mientras se entrega al poder imperial como una de las tantas prostitutas sudamericanas.
Tenía razón Marx, tiene razón Cristina Kirchner que lo repite sin comprender: la historia se repite como tragedia.