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De sindicalistas, docentes y estragos sociales

El paso del tiempo logra sedimentar en la mayoría -dentro de la que me encuentro- viejos resquemores y dolores Y nos permite seguir trillando, sin apartarnos de la huella en épocas difíciles. Ello no nos releva -claro- de criticar lo criticable, ensalzar lo bueno y aceptar resignadamente lo que no se pudo evitar. No se trata de una introducción lacrimógeno-estoica sino el programa de aceptación realista de los acontecimientos grandes y pequeños que nos determinan.

Pasado un tercio de siglo del golpe militar del 76, aun se pretende alimentarnos con lo peor de aquella década. Los viejitos nostálgicos, fracasados y bien alimentados, siguen torciendo la historia para alimento de jóvenes sin futuro, condenados, como los curitas de barrio, al innoble celibato político disfrazado de causa heroica. Alguno señaló que la dictadura liquidó a una parte de una generación y que la democracia subsiguiente imbecilizó a las dos siguientes (y vamos por la tercera). Suponer que la milicada asesinó a lo “mejor” de aquella generación es un insulto para los que quedaron vivos; del mismo modo que los que se han sustraído a la marea reductora del democratismo no pueden ser amontonados con el subproducto de la juventud alfonsinista-menemista-kirchnerista. “La Coordinadora” (Alfonsin), “los jóvenes brillantes” y la juventud de la UCD (Menem) y “La Cámpora” (Kirchner) son el reflejo patético de lo que la democracia de políticos coloniales pueden hacer con los jóvenes ambiciosos: entrenarlos para el crimen.

Es la peor herencia de la dictadura militar: el miedo, enmaridado con la miseria moral pequeño burguesa.

Si durante el gobierno radical sus jóvenes aprobaban el robo de bancos, el de las manos de Perón, el armado de copamientos sediciosos (La Tablada), la creación del Mo.Ra.Ca. (Movimiento Radical Cadenciado: una forma de no nombrar a los pobres), y los jóvenes menemistas se robaban lo que podían, cantaron loas a la alineación automática con los EEUU, y consideraron a su pueblo carne de ganchera, la “juventud kirchnerista” resulta el precipitado de todos estos antecedentes. El discurso “progre” no es distinto al de la “Coordinadora” (la que no podía reivindicar abiertamente los 70 por razones obvias), pero la práctica del latrocinio es la misma que la de los radicales y menemistas.
Cuando esta pequeña ola pase, y algunos de ellos quede preso, la mayoría como sus predecesores hará del camaleonismo su emblema: No puede haber militancia con sueldos de privilegio, ni revolucionarios hasta el primer tiro.

 

GREMIALISMO

Con algunas estructuras debilitadas, pero manteniendo más o menos intactos sus núcleos ideológicos (no solo la doctrina peronista) los Sindicatos sobrevivieron a la atropellada militar, dejando en el camino la mayor cantidad de víctimas de la represión. La masacre fue la precondición para que los civiles cómplices de la Dictadura instrumentaran el Plan económico cuya cabeza visible era Martínez de Hoz. Después, un incapaz como Raúl Alfonsín creyó llegado el momento de la atropellada final con un Lorenzo Miguel cautivo (del caso Dubchak) y una CGT dividida (como de costumbre en estos casos). Trenzando su propia soga Don Alfonso terminó prófugo del gobierno, pidiendo que lo salvaran de la parrilla a la que se había subido, después de creer que había engañado a todos (los votos, en especial en Argentina, son un jarabe que provoca alucinaciones). Menem se encontró con la sumatoria de los desquicios militares y radicales en el campo económico, social y político y logró rápidamente (después de sofocar un alzamiento militar) la sumatoria del poder público como en las peores crisis de la República Romana. Y el gremialismo no escapó a las generales de la ley: con el palo y la zanahoria logró la mitad de los paros que le hicieron a Alfonsín (aunque uno haya durado 36 horas).

La historia deja enseñanza. Quien quiera aprender, que aprenda. La lucha gremial nos muestra que en los períodos de crisis y persecución la dirigencia sindical se comporta mayoritariamente -y esa es la clave de su éxito- de manera conservadora y revolucionaria a la vez. Conservando las estructuras gremiales sin embarcarse en aventurerismos, y revolucionando el medio de modo tal que los gobiernos terminan acosados por una suerte de “guerra de guerrillas” gremial aparentemente interminable, pero con plazo fijo determinado por el agotamiento del tiempo político o legal.
La represión los vuelve sabios, y termina siendo la misma represión la mortaja del gobierno represor. A los militares se les terminó el carretel y a Menem lo salvó el gong (a Alfonsin, no tanto).

Los períodos de bonanza, en cambio aceleran los procesos de burocratización y corrupción que -paradójicamente- suelen desembocar en la renovación de las cúpulas gremiales, por variados motivos: desde la cárcel, hasta la expulsión y la renovación democrática de autoridades.

Como corporación -sin ninguna connotación peyorativa- firmemente arraigada en la realidad filtra en sus estructuras también los elementos negativos de esa realidad: si la ausencia estatal en el mantenimiento del orden y la represión del delito permite la impunidad en las calles y la complicidad gubernamental en su ejecución, nada distinto sucede en los ámbitos gremiales cuando desde allí no existe participación en el diseño de una política nacional, ni oposición a una política antinacional.

La bonanza ha generado crímenes en los sindicatos: desde la adulteración de medicamentos, estafas varias, hasta asesinatos, dentro y fuera de los gremios y con alguna estructura estatal atrás, protegiéndolos. Basta repasar en los dos últimos años la cantidad de gremialistas muertos en las estructuras de conducción para considerar que el azar no tiene nada que ver con el resultado. Como alguno señaló agudamente: “en los 60 y 70 se mataban por política y por las minas; hoy, por la caja”. ¿El Estado? No llama a Sherlock Holmes. Lo llama a Locles. Recordemos que el Estado no es una argucia de abogados: son personas concretas que (no) toman decisiones.

Hoy la inseguridad de nuestra década en curso (los 10) es heredera de la brutalización física de los 70 y los 80. Los asesinatos selectivos (los de la guerrilla para fijar el doble poder y los de los militares para fijar el terror entre la población), contribuyeron a desvalorizar la vida argentina. Es altamente probable que la muerte de civiles haya sido proporcionalmente mayor en los años democráticos que durante la miserable dictadura Juntista. Pero mientras en relación a aquellos no existía freno posible porque eran motorizados por los aparatos estatales y paraestatales y por los aparatos de la guerrilla (cesados mediante la traición, que posibilitó su casi exterminio), los muertos civiles de la democracia pudieron ser evitados en su mayor parte por los aparatos del estado democrático.
La renuncia a hacerlo guarda relación no solamente con la renuncia a sus funciones, sino al intento de mantener a la población en ascuas, preocupada en una cotidianeidad alienada, con una capacidad de resistencia relajada y fácil de enloquecer mediante una cultura de espectáculo teatral. Lo mismo hacía Hitler en sus concentraciones: Una masa cansada luego de largas horas muertas de espera escuchaba el mensaje delirante de quien en definitiva los iba a llevar a la hoguera (un flautista de Hamelin fracasado).

El Gobierno amaga enfrentarse con un sistema gremial constituido por un conjunto de elementos heterogéneos pero flexibles, desconociendo que “este sistema constituido por un conjunto de elementos heterogéneos pero flexibles” ha sido la tumba de Gobiernos de distintos orígenes pero con un denominador común: el antiperonismo.

La expresión “el negro destiñe” -cruzada por un resabio racista- incluye una alta dosis de sabiduría popular: significa que tanto el blanco disfrazado de “negro” (ejemplo: el progresista, el indigenista, el negrista) como el negro que esconde su blanqueado (Ejemplo: Obama, Evo Morales o Correa) más temprano que tarde mostrarán su verdadera hilacha.

Y aquí, nosotros palpamos que el negro destiñe: Cuando la Presidente alegó que la Constitución del 49 (a la que llamó la “Constitución de Sampay”: ¿Quién le enseño eso: Pigna, O´Donnell, el Director de la Biblioteca Nacional? -no se me ocurren otros: Rájeles, señora), no solo cometió un error conceptual (1) sino que el libreto parece esconder cierta limitación de apreciación política. (2) Lo que no deja de ser grave por la indefensión en la que deja a mucha gente a la que debe proteger.

-En primer lugar, las huelgas existían antes de Perón (los trabajadores no necesitaron nunca el reconocimiento de ese derecho);
-El derecho de huelga, más allá de su reconocimiento en cualquier Carta, es un derecho que no necesita redactarse, ponerse por escrito, para ser operativo. Es un derecho “natural” (y así fue considerado por el peronismo) por que sí; como la lucha por la existencia, formando parte de ella.
-A PERON LE HICIERON MAS HUELGAS DE LAS QUE LOS MISMOS PERONISTAS QUIEREN RECORDAR.
-El derecho de huelga fue reconocido (después de derogar la Constitución de 1949 e intervenir con tanques la Confederación General del Trabajo) por el Gobierno gorila del 55, a partir de la “reforma” constitucional del 57 (una variante de la del 1853, a su vez reformada) mediante una pseudo Convención Constituyente integrada por enanos políticos como Alfredo “Payasos” y la gorilita eminente con nombre de calle, adalid de la lucha de “genero” y precursora de Hebe de Bonafini, Alicia Moreau de Justo. Algo más de que avergonzarse.
-La “extorsión” a la que supuestamente someten al Gobierno algunos sindicatos es llevada a delante por sus ex -socios (Cirielli, de APTA, fue funcionario con rango de Subsecretario de Estado del kirchnerismo) y producto además del caos gremial creado por el mismo Gobierno y los inútiles de sus funcionarios, al meterse en las internas gremiales de las que ha salido invariablemente trasquilado.
-Sabemos que el 1 de mayo de 1974 es la herida que no cierra y el gremialismo es la gota de vinagre fatalmente derramada “sobre todas esas heridas”. Pero que se le va a hacer. Perón los echó de la Plaza y los militantes sindicales (que no tenían los sueldos de La Cámpora) los corrieron a palazos como a los de la FUBA a mediados de los 40. Y merecían más, mucho más: se alzaron en forma sediciosa contra un gobierno popular votado por más del 60% de los argentinos y que estaba tratando de ordenar el caos. Había un pacto social, sin embargo la lacra guerrillera entre otras barbaridades había atacado el cuartel de Azul (ERP) y habían matado a Rucci (MONTONEROS) Secretario General de la CGT ¿Quién puede invocar piedad en estas circunstancias?
La pregunta es: ¿fraguar la memoria histórica desde el Poder Ejecutivo, destilando (destiñendo) gorilismo anti-peronista, hará justicia a los muertos de ambos bandos? ¿Sirve para la unidad nacional? La respuesta es simple porque las preguntas son retóricas. La que no es retórica es ésta, y es la más difícil de contestar: ¿La Presidente: sabe qué hacer con lo que hay?


LA MENTIRA DE LA CTERA Y SUS SINDICATOS. LA FALSA PELEA GREMIAL QUE SE REDUCE A LA PELEA SALARIAL: ESO SI, DEFENDIENDO LA ESCUELA PUBLICA

El actual Secretario General de la CGT, Hugo Moyano “descubrió” luego de 8 años (3) que la inclusión social no es justicia social. Por supuesto nadie cree que se dio cuenta tarde, de algo que además es difícil de explicar por la falacia que encierra. Pero sus dichos terminan siendo pedagógicos, y mucho tonto comienza a advertir que las palabras no engordan y el sálvese quien pueda es el preludio de lo que va a sufrir la inmensa mayoría. Lo repudiable es haber fragmentado el movimiento obrero con el amiguismo, haber facilitado la malversación de estructuras al servicio de los trabajadores, como el APE de la ANSSal y haber consentido el robo por parte del Estado de los fondos de la ANSeS. Si las AFJP robaban el 70%, hoy el Estado - con ese consentimiento mediante- se robó el 100%. Los días de Moyano están contados: felizmente para él su peso es “menos que el de una pluma en una balanza” porque la soga que lo sostiene como al ahorcado (sus pares gremiales) podría ser fatal.

En este contexto, que no es un fin sino un principio, queremos enmarcar a los muchachos del guardapolvo blanco (ni médicos, ni heladeros, ni carniceros): los “maestros”.

Resultado hoy de la intersección entre la mentalidad sarmientino-colonial, la prebenda del Estatuto Docente, la alianza -a costa del presupuesto público- con los distintos Estados (de la Nación a los Municipios) y encubriendo su inutilidad con el discurso progresista, el gremialismo docente es uno de los troncos podridos de la hoguera en la que en que se consume la educación argentina. A diferencia de otras organizaciones gremiales padece de una incapacidad congénita para autodepurarse.

Cómplice de la “reforma docente” de 1985, junto con los ideólogos que la sostenían (Puiggros, Filmus, Tedesco, Sileoni, entre tantos otros), participó con alegría de la fiesta de la destrucción de la escuela pública mientras la estulticia alfonsinista se repartía los fondos públicos en forma de seminarios, congresos, ateneos, publicaciones viajes al exterior etc. etc.: los perros del gremialismo docente tenían un hueso en la boca y la CTERA se llevaba el de la cadera. Cuando el canibalismo menemista desvió fondos de la fiesta docente hacia otra fiesta, armaron la Carpa Blanca. Todo un acto fallido: se llenó de payasos. Nacionales y extranjeros. Viejos cantantes del partido comunista, rascatripas locales en forma de bandas de rock (¡), veteranos “ladri” como Serrat que estaba reventando sus últimos cartuchos con el PSOE, Sting que se tragó la chaucha de las veteranas del “pañuelito blanco”, amenizaron la enramada. Después, la nada. Con Mary Sánchez primero, Marta Maffei después y Yasky al final labraron con el Estado la curva del hundimiento de la educación pública. Sustituyeron su defensa por la del privilegio feudal del Estatuto de la Actividad, sin preocuparse por los contenidos educativos ni por las estructuras materiales del sistema. Las rifaron en el 85. Son como los comerciantes de que hablaba Montesquieu: “cuando dicen que son honestos, está todo perdido”. Lanzados a huelgas salvajes cuyo primer destinatario es el alumno, después los padres, seguido por el sistema productivo y luego por los Estados locales se amparan en la defensa de la “escuela pública” o sirven de ariete político circunstancial (contra Scioli, contra Macri, contra algún Gobernador díscolo)…hasta que logran el aumento.

SE REQUIERE UNA URGENTE REFORMA EDUCATIVA ESTRUCTURAL, DESDE LO MATERIAL HASTA LOS CONTENIDOS EDUCATIVOS, MODIFICANDO LA CARRERA DOCENTE Y ELIMINANDO LOS PRIVILEGIOS DE CLASE.


LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LAS ACCIONES QUE CONLLEVEN ESTRAGO SOCIAL:

Es imperativo transformar el negocio de los derechos humanos, churrasco del que vive una parva apreciable enquistada en los aparatos del estado, en defensa de los intereses sociales.

La celebración antropofágica de la muerte en la Argentina tiene su cultura, con símbolos directos (la cultura de rémoras con el pañuelito en la cabeza, la silueta pintada) o bien indirectos, en la forma de cultura desocupada y bailantera, de drogones y muertos en vida.

El negocio de los derechos humanos, centrado en la Secretaría al tono, es la pirámide de la cadena alimenticia, ya que se alimenta de lo que se niega a desocupados y lúmpenes. Y estos se alimentan de lo que el Estado les roba a los jubilados y malversa de los impuestos que recauda. Parte de los cuales…van a la Secretaría de Derechos Humanos. El famoso círculo vicioso, que para el Ejecutivo es virtuoso. Un nudo gordiano que solo puede cesar con un tajo.

El robo a los jubilados, los estragos en las poblaciones por delitos, ineptitud o error inexcusable de los gobernantes o funcionarios (secuestro de personas –para prostitución o trabajo esclavo-, Tartagal, la explosión en la mina de Río Turbio, las inundaciones descontroladas en la Provincia de Buenos Aires, y no solo en ella, la minería a cielo abierto envenenando al pueblo, los residuos industriales en las fuentes de agua –en el Riachuelo por ejemplo-, más un listado largo de enumerar) deben ser INCLUIDOS EN LA CATEGORÍA DE ESTRAGO SOCIAL Y TIPIFICADOS PENALMENTE PREVIA DECLARACION DE SU IMPRESCRIPTIBILIDAD.

Debemos terminar con los farsantes locales de Greenpeace, actorzuelos adocenados al servicio de la mala conciencia burguesa, capaces de defender al yacaré pero no al muerto de hambre que se lo come.

Debemos erradicar la “neolengua” política, que la lacra universitaria derrama por donde puede mientras nos come el hígado. Apuntamos:

“Adulto en situación de calle” (persona mayor lumpenizada)
“Chicos en situación de calle” (niño mendigo, básicamente en “macrilandia”)
“Trabajadora social” (prostituta)
“Género” (solo para el femenino)
“Violencia de género” (solo si matan a una mujer)
“Carenciado” (muerto de hambre)
“Inclusión social” (subsidiado)
“Adicto en situación de riesgo” (drogón en su fase terminal)
“Transexual” (homosexual disfracista)
“Compañeros de vida” (pareja homosexual)

De estos pocos ejemplos surge la pretensión de encubrir el estrago social de la locura y la pobreza con palabras, mientras se apologiza la marginalidad sexual intentando un reconocimiento de dificultosa utilidad.

¿Cuantas nulidades tienen asignadas los Estados al “tratamiento” de estas situaciones? Miles. ¿Para que sirven? Para nada. El más perfecto gatopardismo colonial. Con la diferencia que en la famosa novela de Lampedusa, el personaje era un cínico. Aquí son hipócritas y ladrones.

SOLO UN GOBIERNO NACIONAL Y CON LA DEMOCRACIA DIRECTA LLEVADA AL LIMITE PUEDE LOGRARSE UNA AVALANCHA QUE ERRADIQUE TODA ESTA BASURA.

 

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Lo último de Número 18 - Enero/Marzo 2012