Finalmente, tras arduos debates parlamentarios y sesudos análisis políticos, se cumplió la orden emanada de arriba y se resolvió el envío (a escondidas) de un contingente significativo de tropas al Caribe. 614 hombres de las tres Fuerzas Armadas. Un comando integrado por 2 oficiales del Ejército (EA), 2 de la Armada (ARA) y 1 de la Fuerza Aérea (FAA). El grueso de los efectivos se concentra en el Batallón de Infantería integrado por 445 hombres (226 del EA; 178 de la ARA y uno de la FAA). El buque de transporte Bahía San Blas cuenta con una tripulación de 77 hombres. Las tripulaciones de los dos helicópteros Bell de la FAA suman un total de 28 efectivos. Por otro lado, el Hospital Reubicable de la FAA (que será instalado en Puerto Príncipe) cuenta con un equipo de 63 personas. Y decimos significativo, porque esta ""ayuda humanitaria" hace rato que es implorada por muchas provincias y los sufridos habitantes de los cordones desindustrializados de las grandes urbes de nuestro país.
Pero...Adonde vamos? A Haití, el primer país en lograr su independencia en el inmenso territorio de la actual Latinoamérica, proceso que se inició en 1790. La Revolución Francesa, aunque no llegó enseguida a proclamar la libertad de los esclavos, otorgó igualdad política y jurídica a los mulatos y negros libertos, transformándolos en ciudadanos de la República de Francia en el mismo plano que los blancos. Pero esa resolución fue desoída por los latifundistas franceses de Haití, quienes por decisión de su propia asamblea territorial, mantuvieron la discriminación contra los mulatos. Un conato de insurrección esclava en 1790, dirigida por Santiago Ogé, fue seguido en 1791 por un levantamiento de mulatos. Temerosos de una rebelión de los esclavos, y alentados por los comisionados de la metrópoli revolucionaria, los franceses de Haití concedieron la igualdad a los mulatos en 1792. Una comisión del gobierno, dirigida por mulatos de inspiración jacobina, quiso extender los derechos civiles a los negros libertos. Ello provocó un golpe reaccionario de los blancos. El mulato Jacobino Sonthonax prometió la libertad a los esclavos y se alzó con ellos contra la minoría blanca en 1793. En el mismo año se inició la gran guerra de las monarquías contra la Francia revolucionaria. Tropas británicas desembarcaron en los puertos haitianos, mientras fuerzas españolas avanzaron desde Santo Domingo. Los principales cabecillas de la revuelta de los negros se retiraron a la parte oriental de la isla y se pusieron al servicio de España.
Entre los oficiales negros haitianos que condujeron las tropas bajo mando español contra los franceses se destacó particularmente Toussaint L'Ouverture, extraordinario militar y estadista, verdadero padre de la independencia haitiana. Tousssaint tenía como metas firmes la emancipación de su pueblo y la eventual independencia de su patria. Sin embargo, su sentido político le dictaba una táctica gradualista: primero, aprovechar a los españoles contra los esclavistas franceses, luego, desechar a los españoles y conquistar la autonomía haitiana dentro del marco de la hegemonía francesa.
Al haber liberado la mayor parte de Haití con apoyo español, Toussaint firmó la paz con el bando francés y democrático, y se pasó con sus tropas al ejército de Francia. Como consecuencia de ello, en la isla se debilitó la posición española. En 1705, por el Tratado de Basilea, España cedió Santo Domingo a Francia, pero se mantuvo la separación administrativa entre las dos partes de la Antilla.
Toussaint, nombrado teniente gobernador y general en jefe de las fuerzas armadas de la independencia francesa de Santo Domingo, ejerció un poder cada vez más soberano sobre la isla. En 1798, Maitland, almirante inglés, trató de convencer al gobernante negro que se desprendiera de la tutela francesa y se aliara a Gran Bretaña. A cambio de ello se le reconocería como rey de Santo Domingo. Toussaint Lóverture rechazó el ofrecimiento. Francia, por su parte, desde 1798 trató de reestablecer su control completo y efectivo sobre la isla, disminuyendo los poderes de Toussaint. Para tal efecto, azuzaron en su contra al mulato Rigaud, instalado en la parte sur de Haití. L'Overtures golpeó primero y en 1799 afianzó su propio poder, reduciendo la influencia francesa a una mera ficción política. En el ínterin, la economía de la isla ya se había ido al demonio.
Durante ese período Toussaint había establecido vínculos cordiales con Estados Unidos: el gobierno del presidente John Adams, haciendo caso omiso de las objeciones de algunos esclavistas del Sur, envió barcos y víveres al gobernante haitiano, y lo alentó cada vez más a liberarse de la dominación francesa.
Napoleón miró al poder autónomo de Toussaint Lóverture con creciente irritación. En 1800 el corso concibió el proyecto de establecer un imperio colonial en América, con la isla de Santo Domingo y el territorio de Louisiana, como núcleos fundamentales. Para tal efecto negoció con España la devolución de la Louisiana. En 1801 envió a Haití un ejército al mando de su cuñado, el general Leclerc. Abandonado por otros comandantes haitianos, Toussaint se vio obligado a capitular ante Leclerc en 1802. Después de prometer la libertad y una pensión de retiro, los franceses lo arrestaron traicioneramente y lo enviaron a Francia, donde murió prisionero en 1803.
Pero en Haití estallaron nuevamente las revueltas permanentes que caracterizan su historia. Esta vez el nombre de la rebelión se encarnaría en la figura de Jean Jacques Dessalines, quién, temeroso del reestablecimiento de la esclavitud, desencadenó una guerra de exterminio hacia los blancos. Alrededor de 100.000 hombres combatieron bajo la bandera negra y roja de Dessalines, junto a un eficaz aliado: la fiebre amarilla. El propio Leclerc sucumbió bajo ella y los restos del ejército napoleónico junto a los escasos colonos blancos sobrevivientes se embarcaron de regreso a la dulce Francia. El 1 de enero de 1804 Dessalines proclamó la independencia nacional de Haití.
Durante su reinado maduró en su mente la idea de invadir los Estados Unidos, emancipar a los esclavos y convertir al sur de Norteamérica en un estado negro federado a Haití!. También se interesó por la suerte de Hispanoamérica y manifestó su apoyo a Francisco de Miranda. Siguiendo la tradición de los caudillos antillanos, no murió en la cama.
Toda la historia de este pequeño país, desde su nacimiento, está signada por la tragedia y la intervención foránea. No hay castigo que le haya sido ajeno: guerra, peste, esclavitud. Con una tasa de analfabetismo del 50% y de desocupación del 75% ha sido - y es - objeto de "intervenciones humanitarias" por parte de las potencias coloniales de turno. Sus recursos naturales han sido explotados hasta la virtual desaparición, motivo por el cual durante mucho tiempo gran parte de su población se vio acorralada entre la venta de sangre o el turismo sexual para poder sobrevivir. Hasta esta miserable salida han perdido por la aparición del SIDA. Hoy, las civilizadas naciones de occidente que transformaron al Caribe en una zona franca imponiendo dictaduras brutales, destinan la zona como basurero de sus desechos tóxicos.
Ahora bien, ¿cuál es el motivo de la insistencia norteamericana para que una Task Force sudaca patrulle los lodazales de Puerto Príncipe?. La necesidad de no distraer recursos humanos, que son cada vez más necesarios en los territorios de pesadilla que han generado en todos los rincones del globo. Asegurarse que el aluvión zoológico haitiano, en la desesperación de preferir los tiburones a la inanición, no emigre desesperadamente a otros dominios de su Mare Nostrum. O tal vez, utilizar a la desgraciada Haití como campo de entrenamiento de una futura tropa ghurka para el Plan Colombia (no descartamos la prevista impopularidad de una nueva acción unilateral como la practicada en Irak, después de ser los propios norteamericanos los causantes de la crisis haitiana). Es necesario recordar que esta "medicina", la de imponer "democracia" con una intervención -multilateral o no- nos puede ser aplicada a nosotros, argentinos, momento en el cual podremos ver desfilar otra vez a las tropas brasileras como en 1852, y de algún otro país, no necesariamente americano, por las calles de Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Y ver también como se humilla, roba, viola y se asesina a la población en nombre de la "construcción democrática de la Nación".
En aras del multilateralismo nos encolumnamos detrás de la política unilateral de la potencia hegemónica. Tal vez sea por la necesidad de un supuesto apoyo norteamericano para la negociación de la deuda externa. Puede ser, pero mientras tanto la "primera ciudadana" visita la Convención Demócrata en un flagrante injerencia en los asuntos internos de otra nación (¿recordamos la airada indignación del gobierno ante las declaraciones de Roger Noriega?) y una nutrida delegación de funcionarios "transversales" baila cumbia con Huguito Chávez. O la política exterior es esquizofrénica, o la Dirección de Prensa de la Cancillería se tomó vacaciones, porque no la explica.
Nos preguntamos si los zombies están en Haití o en el gobierno, porque el realismo mágico de la novela "El reino de este mundo"de Alejo Carpentier ha sido superado ampliamente por la irrealidad política argentina.