La confrontación de ideas cuyo objetivo esencial -al menos en el occidente que conocemos- es la discusión eterna a cargo de académicos y congresistas que se hallarían más cerca de la "verdad" -cualquiera sea su definición - que la "masa sudorosa" que los alimenta manifiesta, no tan en el fondo, que la búsqueda se ciñe a lograr la "verdad por consenso" es decir a crearla a partir de la discusión racional, presuponiendo que el curso vital de las personas esta predeterminado y configurado por "argumentos" (los de los "académicos"). Aquí tenemos toda la fundamentacion, de una profundidad rayana con lo tangencial, de los profesantes "liberales" que castigan con su osamenta sillas, sillones y sillitas de congresos, seminarios, encuentros, terapias, catarsis, y masturbaciones varias del Puerto de Buenos Aires y las ciudades anexas. Por supuesto que todos ellos tienen matices, como en las clasificaciones de Buffón.
Y son los matices los que esconden la trampa. Veamos como se manifiesta en el folleto "El debate Zaffaroni-Pitrola LA CRIMINALIZACION DE LA PROTESTA SOCIAL". La letra pequeña pone en la misma bolsa y nivel a dos personajes circunstanciales de la política argentina: uno, Juez de la Corte Suprema de la Nación y otro, dirigente político del reciclado trotzkista. Con ello se pretende en forma ingenua dar idea de la jerarquía del "dialogo" que versara sobre un tema querido por el progresismo de alma buena: LA CRIMINALIZACION DE LA PROTESTA SOCIAL. Desconocemos la secuencia de la exposición de cada participante, pero el prólogo (que denuncia que se trata de una publicación del Partido Obrero) y algunas sugerencias de Pitrola nos hacen sospechar que el orden expositivo es exactamente al revés del publicado (pág. 48). El prólogo nos habla de un "penalista de fama internacional" y de un "dirigente obrero y socialista" (pág. 7) afirmaciones que en un país como el nuestro y a la luz de las producciones de ambos son, por lo menos, extrañas.
Por supuesto la muchachada del Partido Obrero no se iba a perder la oportunidad de hacer "algunos señalamientos a modo de introducción". En ellos, lo más destacable es la reutilización de términos sin contenido preciso como "keinesiano" (¿el PO lee a J.M. Keynes? Es dudoso), o "reformista". Fieles a su tradición de estar contra todos, hacen caer bajo el látigo a sus (ex) compañeros de ruta: Lula, Tabaré Vázquez, el ecuatoriano Correa y el marxista por decreto Hugo Chávez. No es ocioso hacer notar aquí que los trotzkistas argentinos, revolucionarios e internacionalistas, fueron expulsados de Nicaragua por los Sandinistas y de Venezuela por el Bolivariano. Otra afirmación imperdible es que "el juicio histórico solamente lo pueden dar los pueblos". Nosotros preguntamos: ¿Qué pueblos? ¿Qué pueblo? ¿El argentino en su conjunto? ¿El "campesinado"? ¿La "clase obrera"? ¿La "vanguardia revolucionaria" de todos ellos? ¿El PO? En fin, historia vieja, aburrida, fraudulenta y funcional a la colonización política. El resto de este segmento son las repeticiones del manual Lerú para el militante. No está de más recordar que el trotzkismo argentino ha tenido, a pesar de sus inconsistencias, desquicios y heterodoxias varias, a cerebros como Abelardo Ramos, Héctor Raurich, Silvio Frondizi, Milcíades Peña o el mismo Nahuel Moreno (dejamos afuera provisoriamente a J. Posadas, quien debe estar dialogando con extraterrestres y con Víctor Sueiro). Esto, para señalar el nivel teórico que hoy manifiesta esta corriente política y de pensamiento.
La exposición de Zaffaroni contiene una serie de perlas e inexactitudes que corresponde señalar. En primer lugar hay un doble error en la afirmación acerca de que se ha estudiado poco sobre "el terror a las masas" en la segunda mitad del s. XIX (pág. 19). Nos permitimos recordarle los estudios dedicados a Gabriel Tarde, Gustavo Le Bon, el delirante Lombroso, los españoles Rafael Salillas y Luis Simarro, etc. así como sus proyecciones sobre la primera mitad del s. XX : el mismo Le Bon, Freud, Ortega y Gasset, Hendryk de Man (tío del joven filo-nazi Paul de Man, mimado por el progresismo de "filosofía y letras"), Elías Canetti, Hermann Broch (cuya teoría sobre la locura de las masas -massenwahntheorie- ha sido recogida en nuestro medio por Fernando Pages Larraya), etc. La pregunta que dejamos flotando es: ¿Qué tipo de estudio sobre el terror a las masas reclama Zaffaroni? ¿Uno adecuado a la no criminalizacion de la protesta social? Me parece que aquí hay un intento, en exceso literario, de suprimir la dimensión política en beneficio de la interpretación sociológica.
Las distinciones que introduce entre resistencia a la opresión, protesta social y desobediencia civil, nos parecen vidriosas ya que cada una de ellas o sus combinatorias deben contextualizarse y su patrón de medida, mal que les pese a los teóricos de la ciencia política, es el éxito o su falta. La resistencia civil -prohibida por nuestra Constitución, repudiada por un eminente jurista como Sampay- supone para Zaffaroni lisa y llanamente la ilegalidad, y supone un grado de organización y no violencia de la cual carecería la protesta social. Esta distinción se nos presenta como puramente académica (pág. 20/21). ¿Quién supone que la protesta social carece de organización? ¿Quien puede suponer que la resistencia civil no se articula con hechos violentos? Mientras Gandhi hacia lo suyo una parte del pueblo hindú era persistentemente masacrado por los imperialistas británicos, debido a la resistencia civil no necesariamente pacifica (baste recordar el genocidio de la etnia Sihk en Amritsar). O la lucha de los negros norteamericanos que, mientras "resistían civilmente" eran colgados por el Klan (e inmortalizados en la canción Strange Fruit/Fruto Extraño, de Lewis Hallan). Esta resistencia no hubiera llegado a nada, Luther King incluido, sin los "brothers" Panteras Negras, los Malcolm X, los Julios Lester, las Angela Davis y los hermanos Jackson. Dicho de otra manera la resistencia civil es una táctica, no una estrategia.
A su vez las notas distintivas que Zaffaroni le atribuye a la protesta social le son perfectamente aplicables a la desobediencia civil (pág. 14). Esta distinción, repetimos, puramente académica se extiende a los llamados derechos individuales y a los derechos de la protesta social; creándose de esta manera -en el último caso- una especie de sujeto colectivo, cuando en realidad sólo existe una aglomeración circunstancial de intereses dispares (la de los individuos que reclaman, la de los jefes que encabezan el reclamo, y la de los funcionarios del estado). Aquí, reitera la reducción de la acción política a sociología, operada desde la interpretación jurídica (pág. 22). Sobre la base de las posiciones conocidas de Zaffaroni, su exposición se corona con una hipóstasis cual es el acercamiento utópico al "modelo ideal de Estado de Derecho", mediante acciones que no incluyen la criminalizacion de la protesta social (pág. 39); sin haber precisado de qué se trata esta, ni cuáles son las acciones que deben ser sometidas por el Estado a las reglas vigentes.
En uso de la palabra Pitrola, luego de exageraciones varias de las que se desprendería un nivel de martilogio cristiano inexistente, que no logra explicar por qué no alcanzaron el poder y por qué la "clase obrera" los ignora, se mete de lleno en la crítica general -un tanto lavada- de las miserias del derecho laboral; colocándose por tramos en el marco gremial y en otros rechazándolo, a veces en el marco del "estado de derecho" y otras veces fuera, según la utilidad circunstancial para el Partido (págs. 44/45 y 58/59). Lo mismo vale para su interpretaciones del tipo penal aplicable a un delegado que comete delitos (pág. 48). Los ejemplos que presenta solamente son entendibles si se los lee a la luz de la orientación política del ponente.
Fuera de ello y de la disciplina y el manual del Partido, Pitrola realiza una caracterización de las acciones del Gobierno de Kirchner que suscribimos enteramente y que nos permitimos reproducir en su integridad:
"Hoy tenemos un gobierno y un régimen social, económico y político que esta defendiendo esencialmente la renta de los exportadores, el repago de la deuda externa a la banca internacional; un régimen que defiende a las compañías privatizadas que saquean a nuestros recursos naturales, que defiende un 40 por ciento de trabajadores en negro, la flexibilidad laboral, salarios absolutamente retrasados respecto de los precios; que defiende el robo más grande que haya sufrido la clase obrera argentina en su historia, que es la confiscación del sistema jubilatorio con el régimen de las AFJP y las leyes de solidaridad provisional, y las jubilaciones mínimas".
Sobre la metodología política del kirchnerismo:
"Cooptación de Madres, cooptación de Abuelas, cooptación de piqueteros, cooptación de izquierdas, cooptación de sindicalistas, cooptación de fracciones políticas opositoras del sistema, de este y del otro, de otros partidos." (pág. 60/62).
Aquí Pitrola revela la contradicción existente entre una correcta caracterización del presente político y su divorcio con las herramientas elegidas por el trotzkismo para cambiarlo: el eterno divorcio entre la realidad y el deseo que caracteriza a la pequeña-burguesía de izquierda. Puestas las cosas blanco sobre Negro, Pitrola se sirve de instituciones y funciones del Estado burgués (Facultad de Derecho, una publicación legal) para la acción política, algo que no sorprende en la táctica de la izquierda, es decir, la utilización del "frente legal". Sorprendente resulta, sí, la actitud de Zaffaroni, un ciudadano al servicio de ese Estado burgués, que termina fagocitado por la táctica de un grupo cuyo objetivo es la destrucción del mismo. Siempre con vistas, claro, a instaurar el Estado "proletario" y midiendo la marcha de la historia con un reloj de arena mojada.
El folleto que comentamos resulta de todos modos bienvenido y -con las salvedades marcadas- merece leerse, ya que nos refresca y actualiza posiciones que no por conocidas son menos vigentes a causa de sus efectos negativos para la Nación.
d.a.