Esperar: del lat.: Speto,as// Exspecto, as.
Esperar: Según Roque Barcia (*) del latín
esperare, confiar en que sucederá alguna cosa
buena.
Esta es una sociedad expectante:
espera el culo.
(un escéptico)
El cubano Héctor Zumbado popularizó la frase cagástrofe (1), síntesis ESPECTACULAR para calificar de un solo golpe la cultura kitsch, que los hispánicos llaman cursi y los anglosajones no tienen palabras para eso (a pesar de que la producen a toneladas). Nosotros tenemos el berreta (2) de gran amplitud semántica, en la que radica su peligro, ya que los berretas lo aplican a los más berretas. No obstante, dudamos que la riqueza semántica del término sea la causa de su marginación en el lenguaje de los “críticos” de arte.
Berreta es, en el Río De la Plata, da la máxima categoría de análisis aplicable a la “estética del brutto”, la estética de lo feo, la mal denominada “cultura de masas” (errónea porque pretende apuntar primariamente a quien la consume, no a quien la produce). Su utilización en el ámbito de la crítica carece de glamour, aún extraacadémico. Es que se parece a la piedra de Sísifo: el primer afectado sería el “crítico”.
Si la “cagástrofe” del cubano licua cagada y catástrofe, nuestro “berreta” (con sus “errrres” de ratón, rastacuero, ridículo) expele los sonidos inarmónicos, los chirridos del gusto barato, cuando no la delincuencia solapada.
La alianza naturalizada entre desocupación y medios de “comunicación” (mierdificación), casi ha logrado encubrir que la cultura del entretenimiento se alimenta de la cultura del hambriento. La cadena desocupación-hambre-destrucción (familiar, escolar, social) tiene a su principal responsable en el grupo kirchnerista gobernante que logra que logra perpetuar que el pueblo no delibere ni gobierne, ni sea representado por ningún partido político (ya que la práctica habitual que se ha sobreimpreso a la de la corrupción e ineficiencia, es el borocotismo). El sostén ideológico de ésta situación anida en los dueños de los canales de televisión y radio, en los burócratas empeñados en brindar “espectáculos de masas” donde “rockeros” (¡?) y “folkloristas”, liquidan la calidad popular trabajando de sirvientes del poder, a cambio de ser más miserables y “berretas” que lo habitual.
El caso de la “folklorización” resulta el más peligroso por cuanto se halla vinculado en un punto con la labor popular y, como tal, a una producción material y espiritual de primer orden que nos define como Nación DISTINTA. Como sustituto, se nos presenta el “folklore” transformado en “mierda de artista” en la que el soporte es el “intérprete” que destroza con sus alaridos y gorgoritos (y cobrando por ello) piezas varias, algunas de gran arte. Así Soledad Pastorutti, El “Chaqueño” Palavecino, “Los Nocheros”, Luciano Pereyra y otros desfilantes del antro Cosquinero, de la mano de empresarios coloniales y al amparo de intendentes, gobernadores, Secretarios de Cultura y Ministros varios, liquidan para la posteridad lo que llevó decenas y a veces centenas de años de trabajo artístico, anónimo y del otro.
En cuanto a los “rockeros”, ensamble del que solo escapan algunos talentosos que logran eludir -por poco- el universo de los curradores de la guitarrita, suelen terminar como las series norteamericanas: con el libreto secado, problemas psicológicos entre los personajes y con el actor principal drogado. Mientras, la estética berreta ocupa el lugar de la falta de talento.
Ni que decir del “gran medio” la televisión: hoy el cursus honorum no pasa por la Universidad sino por ella: Podemos contemplar a una “señora gorda” con apariencia de “profesor de filosofía” -¿o es al revés?- que “enseña filosofía” , otros profesores de escuela secundaria estancados en la ídem que escriben y hablan de “libros de historia”, una gorda licenciada en “vaya a saber que” enseña “sexualidad” por televisión, otro miserable que presenta su libro de “autoayuda”, y así.
A diferencia de la ambición del tango (mientras “el músculo duerme”), la cultura del entretenimiento no descansa: Lo esencial es que la atención, cansada, no ceda. Para ello la noticia visual es esencial. McLuhan, autor de algunos conceptos logrados, tiene éste: “El que pierde el poder de la vista, vuelve a caer en el estilo de vista tribal”. Dicho de otra manera: el modo de ver masificado por la limitación del horizonte y el discurso de lo liso (a fuerza de repetición).
Para ello, la síntesis Gobierno/Televisión resulta la cadena que intenta remachar la “cagástrofe” de estilo Gran Hermano (occidental y cristiano, eso sí) (3). En este punto el “tinellismo” (Ver editorial de éste Número), la alianza con la mafia del fútbol, el subsidio a “actores” y “actrices” (4), la pretensión de llevar a la pantalla ajustes de cuentas anti-históricos como lo hacen los norteamericanos (baste pensar en las Evita de Faye Dunaway y “Madonna”) son funcionales al fracaso gubernamental de alienar al pueblo mediante la forma sin contenido, contenido trivial o trivializado. La ideología Hollywoodense de ganar en el cine las batallas que se perdieron, es un complemento del objetivo de esa brutalización. No alcanza el “relato” -como bautizan “Clarín” y compañeros de ruta al discurso oficialista- para tapar la realidad. No hay tal relato oficial: hay frases hechas, repetición con la intención de crear un reflejo condicionado, pero la inestabilidad del mensaje, del medio y del receptor –por incapacidad del maquinista- tornan la aventura en un viaje tragicómico. El antídoto -al que de todos modos no hay que apostar la cura definitiva del alienado- forma parte también de un ámbito cultural: el de la economía, y se llama INFLACIÓN. Suele ser la cura de todas las imbecilidades: la realidad como electroshock.
El sistema auto-referencial del Gobierno, su creciente sectarismo y endurecimiento de posiciones en falsas “guerras”, cuyo resultado no resulta esencial al pueblo y que pueden resolverse en forma más barata y con criterio nacional, se une a su falta de autoridad moral. (Hasta los delincuentes que traicionan son repudiados por sus pares: La pelea del grupo kirchnerista con Clarín, tiene el mismo estatus ético que una pelea de la “Garza” Sosa con el “Gordo” Valor. Esto lo sabe el “stablishment” de la colonia, al que no le alcanzan los nuevos elogios del giro conservador del Gobierno para conquistar su confianza. Hacer negocios, si. Aliarse como lo hizo “Clarín”, no).
En uno de los “poderes” (en realidad, empleados) del Estado, el Legislativo, se votó sobre el posible futuro de “Papel Prensa” (falta el filtro de los tribunales todavía) algo que le interesa al pueblo menos que la bosta de paloma. Esa pretensión fracasada de involucrar al pueblo en la pelea mafiosa con el diario “Clarín” no deja de tener un atisbo positivo. ¿Alguien en su sano juicio puede pensar que la libertad de empresa editorial forma parte de las prioridades de la gente? Alguien cree que se trata de una “democratización” (!?) de los medios? (¿qué significa? ¿tendremos acciones o cuotas-parte en los “medios” y podremos votar -siempre que no nos roben los votos- el contenido de los programas?¿Podremos echar a los Rial, los Tinelli, los Morales, los Gvirtz, los Casella, los Grondona, los Leuco, a los “entretenedores” en los programas “periodísticos”, a las viejas prostitutas devenidas “señoras” conductoras y/o “panelistas” de la nada, etc. etc. etc.?.¿Podremos tirar a la basura los enlatados que vienen del norte? Seguro que no).
La utilidad de un diario guarda relación directa con su formato: a mayor tamaño más grande el pescado que se puede envolver. Hoy el diarios menos leído, La Nación, es el más útil.
El gobierno perdió la batalla ideológica a manos de Clarín y sus homólogos. La batalla por el papel es eso, una batalla de papel. A la –aun corta- distancia es francamente ingenuo pensar que la convocatoria de masas en el norte de África – origen de la ola que se llevó puestos -con ayuda de las “democracias “ occidentales- a varios tiranos locales, se realizó a través de los diarios. Por el contrario, se encontró parcialmente en manos de aquello que hace a los diarios perimidos: Internet y sus derivados de comunicación. Es difícil hoy que el Estado argentino con sus menguados recursos en la materia, pueda sobrellevar esta situación. En la crisis cualquier juguetito de comunicación es un arma, así la maneje un estúpido.
El diario, la revista (¿Cuántos los leen y creen en ellos?) son el alimento de una minoría colonizada, que permite sobrevivir a otra minoría colonizada (empresarios dueños del medio y sus sirvientes ideológicos: periodistas, diseñadores, fotógrafos, dibujantes; las poleas que transmiten el “mensaje”) . Como ejemplo tenemos a la “opositora” revista “Noticias” que crea un filósofo y un politólogo por semana y cuya única contradicción con el Gobierno pasa por la cuota de publicidad. El resto es cagastrofismo estético en sintonía “fina” con el cagastrofismo político del Gobierno. Curiosamente, la estética del Gobierno la determina la berretada de los medios opositores. Se trata de la cultura del pequeño burgués, de pasado pobre, que se encontró de pronto con los caudales públicos. Louis Vuitton es el equivalente de la pizza menemista.
Esta farsa es la continuidad de la otra: la del marginamiento del pueblo de la política, política que tiene como objetivo central el marginamiento del pueblo del trabajo, de la comida, de la educación de la seguridad, de la posibilidad de construir desde un presente. Sustraído el hoy a millones de argentinos, su mañana resulta carente de calidad, cuando no de imposible realización. El pueblo embrutecido, es barato. Y esa doble calidad, que es negación del pueblo, es posible porque existe un campo abonado por la falta de proteínas, de educación y de cultura.
Para ello el Gobierno del grupo Kichner pretende saturar la sociedad del speta-culo, intentando crear el reflejo condicionado mediante la degradación de la cultura popular. Cuenta con la complicidad de los “medios”, los propios, los aliados y los “opositores”, lanzados a la promoción de prostitutas, cafishios, travestis, drogones y farsantes de murgas que fungen como animadores, verdaderos monumentos a la burrada. Como diría H. Zumbado: la “cagastrofe”. Mientras se anula por decreto (después de ocho años de gobierno) el rubro 59 (rubro promocionado también por la tropa gubernamental), por otro lado la desaparición de mujeres, adolescentes y niños con destino a la prostitución no hace mella en el Gobierno. Este doble discurso es el que se trasmite a la población: No a la oferta de mujeres en el rubro 59, Si a la oferta de mujeres en el programa de Tinelli (para empezar, porque el resto de los programas fabricados en el gaterío municipal de “macrilandia”, también acompaña). La degradación femenina, acompañada por la música de violines del INADI contra la violencia “de género” (¿no será de “especie”?) se objetiva mediante las promesas de glúteos en tinellandia y las del tambo en “macrilandia”: todas las tetas colgando en los kioscos.
Tinelli y su gente (para empezar) tendrán que sentarse en el banquillo de los acusados. También hay estrago social ahí. Y como señala Roman Correa desde estas mismas páginas, debe declararse imprescriptible. Como los asesinatos cometidos en los 70.
(*)“Primer Diccionario General Etimológico de la Lengua Española”, Barcelona, F.Seix, Ed. s/f, Tomo II, Letras D-Hy, pág. 536. col 2, ´Etimología´.
(1) Reconociendo la autoría de otro isleño, Manuel Carbonell. Ver: H.Zumbado: “Kitsch, kitsch,¡bang, bang!”, La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1988, p.5.-
(2) El “Diccionario etimológico del lunfardo” de Conde (Buenos Aires, Perfil, 1998, p.43) define como: “adj. Aplicable a algo de fina apariencia y poca calidad/ 2. Falso, apócrifo, adulterado/ 3. Ordinario, de mala calidad”. Le remisión en el mismo Diccionario a “berretin” en su 6ta. acepción (“ano”) y 7ma. (“Escondrijo”….del italiano jergal ´berretino´ bolsillo, son ampliaciones de su significado original”) no tiene desperdicio. Tambien tenemos “berretero”, “berretinero”, “berretón/ona”. Por su parte, José Gobello e Irene Amuchástegui, en el “Vocabulario ideológico del Lunfardo” (Buenos Aires, Corregidor, 1998, p. 36, voz: “Falsedad”) agregan : “chanta, chantapufi, chantún, chantunazo, chiqué, doublé, falopa, fantasía, fayuto, fule, fulería, fulero, plaqué, trucho, yuto, zarzo de a dos”. Una lectura atenta del resto del “Vocabulario…” nos demuestra que solo el lunfardo, sin teoría, ha disecado hasta el tuétano el “cagastrofismo” rioplatense.
(3) La tentación fácil es asimilarlo al “estilo hitleriano” o “stalinista”. Pero lo impide la seriedad histórica: el nivel de nuestros medios está aún por debajo de la imbecilidad anglosajona (y no solamente por falta de recursos económicos).
(4) “Actores” y “actrices” que logran llenar su ego, extendido y profundo como la tangente, con dinero del pueblo que les permite una vida material agradable; mientras la “negrada” es subsidiada con media canasta familiar mensual y capacitada en rascar carteles de propaganda política con una espátula: Nuestros futuros ingenieros que hoy integran la estadística de los ocupados.