Una ruta argentina… podría ser un acceso a Buenos Aires o La Plata, se levanta una nube negra y el olor a neumático quemado hace que el aire que entraba por la ventanilla sea irrespirable. Allí están parados los hombres y mujeres que toman ómnibus de mediana distancia para concurrir a su trabajo, los cuadros medios empresarios y los que vienen del country o van de "shopping". Todos juntos… todos mezclados… todos malhumorados. ¿Quién logra este efecto "mufa" colectiva? Los piqueteros.
Pero… ¿Quiénes son los piqueteros? Esto es más complicado de responder. Hagamos un poco de historia.
Estaba terminando el segundo mandato presidencial de Carlos Menem cuando los ex-empleados de YPF de Tartagal y Cutral-Có cortaron las rutas.
Habían sido indemnizados con cifras importantes pero ni la provincia ni el municipio fueron capaces de asesorarlos de cómo invertir; los actores de ese drama de desencuentros eran hombres que durante años habían trabajado en un pozo de extracción o transportando petróleo que nada sabía de finanzas o comercio y del otro lado, funcionarios incapaces de ver que a su pueblo o su provincia se inyectaba una cuantiosa suma de dinero -de aquel casi mítico 1 a 1- y que si se lo ponía a producir podría tener un efecto multiplicador. Los objetos que simbolizan el desencuentro fueron las camionetas 4x4 y los kioscos que pulularon. Allí nació el "piquete" como expresión de una marginalidad que veía la movilidad social descendente como el futuro propio. También nace allí una forma de política social: una suerte de seguro de desempleo llamado "Plan Trabajar" y que aseguraba ciento cincuenta pesos mensuales a 250.000 desocupados.
Pero para los miembros de la clase media, la mayor preocupación, el principal problema político que se debía resolver era la corrupción y la necesidad de establecer nuevas relaciones transparentes entre el gobierno y la sociedad civil (1). Así, gran parte de ellos buscó votar una fórmula presidencial que apareciera representando una gestión "prolija", no exenta de "popuprogresismo" así nació la fórmula de la Alianza: Fernando de la Rua -Carlos (Chacho) Alvarez.
Las políticas de sucesivos ajustes establecidos desde 1999, lejos de combatir la crisis mediante la corrección de los desequilibrios macroeconómicos, mostraron la debilidad estructural del Gobierno de la Alianza, donde la UCR volcó los efectos de la des-estructuración de su identidad, mientras que el Frepaso aportó las consecuencias de no haber articulado una organización política identitaria, con un "nosotros" estable (2).
Acompasando estos desatinos, se va empujando a un sector tras otro a la pobreza e indigencia, reduciendo la política social a la cobertura de cada vez más y más Planes Trabajar: ya estamos hablando de 1.500.000 de beneficiarios. Allí comienzan a conformarse las organizaciones cuyo eje es la distribución de eso planes.
En este punto, que podemos situarlo en el 2000 debemos analizar una doble conducta: la CGT que, históricamente, fue el símbolo de la organización de los trabajadores no pudo… no supo… que más da… no contuvo a esa población creciente de pobres e indigentes que eran arrojados a la marginalidad. Es cierto que era una situación nueva pero faltó "cintura". Por otro lado, hay una parte de la dirigencia que tradicionalmente expresaba el sentir y el querer de los sectores más humildes que renuncia a expresarla y desarrolla sobre ella una política clientelista, que va conformando una cultura política signada por las leyes del mercado: "10 pesos y un choripán por cabeza y te llevo un micro de gente".
A lo largo del 2001, Domingo Felipe Cavallo fue en Argentina algo así como el personaje de Marlon Brando en Apocalipse Now, en donde lo único no creíble sería el nihilismo porque aquí si hubo un sentido.
Los sucesos del 19 y 20 de diciembre de 2001 remiten a varios significantes: una dirigencia nacional (en todos sus campos) que parecería estar más cerca de Bélgica que del Gran Buenos Aires y que, aun hoy, sigue sin comprender el hecho que los primeros que resignaron su función en manos de la despolitización propuesta por el neoliberalismo fueron ellos mismos; que la gente en la calle, aún sin organización ni forma de expresar su pensamiento en términos políticos, sigue reconociendo una identificación cultural común centrada en lo argentino pero paralelamente a ello, la falta de proyecto político y de conducción del mismo muestra una fragmentación sectorial que no puede dar una respuesta a la crisis. Por eso la clase media pide sus dólares y la marginalidad -que ya llega a 2.500.000 personas- piden más planes.
Hoy, el morboso tratamiento que los medios de comunicación hacen de la inseguridad y la violencia en que vivimos genera dos actitudes: por un lado hace reaccionar a la clase media detrás de la "cruzada Blumberg", diciendo que la culpa de todo lo que pasa es de los otros (los diputados, los senadores, el Gobierno, la Policía, las instituciones, las leyes) y de allí el valor testimonial que posee la movilización; pero también produce una insensibilidad para la violencia cotidiana… esa que nos es tan incómoda de ver.
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La violencia cotidiana a la que nos referimos es la que habla del 50% de la población por debajo de la línea de pobreza con un 25 % en la indigencia, donde murieron más de 300 personas en 5 meses porque en las leyes de mercado no figura la comodidad y seguridad de los pasajeros de los trenes. Y vale la pena detenerse brevemente para ver como opera esto que hemos llamado la insensibilidad: los índices de desocupación, pobreza e indigencia se encarnan en dos figuras propia de la posmodernidad: "el piquetero" y el "cartonero".
Teniendo en cuenta la importancia legitimadora que posee el discurso vale la pena analizar el nombre que desde los medios de comunicación se da a estas dos figuras y cual es su representación.
En nuestra lengua castellana, el sufijo -eros da la idea de la profesión, oficio u ocupación, de donde se puede inferir claramente que con la denominación "piquetero" o "cartonero" se busca legitimar a alguien que expulsado del sistema, se adapta a las nuevas condiciones para sobrevivir en las márgenes del mismo. Es decir, el sistema no soporta la alteridad y por eso reacciona institucionalizando "la ocupación del desocupado", el "oficio de marginal" colocándolo al mismo nivel -al menos en el lenguaje- que el carnicero o el verdulero. Además buscará que no se mueva de allí y así para el "piquetero" habrá planes sociales (hoy denominados Jefas y Jefes de Familia), apoyo alimentario o "trenes blancos" (3) para los "cartoneros" (4).
Como vemos, es muy fácil reconocer en la expresión utilizada por el ejército estadounidense, "daños colaterales" el asesinato de civiles lo mismo que cuando las fuerzas israelíes hablan de "muertes selectivas".
Pero por lo cercano se desdibuja el funcionamiento de ese modelo insensibilizador.
El caso es que, cuando se está fuera de todo la única forma de respuesta que aparece es la rebelión, como acto de afirmación de la propia existencia. Pero el hecho de ser marginal, con una cultura prebendaria, no lo permite construir poder a partir de organizar en torno aun proyecto sino que termina expresando su identidad en "los pibes chorros", con una creciente canalización del mal y mercantilización de las necesidades concordantes con el mayor grado de violencia. O con la constitución de una pseudo-dirigencia "piquetero" que recrea los peores vicios y ninguna de las virtudes de la vieja dirigencia política, cuya única obra es la creación de la "protesta rentada"
La herencia más costosa que deja este proceso es la cultura del resentimiento y la violencia, donde la fragmentación social no es una descripción sociológica sino el aprovechamiento de pobres sobre pobres, en donde los más jóvenes no reciben al trabajo como valor y en donde el desafío final es la incorporación de esa sumatoria de individualidades a un proyecto común. Esta última acción creemos que podrá tener una segunda oportunidad la CGT, el Justicialismo como expresión política y una dirigencia que desde el municipio pueda o sepa organizar la participación de esa población en la gestión de políticas públicas tendiente a resolver sus carencias.
(1) MASON, Alfredo Sobre ética y eticismo en Revista Fundación. Buenos Aires 9(2001)18
(2) SIDICARO, Ricardo La crisis del estado. Buenos Aires, UBA. 2001. p.75
(3) Formación que las distintas empresas ferroviarias organizan para traslados en forma gratuita a los "cartoneros"
(4) Un reflejo de lo que la vida en esta marginalidad puede verse en ALARCÓN, Cristian Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Buenos Aires. Norma 2003.