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LIBROS: “Operación Primicia” de Ceferino Reatto.

Ed. Sudamericana, 2010, 388 págs.

Levantando la puntería

En el Número 10 de EL ESCARMIENTO (sept./oct.2008) nos ocupamos de otro libro de Ceferino Reatto señalando sus más y sus menos en torno a la investigación del asesinato de Rucci a manos de Montoneros. En su nuevo libro, “Operación Primicia- el ataque de Montoneros que provocó el golpe de 1976-” más allá de su engañoso subtítulo, resulta un pequeño salto cualitativo en relación a la “Operación Traviata” que cuestionábamos. No creemos haber sido los causantes del cambio, sino que lo atribuimos al impacto de los hechos que van configurando la historia en la vida cotidiana. La de Reatto incluida. Es que el “periodismo de investigación” que calificaba a “Operación Traviata”, es el ejemplo falso de “periodismo comprometido”. Este “periodismo”, en algunos casos, es movido por el compromiso ético que opera como analgésico de la conciencia, pero siempre evade la definición política (1). En cambio, en “Operación Primicia” el autor intenta superar los límites semánticos de este sub-género mediático para tantear la proyección presente de hechos históricos desconocidos y tergiversados para la mayoría. No siempre lo logra: su correcta descalificación de la tontería sábato-alfonsinista de “los dos demonios” (en realidad se trataba de una corte de demonios, decimos) para repudiar la violencia guerrillera, adolece de resignación a la descalificación ética haacia la violencia desde el Estado a la que considera superlativa en relación a la otra Una lectura atenta de la historia previa a la ratificación o entronización de cualquier régimen “democrático” o “dictatorial”, asediado por las armas en cualquier período de la historia, desmiente ese paseo ético por la filosofía política (2). El repudio no impide el acaecimiento. La guerra, con ser “el hecho social por excelencia”, también es la reducción humana a su estadio más elemental. Tampoco lo ayuda al autor su recurrencia a autores aceptados por el establishment y la intelligentzia (Thomas S. Kuhn, Hugo Vezzetti) como muletas en las que apoyarse en busca de aceptación.

No obstante es un libro bien escrito, que fija el interés y obliga a recordar y repensar, a quienes fuimos contemporáneos de los sucesos, las variables que precedieron al golpe de estado de marzo de 1976.

Aquí nos permitimos una hipótesis: En el enfrentamiento entre el sindicalismo peronista encabezado por Lorenzo Miguel y los aparatos de López Rega desplegados desde el Estado, y que culminara con el exilio del “brujo”, la balanza fue inclinada por el respaldo militar a la acción gremial la que por sí sola no podía contra el terrorismo de la Triple A. Una mano lavó la otra: el sindicalismo se quitó de encima la grave amenaza de López Rega y los militares a alguien que no solo los iba a reducir a peones en un juego ajeno, sino que también les quitaría toda excusa para instalar el orden de los cementerios. Simplemente porque se les estaba adelantando. Con una guerrilla inexistente no había excusa para el golpe. El vínculo fue hábilmente explotado después por Alfonsín quien apeló al pacto “sindical-militar” pero sin ahondar mucho…ya que podría aflorar el pacto radical-militar…

La caracterización que hace Reatto del ataque al Regimiento de Infantería de Monte en la Provincia de Formosa como “la acción más espectacular de la guerrilla argentina en toda su historia” puede discutirse pero no le resta el impacto que tuvo en la época en los medios de comunicación, uno de los objetivos a realizar por el ataque, a pesar de su fracaso. La pérdida de hombres por parte de Montoneros y el exiguo botín marcan su fracaso como operación militar, aunque se potencie al inscribirla en el marcado debilitamiento del gobierno de María Estela Martínez de Perón. La ejecución de la maniobra subversiva (se realizó durante la vigencia de un gobierno que fue elegido por el pueblo: ya en septiembre de 1974, Montoneros había pasado a la clandestinidad) no provocó el golpe, como provocativamente dice el subtítulo del libro, sino que contribuyó a realizarlo, convergiendo con factores generales como la crisis económica nacional e internacional, el desenvolvimiento de la “guerra fría” en el “patio trasero” -con el aniquilamiento o inmovilización de la guerrilla en todos los frentes- y otros específicos como el enfrentamiento entre las corporaciones (sindicatos, empresarios, financistas, militares), la pérdida del poder de intervención estatal más allá de intentos rápidamente esterilizados (represión del agio, control de precios) y la creación del necesario “clima” al que se prestaron los bandidos de la Unión Industrial Argentina (“lock-out”), entre los principales.

Aunque nada nuevo, en esa época los vínculos entre los sórdidos integrantes de la cúpula Montonera (Firmenich, Perdía, Habegger) y sus homólogos de la cúpula militar permite explicar la etapa “liquidacionista” de la guerrilla a partir de 1978/9, fomentada por sus propios dirigentes que entregaron a sus militantes a la barbarie del otro bando disfrazándola de “contraofensiva”.

Por otra parte, faltan ensayos relevantes sobre la conducción estratégica de la guerrilla, tanto de Montoneros como el ERP (de la que -aunque reconozcamos su pobreza e inutilidad a juzgar por el resultado- carecemos de una descripción precisa). Habrá que esperar un poco más para ratificar que esos “jóvenes brillantes” se acercaban más a la enfermedad psiquiátrica cruzada con lecturas del libro equivocado, que al “hombre nuevo” en un futuro de redención. La mentalidad y práctica estalinista de Santucho (¡un trotzkista!) y sus secuaces y la de “Pepe” Firmenich y los suyos (éstos últimos rápidamente cooptados por diversas “cajas” estatales) nos demostraron “a posteriori” que el fin estaba en el principio: al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen. Un medio pelo de mierda será siempre un medio pelo de mierda. La tesis de “cuanto peor mejor” en la que abrevaban los distintos grupos guerrilleros solo la compartían ellos mismos, no el pueblo al que no representaban (aunque se consideraran su “vanguardia”). Este divorcio con la realidad los arrastró al divorcio final con la vida.

Lo que resulta más relevante del libro es la denuncia de Reatto a la manipulación política de los 70 por parte del Gobierno y de los responsables de los “derechos humanos” y -desliza pero no concluye- los posibles negocios - a tantos pesos el kilo de muerto Vip- de la Secretaría de Derechos Humanos a cargo de Eduardo Luis Duhalde. Es que el “Nunca Más”, una maniobra pergeñada por el gorilismo radical secundado por algunas figuritas que fueron comandos civiles en 1955 y por colaboracionistas del régimen militar de 1976 debió ser reescrito por el kirchnerismo, como lo destaca Reatto, ampliando los límites en los que fue pensado el aborto alfonsinista. Fue la manera virtual de incluirse los Kirchner entre los “militantes de la nada” y esconder su pasado de “perejiles”, de beneficiarios de la política económica de Martínez de Hoz y de colaboracionismo (nuevamente “perejiles”) con el Videlato, durante su estancia santacruceña.

El “negocio del muerto” que inaugurara Hebe de Bonafini, seguido por Estela de Carlotto se ha constituido en negocio desde el Estado. Reatto detalla el flujo de fondos desde la “Secretaría de Derechos Humanos” hacia los familiares de los “combatientes” muertos los que son considerados el “lomo”, la “pulpa” de la vaquita; mientras que los soldaditos del Regimiento de Monte de Formosa que enfrentaron a la subversión y fueron asesinados por algunos de esos “combatientes” son considerados el “bofe”, poco más que alimento para perros. El nombre de Eduardo Luis Duhalde debe sumarse, junto con el de Lubertino (¡entre tantos!) al de Jaime.

Aunque con distinta perspectiva, de todo y más se encontrará en “Operación Primicia”, libro que debe inscribirse en la creciente desintoxicación de la siniestra estupidez progresista. Es que los datos viles de la historia, pueden manipularse, tergiversarse y hasta esconderse: pero el muerto siempre aparece.

(1) Baste pensar en el curso vital de Rodolfo Walsh quien desde las páginas de la Revista nacionalista-católica MAYORIA, de los hermanos Jacovella denunció por entregas los crímenes de José León Suárez, entregas que luego constituyeron “Operación Masacre”, tenida como un paradigma del “periodismo de investigación”: Al compromiso ético de Walsh en la denuncia de ese crimen, siguió una senda políticamente tortuosa en la que se inscribe su “¿Quién mató a Rosendo?”, su vínculo con la Revolución Cubana (lo mismo que J.W. Cooke) y su participación en los aparatos de inteligencia de Montoneros. Es decir, el progresivo apartamiento de la realidad nacional que quedó reducida a simplificaciones dogmáticas de los jefes políticos de Walsh, vía la pobreza racional y el encandilamiento de experiencias intransferibles (como la revolución china o la cubana). Intelectual al fin, acorralado, su última reacción fue intelectual y ética (las ingenuas denuncias de los crímenes de la Junta Militar y del militarismo de Montoneros) que pagó con su vida.

(2) Otro error con consecuencias políticas negativas es hablar de “terrorismo DE Estado” en lugar de “terrorismo DESDE el Estado”. El Estado no son oficinas sino personas concretas que se sirven de ciertos medios (en este caso logístico y militares) al margen de su función asignada, que los involucra en el crimen personalmente y no al Instituto que los cobija. Ello es lo que permite su juzgamiento bajo ciertas normas, que no trae aparejada con necesidad lógica la destrucción de la Institución (sea el Ministerio de Bienestar Social -por los antecedentes de López rega, Alicia Kirchner se quedaría sin trabajo, una oficina de inteligencia militar, una de Relaciones Exteriores o, pongamos por caso, la misma Secretaría de Derechos Humanos).

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