"El 17". Óleo sobre tela. 120 cm x 200 cm. 1988.
La pintura política, la pintura como elemento formador de conciencia de las masas tiene una incuestionable ascendencia burguesa europea, y aun más. Si la Iglesia fijó sus pinturas en los templos de altas bóvedas, para contribuir al arrastre de las almas trozadas hacia el más allá, la burguesía hipostasió la "naturaleza" de la pintura de caballete, supuesto reflejo de un trasmundo asequible al artista... y a quien la pagaba. La Revolución Mexicana, fagocitada en sus propios murales, y las reacciones anti-burguesas como el fascismo y el comunismo que no excedieron el hieratismo pretencioso de aquellos murales, también remitían a un más allá, pasado o futuro, de gloria material, aunque lejanamente accesible.
Esta procesión estereotipada, con su concesión al horizonte de la propaganda política de la época y sus rasgos de empeño y felicidad, se encuentra también en la iconografía del primer peronismo (1) (a la que se le debe su rescate y estudio); con la nada sutil diferencia de que sus apelaciones remitían al concreto ya, y no a un futuro pretencioso o a un pasado supuestamente glorioso y restaurado.
Con estos antecedentes la plástica peronista posterior a 1955, en manos del artista individual o grupal, intersectó con el caballete burgués para dar origen a productos cuyos rasgos manifiestos son el didactismo y el expresionismo histórico. (*)
Queremos destacar como ejemplo, tres formulaciones, que pueden ser consideradas como otros tantos hitos determinantes y que requieren un estudio pormenorizado que esperamos hacer pronto: los cuadros del "Grupo de Pintores Peronistas", los de Daniela Jozami y los de Daniel Santoro. (2)
El didactismo, rasgo predominante revela por sí sus falencias: En primer lugar, su presentación como tal, como actitud en la que el deus ex machina -los hilos del títere- son demasiado notorios presidiendo la trasmisión de lo que, con sus más y sus menos, aparece como "saber a trasmitir", como mera "docencia", conducción; es decir, lo contrario de una "paideia", de un vinculo amoroso. Y, en el mejor de los casos, mera recuperación sentimental.
En segundo lugar, si bien la intencionalidad popular es manifiesta, amplia, no es menos cierto que la mayoría del universo destinatario de esa intencionalidad- los trabajadores, la vasta concepción de "pueblo"- no accede a las representaciones pictóricas, como no sea a través de la percepción fugaz de su reproducción en distintos soportes (gráficos: diarios/revistas o visuales: televisión/video, y nada más), sin contexto y sin arraigo. Rasgo extensible a casi todo el resto de la sociedad. En este sentido, la iconografía peronista de 1945/1955 tuvo un carácter formador notable, por su circulación, en relación a este tipo de representación plástica.
Un elemento complejo: los rasgos "expresionistas" que asedian la forma de esta pintura, revelan imprecisión a veces, falta de seguridad otras, que no sabemos si se originan en una pretensión ingenua de los autores o bien en un déficit técnico.
Estas limitaciones no descalifican ni la búsqueda ni el esfuerzo desplegados, sino que reclaman la profundización de ambos, bajo el riesgo palpable, en su defecto, de confundirse y perderse en el maremagnum de "graffittis" de hechura marginal, o el libro de arte bellamente impreso para el estante burgués o la basura que los "galeristas" y las "bienales" (con premio incluído) intentan inyectar en el "mercado", habitat éste cada vez menos creíble del "culto adinerado". En breve, los cuadros de Ernesto Sábato, pintor sin manos, comenzarán a cotizarse.
Creo que debe abrirse un amplio debate sobre la plástica, su proceso y su lugar en la recuperación del contexto nacional de la cultura. Para lo cual se hace prioritario actualizar revisando la propia historia de la plástica argentina y conceptos tales como Nación y Pueblo (no la masificación disfrazada de "popular", adjetivo bastardeado, verdadero mediomundo en el que entran la bailanta, el "paco", las estampitas de la revista "Gente", las prostitutas de la televisión y los mensajitos de texto de los celulares encabezando una larga lista, demasiado extensa para ser soportable).
No está demás recordar que el término "revisionismo" entre nosotros tiene un sentido revolucionario, diametralmente opuesto a su significado europeo, asociado provisoriamente al deslinde del marxismo.
Sin título. Óleo sobre hardboard. 120 cm x 100 cm. s/f.
Deseamos que estas breves referencias sirvan para la apertura de ese debate postergado, bajo riesgo también de que artistas identificados con el proceso de constitución del pueblo argentino queden anclados en manos del "mercado" y de los noteros subvencionados de suplemento cultural.
(*) El Expresionismo histórico, con el alcance que pretendemos darle al concepto refiere a la manifestación artística de sentimientos y emociones desde una perspectiva cuyo fundamento no siempre conciente, es pesimista; aunque se presenta como rescate optimista de un pasado clausurado (como res gestae), pero susceptible de su rescate histórico (como rerum gestarum, como narración). Los rasgos de angustia existencial, primitivismo, ruptura de perspectiva, colores duros y contrastantes son compartidos con el expresionismo europeo. La manifestación propia radica en la temática territorial, no universal, capturada en el pasado -generalmente cercano- y con vistas a su reactualización.
Notas:
(1) Cuya supervivencia aun puede advertirse en la simbología ("escudos") de algunas organizaciones gremiales: el engranaje, el cuerno de la abundancia, la espiga, el trabajador con mameluco.
(2) Jozami, muerta hace pocos años, se destacó por sus telas de regular o gran tamaño con claroscuros, perforados por fulgores que destacan el fondo de tragedia, casi nunca metafórica: en particular, la "saga" sobre el peronismo, que fue pintada sobre otra serie, la "intifada" Palestina y oculta por los temores de Daniela a una represalia; en momentos en que el acto terrorista contra la AMIA desataba la hipocresía de lo "políticamente correcto" (cuyas consecuencias de impunidad todavía padecemos), y toda crítica al terrorismo del Estado de Israel era interpretado como un acto "antisemita".