Como recordatorio del "fútbol para bobos" rescatamos una versión apologética (ver aquí) de los años 20 debida a José Gabriel (López Buisan)(1896-1957) y la precursora "Psicología del Hincha" un fragmento del libro "SHOT AL ARCO" de Monsieur Perichón, cuyo probable nombre era Juan Carlos Olmedo Varela: en los años 30 se adelantó a las consideraciones más ácidas de Dante Panzeri ("Fútbol, dinámica de lo impensado"-1967) sobre el enfermo futbolero, el hombre que sufre por causa del fútbol y que participa de la "locura de las masas".


d.a.



PSICOLOGÍA DEL HINCHA


Hay que hacer un distingo entre el hincha y el partidario. Por que si, fundamentalmente, a los dos los mueve la misma inclinación, los dos tienen distinto matiz psicológico. El partidario, en efecto, representa el tipo medio del entusiasta; el hincha, en cambio, constituye el tipo pasional. Uno no romperá jamás la armonía de su línea; el otro se dejará llevar en cada caso, por la violencia incontenible de su instinto footballísco. El hincha no razona; se limita a “sentir” a su club. El partidario discierne y, por consecuencia lo lleva a admitir el factor de la posibilidad. Existe en el tono de sus discusiones la serenidad que emana de ese mismo análisis. El hincha es otra cosa: es realmente, un dogmático. Cree porque cree. Su raciocinio rudimentario escapa a la gravitación de otra fuerza que no sea su ciega pasión por su club. Frente a la realidad, formulará las consideraciones más pueriles y absurdas para sacar adelante su tesis, siempre favorable a su pasión. En presencia del contrincante ocasional, nunca se declarará vencido. Y cuando la fuerza incontenible de la lógica lo haya arrojado a un rincón, surgirá de sus cenizas retóricas la definitiva mala palabra con la cual cubrirá, suciamente, su honrosa retirada. En el elogio del triunfo obtenido por su club enriquecerá al idioma con nuevos adjetivos laudatorios. Para el fracaso, también encontrará a mano la disculpa necesaria y rotunda que pone fin a la discusión. En resumen: el hincha es un hombre que vive y se desplaza en una única realidad: la que crea su fantasía pasional.

 

EL HINCHA Y SU TRAGEDIA

El hincha individualmente considerado, tiene una tendencia marcada al espíritu gregario. Huye de la soledad como de una mala sombra. Como en el fondo es un débil, necesita respirar el ambiente de la complicidad para estar a sus anchas. Mientras no sale de su barriada y se desplaza en el medio familiar y cotidiano, su individualidad adquiere un matiz vulgar. Todo le es propicio, entonces, para disimular el volcán partidario que lleva adentro. Será difícil allí reconocer al hincha en su faz propia. Pero la escena cambia de aspecto en cuanto el hincha se junta con los demás, en función solidaria y activa. Desde el momento que abre los ojos a la luz dominguera, con la visión obsesionante del match inminente, comienza el fermento de su acometividad interior. Hay ya prepotencia en sus gestos, en sus modales, en sus actitudes. El ritmo de la vida, plácida y sin alternativas – aferrada a la necesidad perentoria de vivir – se transforma, entonces, como si se hubieran abierto, de par en par, las ventanas de nuevas perspectivas. Se hunde, después, en la abigarrada multitud del field, colocado, naturalmente, en el sector amigo y propicio. Ya ha dado la primera exteriorización bullanguera, durante el trayecto, desplegadas al viento las insignias de su club que cobija, en forma guerrera, el anhelo incontenido de la victoria próxima. Y una vez en la cancha comienza a sufrir. Porque aquí reside la tragedia del hincha, señores. El no asiste al espectáculo mismo, en el deseo de presenciar un cotejo superior. El no ha desafiado las inclemencias del tiempo y las incomodidades de la distancia para darse el regalo deportivo de una lucha de contornos clásicos. El no está, ahí, apretado y sin aliento, con el fin de, aplaudir al vencedor, después de observar las bellezas incomparables del football de verdad. El se ha hecho presente, pura y exclusivamente para ver victorioso a su club. Todas las alternativas, entonces, lo obsesionan, pero desde este precario y anhelante punto de vista.

 

TRANSFORMACION DEL HINCHA

Afirmamos que, fundamentalmente, todas las hinchadas se asemejan. No podría ser de otra manera desde que el elemento constitutivo de las mismas es idéntico, Hay, sin duda, pequeñas diferencias de matiz al que da color la idiosincracia singular de ciertas barriadas. Pero este detalle poco importa frente al valor sustancial de la multitud footballística. El ambiente del field es, siempre uno. Desde que el partido comenzó todo ese ambiente se refleja, con exactitud fotográfica, en la cara del hincha. Vedlo: su fisonomía contraída, sus músculos en tensión, el color arrebatado de sus facciones patentiza las alternativas extraordinarias de la lucha que se desarrolla sobre el verde césped de la cancha. No es necesario presenciar el cotejo para hacer deducciones. El hincha se encargará de darnos, a cada instante, la sensación real de lo que allí pasa. Ha perdido, bajo la influencia tremenda de su pasión, el control de sí mismo. Aplaudirá, vociferará, imprecará, insultará, gritará cosas horribles según marche el team de su club en la competición presente. Pacífico comerciante, buen padre de familia, obrero humilde y silencioso, aristócrata desaprensivo, honesto ciudadano, ladrón consuetudinario o rufián con un pie en la cárcel, su condición de hincha nivelará, por unas horas de field, tan diversos destinos. El football ha tenido esa suprema virtud; la de igualar las cabezas de los más distintos tipos bajo las sugestiones de una idéntica pasión; la de nivelar los corazones con una misma ansia de victoria final.

 

EL ELOGIO DEL HINCHA

Bienvenido sea el football si, de esta suerte, realiza sus funciones de armonía democrática. No importa que alguna vez el hincha desborde su entusiasmo, en forma poco académica o mediante exteriorizaciones algo contundentes. Si lo hace no lo mueve ningún interés de mezquino lucro personal; lo anima únicamente su pasión deportiva, ciega y sorda a la dura realidad que los rodea, como son todas las pasiones humanas Por lo demás, aquella multitud, abigarrada y anhelante, ostenta para su bien, la estética armonía de su contextura interior. Ella no tiene la culpa de que todos los hombres honrados lleven adentro a un criminal en potencia.

 



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